Viernes, 29 de marzo de 2024

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De las Siete Palabras que Jesús pronuncia en la cruz

por En cuerpo y alma

 
 
            Si bien alguno podría esperar que aquello a lo que se da en llamar las “Siete Palabras” de Jesús en la cruz fueran lo que en español se llaman, efectivamente, siete palabras, es decir, siete morfemas, la realidad es que se trata más bien de siete coloquios que, de hecho y según la traducción que realiza la Biblia de Jerusalén en español, dan para cincuenta palabras y ni siquiera para siete frases, sino para ocho (una de las “palabras” se compone de dos frases de Jesús).
 
            En su recopilación y publicación participan los cuatro evangelistas, con la particularidad de que sólo una de esas “palabras” es recogida por dos de ellos, mientras que las otras seis lo son sólo por uno. Así las cosas, Mateo y Marcos aportan una, que es en realidad la misma, Lucas tres, y Juan otras tres, una de ellas compuesta, como se ha dicho, de dos frases.
 
            La que Mateo y Marcos aportan al unísono tiene la particularidad, además, de venir recogida en la versión aramea en la que fue pronunciada por Jesús, eso sí, acompañada de su traducción al griego, lo que es así porque, de otra manera, no podría comprenderse el episodio al que da lugar.
 
            Dicho todo lo cual, exponemos para Vds. las “Siete Palabras” en el orden en el que pudieron ser pronunciadas.
 
 
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas)
 
            “Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» Se repartieron sus vestidos, echando suertes” (Lc. 23, 33-34).
 
 
“Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas)
 
            Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» Pero el otro le increpó: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»” (Lc. 23, 39-43).
 
 
“Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre” (Juan)
 
            “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn. 19, 25-27).
 
 
“¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?” (Mateo y Marcos)
 
            “Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.» (Mt. 27, 47-48)
 
            “A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?», -que quiere decir- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.» (Mc. 15, 34-35).
 
 
“Tengo sed” (Juan)
 
            “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»” (Jn. 19, 28)
 
 
“Todo está cumplido” (Juan)
 
            “Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu” (Jn. 19, 29-30).
 
 
“Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lucas)
 
            Era ya cerca de la hora sexta cuando se oscureció el sol y toda la tierra quedó en tinieblas hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu.» Y, dicho esto, expiró” (Lc. 23, 44-46).
 
            En estas dos últimas, que debemos una a Juan y otra a Lucas, concurre una nueva circunstancia: las dos claman ser la última que Jesús pronuncia. Juan añade: "E inclinando la cabeza entregó el espíritu”. Lucas añade: "Y, dicho esto, expiró”. Obviamente, sólo una de las dos pudo ser la última y la otra hubo necesariamente de precederla. Una de esas muchas discrepancias entre evangelios y evangelistas que lejos de invalidarlos, los confirman como obra humana, con todas sus limitaciones y hablan de su fiabilidad histórica lejos de toda manipulación o intencionalidad bastardas.
 
            Y bien, amigos, poco más por hoy, a no ser desearles que, como siempre, hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. También, o precisamente, tal día como hoy, viernes santo.
 
 
 
            ©L.A.
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