Viernes, 19 de abril de 2024

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Del apóstol Tomás y de su verdadero nombre

por En cuerpo y alma

 
            Ayer el Evangelio de la misa nos llevaba a la figura de Santo Tomás, el discípulo incrédulo cuya figura ya reseñamos en su día (pinche aquí si desea conocer lo que en su día decíamos de él), momento que nos parece adecuado para iniciar un ciclo dedicado al enigmático apóstol que, aunque citado en los cuatro evangelios, registra en el de Juan sus principales apariciones. Un ciclo que comenzamos con la cuestión que da título a este artículo, a saber: ¿cuál era el verdadero nombre de Tomás? A la que seguirán otras no menos interesantes, ya lo verán Vds..
 
            Pues bien, el nombre por el que lo registran los evangelios, “Tomás”, del arameo “taoma”, no significa otra cosa que “mellizo”, lo que desde luego, hace pensar en la posibilidad de que lo fuera, algo a favor de lo cual se pueden alegar dos razones de peso: primero, que no es conocida la existencia del nombre propio “Tomás” entre los judíos, ni en la época en la que vivió Jesús ni antes; y segundo y sobre todo, que el evangelista Juan, en tres de las siete veces en que cita al apóstol por su nombre, le añade la coletilla “llamado Dídimo”, que quiere decir, una vez más, lo mismo, “mellizo”, sólo que en griego. Tanto así que algunas biblias, en vez de “llamado Dídimo”, traducen directamente “llamado ‘el Mellizo’”.
 
            Ello plantea una interrogante por lo que a la identificación del apóstol en cuestión se refiere. Si tanto Tomás como Dídimo significan mellizo, más que un nombre ambos términos parecen un apelativo, por lo que cabe preguntarse: ¿cuál era entonces el verdadero nombre del apóstol?
 
            Pues bien, aunque los evangelios nada digan al respecto, lo cierto es que la tradición, la patrística y mucha de la literatura postapostólica apócrifa y literaria se muestra unánime por lo que al nombre del apóstol se refiere, nombre que no es otro que “Judas”.
 
            Sólo a modo de ejemplo, tal es el que le atribuye el apócrifo llamado "Hechos de Tomás" que se acostumbra a datar entre finales del s. II y finales del s. III:
 
            “Así pues la India le tocó en suerte a Judas Tomás, llamado también Dídimo” (HchTom. 1, 4)
 
            También lo hace el famoso e importante "Evangelio de Tomás" que tuvimos ocasión de analizar en su día (pinche aquí si desea recordar lo que entonces decíamos sobre él) y que los más optimistas datan como contemporáneo de los evangelios sinópticos, si no incluso anterior:
 
            “Estas son las palabras secreta que pronunció Jesús el Viviente y que Dídimo Judas Tomás consignó por escrito” (EvTom. 1, 1).
 
            Y también la “Historia Eclesiástica” de Eusebio de Cesarea escrita a inicios del s. IV:
 
            “Después de la Ascensión, Judas, llamado también Tomás…” (HistEc. 1, 13, 11).
 
            Y ahora la pregunta: si esto es así... ¿por qué los Evangelios omiten el nombre del apóstol? Una explicación plausible para que los textos canónicos no recojan su nombre de pila y se refieran a nuestro protagonista como Tomás, es la gran confusión que el haberle llamado por su nombre, en el supuesto caso de que efectivamente fuera Judas, habría generado, al existir en el colegio de apóstoles nada menos que otros dos Judas, el Tadeo y el Iscariote. Es incluso posible que sus propios compañeros no se dirigieran a él sino como "el Mellizo" y de tanto hacerlo, incluso alguno olvidara o siempre hubiera ignorado su verdadero nombre. Seguramente Vds. tienen algún amigo con el que les pasa algo parecido. Pero probablemente no sea la única razón. Sólo que a las otras posibles existentes nos referiremos otro día, que por hoy ya les le he dado suficientemente la matraca.
 
 
            ©L.A.
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