Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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De Toni Cantó y la eutanasia

por En cuerpo y alma

 
            Tuve ocasión de seguir el sábado la entrevista que un programa de televisión realizó a uno de los diputados más originales del Congreso español, un diputado capaz de desafiar a los lobbies más temidos del país, innecesario citarlos, y reclamar cosas tan sensatas como una “ley de custodia compartida para padres separados”, o el fin de la discriminación en una ley tan necesaria por un lado, y tan injusta, sectaria e ineficaz en los términos en los que se halla actualmente formulada por otro, como lo es la Ley de protección integral contra la violencia de género. Me refiero una vez más a Toni Cantó.
 
            El diputado de UPyD por Valencia fue preguntado por la eutanasia, tema sobre el que tenía que dar una respuesta breve, casi telegráfica, emitiendo una que me dejó perplejo, al responder algo así (no son palabras literales) como que estaba a favor y que todos teníamos derecho a morir de una manera digna y sin sufrir.
 
            ¡Pero si ése, querido amigo Cantó, es un debate superado para la medicina y para la sociedad hace muchísimo tiempo! ¿Conoce Vd., o alguno de nuestros lectores, algún médico o alguna persona partidaria de morir de un manera "indigna", o sufriendo las penurias que acostumbran a acompañar los últimos momentos de nuestro efímero paso por este mundo tan maravilloso a veces?
 
            Yo no sé si cosa así fue defendida alguna vez por algún insensato, pero en este momento, semejante disparate no lo respalda nadie, absolutamente nadie. Ni desde luego quien esto firma, quien espera y pide a la providencia tener una muerte amable y a la medicina -ciencia que no nació con otra finalidad que la de aliviar los momentos aciagos de la vida humana- que le haga llevadero el trance en la medida de lo posible. Lamentablemente, sí sigue existiendo en el sistema sanitario español un déficit de medios, del que se quejan muchos profesionales, para dotar todas las unidades del dolor que serían necesarias, y ahí deberíamos ser muy combativos para que dichos medios se implementen a la mayor brevedad, y para que los médicos españoles accedan a la formación que el importantísimo tema exige, incluso creando la inexistente especialidad "medicina del dolor".
 
            Pero eso es todo. Porque aprobar una ley de eutanasia, lejos de significar la declaración del derecho a morir sin sufrir, que nadie en su sano juicio discute hoy, significa cosas muy diferentes. Cosas de las que, por cierto, tienen sobrada experiencia en Holanda, cuyos ancianos, llegado el momento de dejar de cotizar a la seguridad social y de pasar a disfrutar de sus beneficios y de su "merecida" vejez, prefieren huír literalmente del país y buscar plazas en las residencias de los países vecinos, donde se les trata con algo más de benevolencia que en casa.

            Implementar una ley de eutanasia implica otorgar a un tercero la capacidad de decidir sobre la muerte de uno, aunque ese tercero sea precisamente, el llamado a beneficiarse de la herencia y a quitarse la carga que el difuntable representa; implica cargar sobre los médicos la responsabilidad (que por cierto, casi ninguno quiere) a decidir el momento de la muerte de los pacientes; implica el derecho de una persona a exigir que los profesionales de la medicina le administren la muerte con su solo deseo, ante la sola perspectiva de una enfermedad que ni siquiera tiene porque haberse producido; implica transmitir a las personas la angustiosa sensación de que hay circunstancias en las que uno no tiene derecho a seguir viviendo ni, como vulgarmente se dice, “a seguir chupando del bote”, aunque "el bote", en este caso, sea la seguridad social que contribuyera a mantener con sus sustanciosas contribuciones a lo ancho de una larga vida de trabajo; implica, como de hecho vemos ya ocurrir en Holanda, la capacidad de decidir sobre la muerte de incapaces, -es decir discapacitados y menores de edad-, sin ni siquiera consultarles; y es el paso necesario, para implantar "la muerte obligatoria" en determinados casos, algo en lo que está mucha más gente de lo que uno pueda creer y con lo que convive en perfecta armonía (vea Vd. abajo el caso de la monja eutanasiada contra su voluntad)… Y todo ello, entre otras cosas...
 
            En esta columna hemos tratado varias veces ya los extraños e insospechados casos que una ley de eutanasia está llamada a cobijar -y de hecho, ha cobijado- en el país que es el padre de la criatura, Holanda, algunos de los cuales les invito a conocer pinchando aquí (monja eutanasiada contra su voluntad), aquí (médico eutanasista que a la hora de ser él el eutanasiado se volvió pro-vida), aquí (eutanasia retransmitida por televisión), o aquí (eutanasia a domicilio).
 
            Al Sr. Cantó, por el que siento una indudable simpatía aunque sólo sea por representar en el Congreso una rara avis y parecer valiente, le invito a informarse mejor cuando vuelva a hablar de eutanasia, para no volver a utilizar, como ya le pasó hace poco (véalo aquí si no lo recuerda), datos cuya falta de calidad tiene que reconocer después él mismo, o un lenguaje políticamente correcto del que, me consta, huye con todas sus fuerzas, algo que per se, basta para honrar al diputado por Valencia, único representante masculino, por cierto, en la Comisión de Igualdad del Congreso, lo que habla por sí solo, como él mismo señala, de la comisión en cuestión.
 
 
            ©L.A.
 
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