Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

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De un presidente beatón y meapilas capaz de recorrerse medio mundo para echar un rezo

por Luis Antequera

 
            Que tal es lo que cabría decir de un personaje capaz de cogerse un avión, recorrerse seis mil kilómetros, cruzar un océano, y todo con tal de contemplar a una persona rezar durante media hora y echar él mismo un rececito de otros diez minutos, para acto seguido volverse a casa. Y la verdad es que esto de realizar largos viajecitos para mostrarse el más ferviente devoto de todas las religiosidades imaginables es algo que no es nuevo en el presidente español. Muy comentada fue su participación en septiembre de 2008 en un iftar, el desayuno con el que los musulmanes ponen fin al ayuno de ramadán, que realizó en Estambul invitado por el presidente turco Erdogan.
 
            Será en esa circunstancia que al Sr. Zapatero le sale la vena religiosa, porque sin mediar viaje alguno, las ausencias del Sr. Zapatero a los actos religiosos en los que su presencia habría sido cuanto menos aconsejable, han revestido el carácter de clamorosas. Ayer mismo, el portavoz del PP, el Sr. González Pons, le reprochaba, y no sin razón por muy cabezón que se pusiera el pesoísmo, que si lo que quería es rezar, dónde tenía que hacerlo era en el funeral del soldado español muerto como consecuencia de un atentado en la cruenta Guerra de Afganistán.

              El Sr. Zapatero alegó cuestiones de agenda para no estar presente, pero lo cierto es que tiempo tenía... ¡ya lo creo que tenía!: el funeral del soldado era a las 10:00 hs. de ayer y el presidente no necesitaba estar en Washington hasta las 10:00 hs. (hora española) de hoy. De haber acudido al funeral, en el que sí estuvo el Príncipe, y haber partido para Washington inmediatamente al terminar, habría llegado allí no más tarde de las 19:00 hs. del día de ayer, con tiempo sobrado para estar en plena forma a las 12:00 hs (hora española) del día de hoy.
 
            No es, sin embargo, la única ausencia del presidente del Gobierno a los actos religiosos en los que su presencia habría sido aconsejable, esperable, conveniente o apreciada. No hablaré de las tres misas de la familia convocadas por la Conferencia episcopal española en los últimos años. Pero sí por ejemplo, del funeral por las víctimas del incendio de Guadalajara producido en julio de 2005.
 
            Particularmente enojoso desde el punto de vista diplomático, el plantón de Zapatero al Papa Benedicto XVI cuando el 9 de julio de 2006 ofició en Valencia la misa de la juventud, en la que hasta la fecha constituye la única visita de un Papa a España siendo el Sr. Zapatero presidente, un desplante que no se atrevió a realizar ni Fidel Castro cuando Juan Pablo II visitó Cuba en 1998.
 
            Particularmente triste en su condición de Presidente del Gobierno de España, su ausencia en la misa celebrada en Zaragoza el 22 de mayo de 2005 para celebrar el 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, no en balde patrona de la nación que ha elegido al Sr. Zapatero su presidente del Gobierno .
 
            Y particularmente miserable en su condición de simple ser humano, la deserción del presidente en todo tipo de exequias a los dos ecuatorianos que perdieron la vida en el vil atentado de la T-4 de Barajas producido mientras el Gobierno se hallaba negociando con la ETA las condiciones de la rendición del estado a la banda. Rematada, a mayor vilipendio, con uno de los gestos más ruines ocurridos jamás en España, cuando el Secretario de Estado de Seguridad del Gobierno del Sr. Zapatero, el Sr. Antonio Camacho, negó a los familiares de una de las víctimas del atentado en cuestión, de cuerpo presente, la simple celebración de un responso en el aeropuerto, algo a lo que finalmente, con la misma cobardía con la que había actuado al denegarlo, accedió para evitar algo parecido a un motín por parte de la familia del pobre ecuatoriano.

          Este es nuestro presidente. El que sólo reza si el que se lo manda es el Califa de la Sublime Puerta o el Gran Hermano Yankee. ¡Quien nos lo iba a decir, ¿eh presidente?, cuando nos permitíamos aquellos alardes con las banderas...!
 
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