Viernes, 19 de abril de 2024

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Curar en sábado no es pecado. Despreciar la ley de Dios sí lo es. San Hilario

Curar en sábado no es pecado. Despreciar la ley de Dios sí lo es. San Hilario

por La divina proporción

Es curioso, pero últimamente leo y escucho a algunas personas indicando que Dios quiere que despreciemos su Ley y lo fundamentan en el pasaje evangélico de la curación en sábado, por parte de Cristo. Nos dicen que la letra está muerta y que lo bueno es olvidarla lo antes posible. Lo duro no es que te digan esto personas sin fe, sino que te lo digan personas que se presentan como cristianos formados y comprometidos. Personas que tienen en su boca la palabra misericordia, hasta el momento que les contradices con razones y caridad. En ese momento te acusan de todo tipo de barbaridades. ¿Qué nos pasa? ¿Hemos perdido el norte? Leamos lo que San Hilario nos indica:

Dios ¿trabaja en día de sábado? Ciertamente que sí, porque si no fuera así el cielo desparecería, la luz del sol se apagaría, la tierra perdería consistencia, faltaría vigor a todos los frutos y se acabaría la vida. De hecho, no hay ninguna tregua; tanto el sábado como durante los otros seis días, los elementos del universo siguen cumpliendo su función. Es a través de ellos que el Padre actúa en todo momento, pero lo hace en el Hijo nacido de Él y por quien todo se ha hecho... Por el Hijo se prosigue la acción del Padre en día de sábado. Y, por consiguiente, en Dios no hay descanso puesto que ningún día cesa la obra de Dios. 

Así es la acción de Dios. Pero ¿en qué consiste su descanso? La obra de Dios es la obra de Cristo. El descanso de Dios, es Dios, es Cristo, porque todo lo que pertenece a Dios está realmente en Cristo hasta el punto que el mismo Padre  descansa en él. (San Hilario. Tratado sobre el salmo 91, 3,4-5,7) 

¿Qué le pasó a Cristo en la Sinagoga? Al hacer el milagro, Cristo hizo presente a Dios a través de una curación. Muchos judíos miraron esta acción como contraria al deseo de Dios de no trabajar en sábado. Pero ayudar a quien lo necesita ¿No es santificar de forma maravillosa la fiesta del sábado? San Hilario lo tiene claro y nos indica que: “el Hijo se prosigue la acción del Padre en día de sábado. Y, por consiguiente, en Dios no hay descanso puesto que ningún día cesa la obra de Dios”. Dicho esto, ¿hubiera sido lícito dedicarse a despreciar a Dios en sábado? Sin duda no es lícito despreciar a Dios en ninguna ocasión. Dicho de forma simple: Dios es Amor, caridad. Hacer presente a Dios en el sábado es santificarlo con plenitud. Entonces comprendemos que Cristo mismo nos dijo: No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir en plenitud (Mt 5, 17). 

No cabe duda que “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc 2, 27), el sábado se hizo para que el ser humano tuviera oportunidad de dejar los trabajos cotidianos y pudiera hacer presente a Dios en su vida. La ley de Dios se cumple con plenitud cuando le damos sentido coherente y ponemos a Dios en nuestras acciones. Dicho esto ¿Qué sentido tiene que vayamos diciendo que cumplir la ley de Dios es algo terrible? ¿No se puede ver el rabillo del maligno detrás de esta tergiversación de la Palabra de Dios? Este rabillo se ve mucho más claro cuando quien nos llama a olvidar la Ley de Dios utiliza al Papa o cualquier otra escusa, para imponernos su agnosticismo-pseudo cristiano. ¿Por qué agnosticismo? Porque su tesis se basa en que Dios está tan lejos y es tan indiferente, que le da igual lo que hagamos. 

Cada día es una oportunidad de poner al Señor como centro de nuestra vida: “Es a través de ellos [los días de la semana] que el Padre actúa en todo momento, pero lo hace en el Hijo nacido de Él y por quien todo se ha hecho...”. San Hilario nos da la clave: hacer presente a Cristo por medio de la práctica de las virtudes y de la oración. Hacer presente a Cristo siendo dóciles a la Voluntad de Dios. Hacer presente a Cristo, simplemente, haciendo vivo testimonio de la Ley que nos entregado. La letra por sí sola está muerta, no cabe duda, porque necesita que nosotros la encarnemos y la vivamos en unidad con nuestros hermanos y con el Señor. 

Todo esto se resume en algo muy sencillo: vivir con santidad cada una de las circunstancias de nuestra vida. Dejar las tentaciones del maligno a un lado y concentrarnos ser símbolos vivos de Cristo. No hay mejor forma de evangelizar que viviendo el Evangelio completo y fielmente.
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