Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

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De Evo Morales, su mesiánica proclamación en Tihuanaco y su catolicismo

por Luis Antequera

     

             Tras resultar vencedor en las elecciones del pasado 6 de diciembre, Evo Morales se investirá presidente de su nación en una original ceremonia que llevará a la práctica en el templo preincaico de Tiwanaku o Tihuanaco. Ceremonia tal ya se practicó en su primera toma de poder en el año 2006, si bien en esta ocasión adquirirá un rango más ceremonial y solemne, y le investirá, según informó a la radio estatal Patria Nueva el antropólogo boliviano Jorge Miranda, como guía espiritual de los pueblos indígenas, una titulación que según el mismo comentarista, “denota una profunda sabiduría para guiar al pueblo”, pero que a uno se le antoja manifestación extemporánea de una suerte de caudillaje semi-mesiánico, dudosamente compatible con la autoridad de la que inviste la democracia.

 

            Todo ello pone sobre la mesa un tema antiguo que es objeto de debate en su propio país, cual es el de la religiosidad que observa el hoy presidente de la República de Bolivia, por cierto, llamada así en honor al libertador Bolívar, cuyo vasco apellido viene a significar algo así como “valle del molino”, lo que convertiría a la hispana república en una especie de República del Valle del Molino.

 

            Anécdotas etimológicas aparte, y más allá de que algunos sostengan que no existen los registros que demuestran su afirmación, parece que el Sr. Morales se declara católico en un país donde un alto porcentaje de la población se declara tal. Lo que no obsta para que determinados cultos ancestrales, el famoso de la Pachamama en el que ilustres autores han querido encontrar el culto original entre otros, registren aún hoy significativa incidencia, hasta el punto de ser observado por el mismísimo presidente de la nación:

 

            “Yo soy católico, pero también creo en la religión originaria, en la madre tierra, la Pachamama. Esta religión originaria ha convivido históricamente con la Iglesia Católica, cómo se puede olvidar eso. Si un día tengo que casarme, ojalá el Papa acepte hacerme casar”.

 

            Con ocasión de la aprobación de la nueva constitución boliviana en 2009, los bolivianos introdujeron en la misma un concepto nuevo para el constitucionalismo boliviano cual era el del estado aconfesional, siendo como era el anterior confesionalmente católico.

 

            “Artículo 4. El Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones. El Estado es independiente de la religión”

 

            Aunque la formulación es extraña –no creo que muchas constituciones del mundo hagan referencia a un concepto tan extraño jurídicamente hablando como el de la cosmovisión-, hasta ahí poco es lo que se puede reprochar al Sr. Morales, pues la de la aconfesionalidad –de la que es buen ejemplo el artículo 16.3 de la Constitución española- es la línea que impera en el moderno derecho constitucional y en la que hasta la Iglesia, fiel al principio de las dos espadas tan antiguamente formulado, se desenvuelve con total naturalidad.

 

            Cosa distinta es la actitud del presidente de la nación con la Iglesia católica, a la que ha prodigado durísimas acusaciones, y con la que se enfrenta hoy día a cuenta del sistema educativo. Un conflicto en el que el presidente aimara parece destilar un tufillo de laicismo anticristiano que puede terminar redundando en limitaciones al derecho a la libre educación proclamado en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 que incluye el derecho de los padres a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos” (art. 26. 3).

 

            Volviendo al inicio de este artículo, con ceremonia tihuanaca o sin ella, con juramento o sin él, elevemos preces por el éxito de la segunda presidencia del Sr. Morales. La vida política boliviana se ha visto salpicada desde el mismo nacimiento de la república por demasiados cataclismos. Baste señalar que hasta hace pocos años eran más los golpes de estado sufridos por la República que sus años de vida. El Sr. Morales, digno representante de su pueblo, tiene la ocasión –y el deber inexcusable- de gobernar con generosidad y magnanimidad, atendiendo a los intereses de todos y sin revanchismos ni resentimientos. Tampoco hacia la Iglesia. Ojalá sepa hacerlo. La nación hermana que es Bolivia, lo necesita tanto como lo merece.

 

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