Carlos Danés, 26 años; tras encontrar a Dios: «No sabía si ser sacerdote o monje»
Compositor, joven y de éxito: «Todo aquello que carezca de voluntad espiritual es una acción vacía»
San Maximiliano Kolbe solía aconsejar a sus hermanos frailes de aquella impresionante ciudad de periodistas que fundó llamada Niepokalanów que no firmaran nada que no hubiera firmado la Virgen. Puede que ocurra algo similar con el siguiente protagonista, pero, esta vez, desde la música y con Jesús como "el autor" de sus obras.
Carlos Danés tiene 26 años, es español, pianista, compositor y utiliza la música como medio para obtener un sentido que llene su vida y que le permita servir a Dios. El joven ha concedido recientemente una entrevista al diario ABC, donde asegura que "su referente en la vida es Jesús, y cuando tiene alguna duda siempre se pregunta qué haría Él en su lugar".
"Tras una crisis existencial..."
A Danés le gustaba cantar y bailar desde que era muy pequeño. Cuando tenía tan solo ocho años empezó a recibir clases de música. "Mis padres me apuntaron porque era un niño muy inquieto. Era una actividad enfocada a mi relajación y concentración, pero no fui consciente hasta mi adolescencia, al saber lo que era el amor, el desamor, la tristeza, la alegría, el desengaño, cuando empecé a comprender realmente la música. Pero, eso tiene sus peligros", explica Danés.
Carlos Danés ha fundado una asociación para ayudar a músicos jóvenes con talento.
El niño se empezó a hacer mayor y llegaron las preguntas y, también, la falta de respuestas. "Mientras eres joven, eres soñador, te montas una película de lo que crees que es la música y piensas en la fama, conseguir engañar a alguna chica, potenciar tu inteligencia. Hoy en día mi postura es distinta", explica.
Danés completó los diez años en el conservatorio y luego pasó cuatro estudiando la carrera en la Universidad. Después de todos éxitos iba a alcanzar otro muy importante para él. "Tuve una crisis existencial y me convertí al cristianismo. Después de tener una experiencia con Dios, decidí irme a Suiza a estudiar un año teología, filosofía y antropología, para intentar ver dónde tenía una dirección sobre la cual construir mi fe", relata.
Refugio de esperanza
A raíz de aquello, su vida cambió y empezó a buscar la vocación. "A veces me he cuestionado si ser sacerdote, monje o dedicar mis fuerzas a transmitir el Evangelio a través de la música y el arte. Dudas en la vida siempre hay. Por ahora estoy bien como músico, pero si Dios precisa otra cosa de mí, me lo hará saber", asegura el joven.
En este sentido, a la pregunta de la periodista sobre el celibato, Danés ofrece su visión. "Para mí la castidad entendida como una virtud que propulsa al ser humano a realizar actos conservando una pureza, es decir, realizar actos con una disposición de verdadero amor (ojo que esto no es fácil), es una meta a la que llegar, sin duda. No solo en el ámbito de la sexualidad, que es con lo que la mayor parte de la gente lo relaciona, sino en todos los ámbitos", explica.
Carlos Danés, que tiene actualmente como pareja a "una chica maravillosa, con mucho talento y con mucho amor dentro de ella", se suele refugiar en la Biblia cuando necesita ayuda. "Es una de las fuentes principales donde los cristianos encuentran un camino directo al encuentro con Dios. Para mí la Biblia y en concreto los Evangelios son un refugio de inspiración, esperanza y fortaleza", comenta.
Aquí puedes ver una de las piezas de Carlos Danés.
Pero, si algo ilusiona a Danés hoy en día es el pequeño proyecto que ha emprendido con un grupo de seis amigos: la Asociación Artística de Música Callada. "'Música callada, soledad sonora…', es un poema de San Juan De la Cruz. Tiene una connotación religiosa porque para mí cualquier arte o cualquier acción que carezca de una voluntad espiritual es una acción vacía", asegura el joven. La asociación se dedica a ayudar a jóvenes talentosos a alcanzar sus metas dentro de la música.
El joven termina la entrevista recordando su mayor logro musical. "Pude estrenar en el Auditorio Nacional de Madrid dos obras mías (...). La segunda pieza acababa con un solo de una soprano que se mete de repente en el concierto con el himno de San Francisco de Asís, que hace una alabanza a las criaturas del mundo", concluye.