Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
 
3er. domingo de Pascua
 
Para empezar: Retírate… Silénciate… Recógete… Despacio, santíguate… Toma conciencia de su Presencia en ti y entorno a ti… Invócale y pídele su Espíritu… ¡Y déjate llenar mientras ahora lees!
 
Leer despacio el Evangelio del día: Lucas 24,13-35
 
Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús…, iban conversando entre ellos de lo que había sucedido. Mientras…, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo… Él les dijo: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?”…
Entonces él les dijo: “¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?”… y les explicó lo que se refería a él en todas la Escrituras…  Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída”. Y entró para quedarse con ellos… tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista… Y se dijeron el uno al otro: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?...
Y ellos les contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Y levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once…
 
Contemplar…, y Vivir…
 
1º Camino de Emaús… Contémplalo despacio… Y a los dos conversando de lo que había sucedido tres días antes: para ellos, el fracaso de Jesús y su plan liberador, y con una tristeza indecible, una situación ánima deplorable… Tanto, que ni reconocen a Jesús en persona. ¿Qué os ha pasado seguidores de Jesús, hasta hace cuatro días entusiastas? Como un caminante más, Jesús se lo pregunta, y ellos le explican todo. Métete tú en el grupo, pregunta, y sobre todo escucha todo lo que cuentan a Jesús mientras caminan: la pasión, muerte y resurrección de Jesús… Ante una situación tan seria y compleja, llena de confusión, según ellos, huían llenos de tristeza. ¿Te ha pasado a ti alguna vez? Les cuesta creer: “Nosotros esperábamos…, algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado…, pero…” ¡Como nos cuesta creer! ¿Tú crees, a corazón abierto, en la resurrección de Jesús? Es causa de la nuestra y de nuestra alegría cristiana… De verdad, de verdad, sin esa fe, todo es oscuro en esta vida y en la otra… Por lo demás, la tristeza y confusión son muy malas consejeras: oscurece el corazón, lo llena de pena y angustia, no se fía de nadie y busca la soledad que deprime en esa situación y mata la alegría, la fe, las ganas de vivir, etc. La solución no está en huir, sino mantenerse en el grupo que te puede ayudar y ponerse en las manos de Dios. Y juntos, buscar la voluntad de Dios, que da paz y luz. ¿Te ha pasado? ¿Lo has resuelto?...
2º Jesús interviene… Contempla despacio aquí también; las palabras y  los gestos de Jesús son decisivos… Escúchale a Jesús decirnos, decirte: “necios y torpes para creer”. ¿Cómo te cae? ¿Cómo suena eso dentro de tu corazón? ¿Hace ruido? ¿O te convence? A este propósito, quizás has de pedirle perdón. ¡Hazlo!
Jesús afirma de sí mismo que era necesario que pasara por ahí, que padeciera y entrara así en su gloria. ¿Necesario, Señor? ¿Tanto, tanto como necesario? O sea, que no estaba en el plan de Dios ahorrarle el sufrimiento y la muerte al mismo Hijo. ¡Que no! ¡Lo mismo te pasará a ti, y a mí!… Para entender algo, un poquitín todo esto, hay que pasar por ello; cuando uno pasa por el dolor, entiende la importancia y el exceso del amor. Para entrar en su gloria, es decir, parece que para ganarse el cielo, hay que pasar antes por el “fuego”… Ésta y así es la vida, ¿por qué me empeño en no sufrir, y hasta me torturo a veces por ello? Esta vida así es el trampolín de la Vida de allí. Aceptación. Ofrecimiento. Amor. Si hay esto acá, todo será posible y eternamente allá. Nada de masoquismo, ¿eh? Eso sí: finura y pureza de fe y amor… ¡Mucha!
3º Llegaron cerca de la aldea. Jesús simuló seguir caminando. Así hace también con nosotros en no pocas ocasiones. Y tú qué haces: ¿le dejas seguir para no molestarle o tal vez porque quieres quedarte tranquilo? Fue muy importante la generosidad y hospitalidad de estos dos discípulos. Aún no le conocen; pero algo está ya bullendo dentro de sus cabezas, todavía no de su corazón. Pero obran conforme a la luz de la gracia que ya está  prendiéndose en ellos…, y le invitan sinceramente…, y esto les reportará grandes dones y gracias de Jesús. El desconocido acogido puede traernos insospechadas revelaciones de Dios. ¿No lo has experimentado todavía? ¡Mira que Jesús no se resiste a nuestras sinceras invitaciones! Prueba y verás.
