Viernes, 19 de abril de 2024

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De los meses del año y los dioses paganos

por En cuerpo y alma

 
            Si hace ya unos días hicimos un repaso de la relación existente entre los nombres de los días de la semana y los dioses que conmemoraban, toca hoy hacer parecido ejercicio por lo que a los meses del año se refiere.
 
            Y para empezar marzo, el Martius latino, ya que marzo fue el primer mes del año y siguió siéndolo cuando se produce la reforma del calendario que se atribuye al Rey Numa de Roma, el que sucedió al fundador Rómulo, hacia el año 713 a.C., el cual, mediante el añadido de dos meses, enero y febrero, adaptaba el año de 304 días utilizado hasta entonces al año solar utilizado a partir de entonces. Como su propio nombre indica, conmemora a Marte, igual que lo hace en la semana el día martes. Nada tiene de particular que en marzo se conmemore a Marte, dios de la guerra, pues la primavera que comienza en marzo siempre fue el mes en el que daban inicio las guerras.
 
            Abril, el Aprilis latino, es mes de inciertos orígenes por lo que a su nombre indica. Según algunos provendría del verbo latino “aperire” (abrir), quizás porque sea en abril cuando se abren las flores. Más probable es que aunque sea a través de una complicada evolución, conmemore como es lo normal en días y en meses, a un dios, en este caso una diosa, Venus, a la que al fin y al cabo se dedicaba en el mes de abril el “Festum Veneris et Fortunae Virilis” [“fiesta de Venus y de la fortuna de los varones”] precisamente a través de ese “virilis”, que daría, etimológicamente hablando, “abril”. Venus pues, como Marte, festejada en los días de la semana y en los meses del año.
 
            Mayo, el Maius latino, conmemoraría a la diosa griega Maia, la Bona Dea latina, cuya fiesta se producía precisamente en mayo. Según el poeta Ovidio, conmemoraría a los ancianos, a los maiores en definitiva, de la misma manera que junio conmemoraría a… (pero no adelantemos acontecimientos).
 
            Junio, el Iunius latino, conmemoraría a la diosa Juno, la griega Hera, esposa de Júpiter, de modo que éste sería conmemorado en la semana los jueves, y aquélla en los meses en junio. Ovidio ofrece, como hemos dicho arriba, una etimología alternativa, sosteniendo que así como mayo conmemoraría a los “maiores”, junio festejaría a los “iuniores”, esto es, los jóvenes.
 
            Julio, el Iulius latino, no conmemora otra cosa que al dios Julio César, emperador antes que dios, si bien Vd. que es sagaz lector, se preguntará inmediatamente desde cuando, pues obviamente no podía ser así antes de que el propio Julio César naciera y mejor dicho aún, que ascendiera al Olimpo de los dioses. Pues bien, de hecho, es su sucesor, el Emperador Augusto el que le otorga el honor de conceder su nombre a un mes, un mes que antes de que tal hiciera Augusto, se daba en llamar Quintilis, “el quinto”, el quinto mes naturalmente, siendo así que marzo era el primero.
 
            Agosto, el Augustus latino, conmemora, de parecida manera, al otro gran césar romano, Octavio Augusto, el cual no espera a convertirse en dios al morir, sino que se autootorga tan singular homenaje en vida, durante el año 8 d.C.. Parece ser que elige mes tal por ser el de sus grandes triunfos, entre los cuales el de Egipto. Antes de que tal sucediera, agosto era simplemente el mes Sextilis, el sexto mes en el calendario que comenzaba en marzo. Agosto, y por ende, Augusto, darán curiosamente origen a un verbo, agostar, con significado de “marchitar, hacer que se extinga algo”, que es lo que le ocurre a los campos durante el tórrido mes de agosto.
 
            Septiembre, el September latino, ya lo está viendo el lector, de “septem” (siete en latín) y “septimus” (séptimo en latín), no es otra cosa que el séptimo mes del año, siempre, claro está, teniendo a marzo por el primero.
 
            Octubre, el October latino, de “octo” (ocho en latín) y “octimus” (octavo en latín), no es sino el octavo mes del año.
 
            Noviembre, el November latino, de “novem” (nueve) y “nonus” (noveno), no es sino el noveno mes del año.
 
            Y diciembre, el December latino, de “decem” (diez) y “decimus” (décimo), no es sino el décimo mes del año, siempre contando desde marzo como primer mes del año.
 
            Y ahora sí, enero, ya que enero y febrero son los últimos meses añadidos al año romano, cosa que como hemos dicho más arriba, atribuye la leyenda al Rey Numa hacia el año 713 a.C..
 
            Enero, el Ianuarius latino, conmemora al rey Jano, el dios de la puerta de la casa (“ianua” es puerta en latín). Puede que esta coincidencia fuera debida a que finalmente, enero es el mes que abre el año, pero de ser así, habría que preguntarse qué nombre tuvo cuando no realizaba esa función y era simplemente el undécimo mes del año, algo que, según el gran historiador de Roma Theodor Mommsem, dejó de ser para convertirse en el primero, cuando al producirse las llamadas Guerras Lusitanas (155139 a.C.), el lusitano Punicus incluso entra en territorio romano y es tal la urgencia de nombrar nuevos cónsules (como se sabe en Roma se nombraban dos cónsules al año, los cuales comienzan su función con el año), que se determina adelantar el año dos meses y medio (el año entraba hasta ese momento el 15 de marzo) para poder nombrarlos. También es posible que este cambio se produjera cuando en el año 450 se inicia el llamado Decenvirato, un gobierno de diez hombres que escriben las XII Tablas, consideradas la base del Derecho Romano.
 
            Y en cuanto a febrero, el Februarius latino, proviene del dios Februus, el dios de la purificación romano, procedente de la mitología etrusca, cuyas fiestas de la expiación o de la purificación tenían lugar precisamente hacia el 15 de este mes, asociado generalmente al dios Fauno.
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
 
 
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