Jueves, 18 de abril de 2024

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De un francés al que el burka de su mujer puede costarle la nacionalidad

por Luis Antequera

 
            Sobradamente conocido es que en nuestro vecino país, del que muchos de nuestros compatriotas importan modernidad y progresismo, el tema de la vestimenta de las poblaciones inmigrantes constituye objeto de un debate antiguo de gran relevancia para la vida nacional.
 
            Fíjense Vds. cómo ha ido derivando en el periódico France Soir una noticia que en principio, no parecía tener mayor recorrido.
 
            El 23 de este mismo mes de abril, France Soir informaba de que un agente de la policía francesa imponía una multa de 22 euros –en el tarifario de sanciones de este riquísimo país que se llama España dudo de que exista una sola multa de circulación de importe tan nimio y despreciable- por conducir con un burka. El agente invoca una disposición del Código de circulación francés en el que se dice que “todo conductor debe mantenerse en todo momento en estado y en posición de ejecutar cómodamente todas las maniobras que le incumben”. Hasta aquí, curioso.
 
            El 25 de abril, o sea hace tres días, el mismo diario coloca en portada el siguiente titular:

            “El marido de la conductora [del burka, se entiende], en el corazón de la polémica”.

            E informa de que el señor en cuestión es sospechoso de poligamia, de extremismo (sic) y de fraude a las ayudas sociales. Todo por haberse casado con cuatro mujeres –las que, por cierto, permite el Corán, sura 4 aleya 3- que se benefician del alquiler que se llama en Francia de “pariente solitario”, y portan velo integral.
 
            Como quiera que sea, el ministro de Interior francés Brice Hortefeux, requiere del de Inmigración, Eric Besson, estudie la posibilidad de desposeer al ciudadano en cuestión de la nacionalidad francesa, la cual habría obtenido por matrimonio el año 1999.
 
            En Francia hace tiempo ya que temas como los de las vestimentas de los ciudadanos de origen extranjero dejaron de resultar divertidos, ocurrentes o servían a unos partidos para hacer campaña política contra otros y dedicarles adjetivos –ingeniosos al principio, después de cuarenta años de usarlos algo menos- relacionados todos ellos con una ideología italiana que gobernó el país transalpino entre los años 1922 y 1945. Y el tema constituye hoy uno de los más preocupantes debates de la vida nacional francesa, más que nada por la influencia que el mismo puede tener en la convivencia entre franceses y también con otros residentes en Francia de origen no francés.
 
 
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