4º Y entró para quedarse. Eso es lo que desea siempre Jesús: quedarse con quien le invita. Quedarse contigo ahora…, si es que le has invitado. Parece que todo ocurrió muy rápido, por la manera como lo narra san Lucas: sentarse a la mesa…, tomar el pan…, pronunciar la bendición…, lo partió y se lo iba dando… se les abrieron los ojos y los reconocieron… desapareció… Verbos seguidos, activos, muy dinámicos… ¿No era eso lo que habían visto y vivido en la Última Cena? Fue un estallido de luz en su corazón; por eso no les deslumbró, pero sí, lo vieron interiormente. Lo vieron y lo comieron. ¡No podían dudar! Antes o después, más pronto que tarde, Jesús se manifiesta de modo incontestable. Lo había dicho: “A quien me ama me manifestaré”. ¿Lo crees tú así? ¿Lo amas tú así, como para que se te manifieste y llene de entusiasmo? Es lo que les pasó a ellos. ¿Por qué no a ti?... En cada encuentro de comunión y de contemplación tendría que ser así para ti. Deséalo. Pídelo…
Pero él desapareció de su vista. Suele ser así para nuestro bien. Jesús desaparece de la vista, pero queda grabado a fuego en el corazón: es otra presencia distinta, pero importantísima porque es real a íntima con repercusiones extraordinarias. Para aquellos discípulos esta: se miran y entusiasmados y se dicen: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Caen en la cuenta de cómo ardían sus corazones hacía rato y por qué les quemaba: sencillamente porque escuchaban cómo Jesús mismo, en persona y con su paciente y amorosa palabra, les iba abriendo el sentido de las Escrituras. Y ellos le escuchaban embelesados. Sus corazones se habían convertido en tierra sagrada donde Dios se manifestaba. ¡Nada menos! Eso puede ocurrirte no solo en la Eucaristía sino también ahora mismo en la contemplación. Para eso te convoca Él. ¿Te sucede o ha sucedido a ti algo así? Para eso es la contemplación. No te desanimes, contempla serenamente a Jesús, sus palabras… ¡Hacen arder el corazón!
6º Y ellos salieron a toda prisa. Se les había pasado la tristeza, el cansancio, todo. ¡Así son los encuentros con Jesús, dentro, muy dentro de uno mismo! Te cambian en profundidad. ¿Tienes de ello alguna experiencia? Rememórala en tu corazón. De inmediato, partieron sin esperar. Esto había que contárselo cuanto antes a los Once con sus compañeros que están en Jerusalén… Interiormente, corre con ellos tú también. ¿O acaso no estás tú en las mismas condiciones? ¿Sí o no?
“Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”. Es lo que estaban comentando entusiasmados los de Jerusalén cuando ellos llegaron cansinos y agitados. Y por su parte, los dos de Emaús, les contaron lo que ellos habían vivido… ¿Puedes tú afirmar, anunciar, con el mismo vigor y rigor que el Señor ha resucitado, que lo has visto, que lo tienes vivo en ti, que te hace comprender las Escrituras, que es el mejor Amigo, que te quema el corazón y te alegra la vida y te la dinamiza con el entusiasmo de la fe y del Amor? Dialoga, comparte todo esto con el Resucitado, Vivo y Vivificador que está dentro de ti… Créelo… Y después, sin alharacas ni presunción alguna, con mucha humildad, que tu vida sea un relato de esta misma experiencia de Jesús resucitado. No hay que olvidar que el camino de Emaús es el camino de todo cristiano: un camino en el que Jesús Resucitado se hace compañero de la viaje para encender en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza y compartir el pan de la vida eterna, su propio cuerpo y sangre, su persona. ¡Para compartirlo nosotros con los demás!
 
Para terminar: Despacio, concluye con alguna oración o palabra que te salga de lo hondo de ti… Da gracias. Goza de su Presencia y de su Gozo… Es también tuyo y para ti… Hazlo tuyo y retírate. Vive estos días con el Resucitado.
                                                                      
 
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