Martes, 16 de abril de 2024

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De esos románticos animalitos que se juran amor eterno

por En cuerpo y alma

 
 
            Aunque uno se imagina siempre a los animales fornicando “como conejos” (¿a quién le deberemos tan ingeniosa expresión?) después de terribles peleas entre machos que dejan tanto a vencedor como a vencido marcados de por vida con horribles cicatrices como las que adornan el pellejo de acero de los hipopótamos, lo cierto es que las historia de amor deben mucho a la zoología, y existen especies que alimentan historias de amor bonitas como la que más. Me propongo contarles algunas aquí.
 
            Un caso singular es el del caballito de mar. Muchos de Vds. habrán observado alguna vez su precioso baile ceremonial en el que entrelazan las colas y que, al decir de algunos, puede durar hasta ocho horas, tras el cual el macho deja caer su líquido seminal al exterior del que la hembra se sirve para fecundar sus huevos. Después las hembras trasplantan sus huevos al marsupio del que disponen los machos, que son, queridos amigos, los que los incuban durante un período que va de los 10 días a los 40, dependiendo de las especies y de la temperatura del mar. Pasado este plazo, el macho “da a luz” en un proceso agotador que dura varias horas, en el que contrae su cuerpo para hacer presión y liberarlas, mientras se agarra firmemente con la cola a un soporte fijo. Se dice que cuando muere la pareja, el “cónyuge supérstite” la acompaña al poco por muerte de amor.
 
            No menos romántico es el comportamiento de la cigüeña. El nido, de un diámetro superior al metro y una profundidad que puede alcanzar los dos, de hasta 250 kilos de peso, es elegido por el macho, y en él anida siempre la misma pareja, que tiende, en la medida de lo posible, a conservarlo cada año. Entre las cigüeñas existe una cierta promiscuidad en la juventud, semejante al noviazgo humano, pero al igual que hacen con el nido, una vez eligen pareja la conservan para el resto de su vida. Un amigo mío muy querido le escribió este soneto a su mujer cuando la pidió en matrimonio.
 
¿Sabías niña de mi corazón
que desde que son pero muy pequeños
las gráciles cigüeñas y cigüeños
lealtad se juran y leales se son
 
y en forma tan alta de relación
ellas hallan dueños y ellos hallan dueñas
y cual pareja eterna uno hacen sus sueños
y nada turba tan perfecta unión?
 
¿No lo encuentras mi amor extraordinario?
Pues bien mi bien, no sé si lo sabías
mas quiero seas mi dueña y ser tu dueño
 
y tan imprescindible y necesario
en tus tardes, tus noches y tus días
cual para la cigüeña es, en su nido, su cigüeño.
 
            Ninguna historia, sin embargo, como la que cuentan de los peces espada en el sur de Italia. Existe en Calabria y en Sicilia una pesca antiquísima que tiene lugar cuando entre los meses de abril y octubre, el pez espada atraviesa el Estrecho de Mesina que separa la Italia peninsular de la bellísima isla de Sicilia. Allí le están esperando unas barcazas muy características llamadas “feluca” (“feluche” en el plural) con un palo a modo de mástil gigantesco y desproporcionado que no tiene otra finalidad que la de que uno de los pescadores se suba a él para otear el horizonte y descubrir la llegada de los espadartes. Estos vienen, según se dice en Italia, siempre emparejados, un macho y una hembra. Se trata de una de esas extrañas especies donde la hembra es más grande que el macho. Pues bien, existe entre los pescadores calabreses y sicilianos la leyenda, vaya Vd. a saber hasta qué punto basada en la realidad, probablemente mucho, de que hay que atacar primero a la hembra, porque de hacerlo así, el macho guarda el apesadumbrado luto y se lo pesca también, en tanto que si se hace al revés, la hembra sale disparada y no hay quien la pesque. Algunos dirán: real como la vida misma, no creo que sea así, pero en las cosas del amor, a hombres y a mujeres siempre gustó más jugar el papel de víctima que el de verdugo. ¿A que sí?
 
            Y bien queridos amigos, esto es todo por hoy. Que hagan mucho bien y no reciban menos. Eso es también hoy lo que les deseo. Mañana más.
 
 
 
            ©L.A.
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