Martes, 08 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Pide que cada católico resista como los vandeanos contra la Revolución Francesa

Sarah denuncia las «columnas infernales» y el «terrorismo del pensamiento» contra Dios y la familia

El cardenal Sarah pidió que todos los católicos emulen el heroísmo espiritual, interior y exterior, de los combatientes y mártires vandeanos.
El cardenal Sarah pidió que todos los católicos emulen el heroísmo espiritual, interior y exterior, de los combatientes y mártires vandeanos.

C.L. / ReL

El pasado sábado, el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, estuvo presente en el 700º aniversario de la fundación de las diócesis francesas de Luçon y Maillezais, pertenecientes a la histórica región de la Vendée. 


El cardenal Sarah hizo un alto en Saint-Laurent-Sur-Sèvres para rezar ante la tumba de San Luis María Grignion de Montfort.

En esa región del noroeste francés tuvo lugar entre 1793 y 1794 una sublevación católica contra la Revolución Francesa ante la cual las autoridades del Terror aplicaron un auténtico genocidio contra los insurrectos.


El cardenal Sarah, en el gran campo temático sobre la Vendée de Puy du Fou, junto al joven cantautor francés Vianney, que cuenta ya con dos discos de platino. Foto: Le Salon Beige.

También se celebraba el cuadragésimo aniversario del cercano parque temático de Puy du Fou que conmemora esos hechos, fundado en 1977 por el político conservador francés Philippe Devillers, autor además de una novela histórica en torno a uno de los héroes de esa gesta, el general Charette.


El cardenal Sarah asiste al espectáculo en Puy du Fou junto a Philippe Devillers y el abad del monasterio de Fontgombault, Jean Pateau. Fuente: Le Salon Beige.

En la homilía de la misa celebrada con esta ocasión, recogida por Infocatólica en traducción de María Arratíbel, el cardenal Sarah no ahorró elogios al heroísmo de los vandeanos, a su significación para la fe y a su sentido como modelo para los católicos de hoy ante el poder que exhiben los nuevos enemigos de Dios y del ser humano.

Posteriormente, en la homilía del domingo, insistió en todos estos puntos, en una llamada a resistir sin miedo a la pretensión de eliminar a Dios de la vida social.


El cardenal Sarah, con las carmelitas de Luçon. Fuente: @Card_R_Sarah

Trescientos mil hombres, mujeres y niños fueron víctimas del Terror "porque rechazaban la mentira de la ideología atea", afirmó el carenal: "Con su sacrificio impidieron que la mentira de la ideología se erigiera en maestra. Gracias a los vandeanos, la Revolución ha tenido que quitarse la máscara y revelar su rostro de odio hacia Dios y hacia la fe. Gracias a los vandeanos, los sacerdotes no se convirtieron en los esclavos serviles de un estado totalitario y pudieron ser los servidores libres de Cristo y de la Iglesia", añadió en referencia al juramento de la Constitución Civil del Clero que el nuevo régimen quiso obligar a prestar a todos los obispos y sacerdotes, condenando a las peores condenas a los llamados refractarios.


La guerra de la Vendée, de Alberto Bárcena, ofrece toda la documentación sobre la intensidad del genocidio de las autoridades de la Revolución Francesa contra la sublevación de la región en defensa de la fe y de la Iglesia y, como subraya el cardenal Sarah, por amor a sus sacerdotes.

Hoy hay otros enemigos, señaló el prelado guineano: "Frente a la dictadura del relativismo, frente al terrorismo del pensamiento que, de nuevo, quiere arrancar a Dios del corazón de los niños, necesitamos reencontrar la frescura de espíritu, la simplicidad alegre y ardiente de estos santos y mártires".

"¿Quién se levantará hoy por Dios?" como entonces, se preguntó: "¿Quién se enfrentará a los modernos perseguidores de la iglesia? ¿Quién tendrá el coraje de levantarse sin otras armas que el rosario y el Sagrado Corazón, para enfrentarse a las columnas de la muerte de nuestro tiempo que son el relativismo, el indeferentismo y el desprecio de Dios? ¿Quién dirá a este mundo que la única libertad por la que merece la pena morir es la libertad de creer?".

Tras denunciar las "columnas infernales" de "los campos de exterminio nazis, los gulag comunistas o la barbarie islamista", Sarah destacó que "la ideología de género, el desprecio de la fecundidad y de la fidelidad son los nuevos slogans de esta revolución. Las familias son hoy como otras Vendées a las que hay que exterminar. Se planifica metódicamente su desaparición, como se hizo en otro tiempo en la Vendée.  Estos nuevos revolucionarios se inquietan frente a la generosidad de las familias numerosas. Se burlan de las familias cristianas porque ellas encarnan todo lo que ellos odian. Están dispuestos a lanzar sobre África nuevas 'columnas infernales' para presionar a las familias e imponerles la esterilización, el aborto y la anticoncepción".

Frente a todo ello, pidió una "nuestra vida personal, de oración y de adoración": "Es tiempo, hermanos míos, de rebelarnos contra el ateísmo práctico que asfixia nuestras vidas. ¡Oremos en familia, pongamos a Dios en primer lugar! ¡Una familia que reza es una familia que vive! ¡Un cristiano que no reza, que no sabe dejar sitio a Dios a través del silencio y la adoración, acaba muriendo!".

"Todo cristiano es espiritualmente un vandeano", concluyó. 

Homilía del cardenal Sarah en la misa de víspera del domingo XIXº del tiempo ordinario (13 de agosto de 2017)
Hermanos:
 
Ofrecemos esta noche el sacrificio de la misa por el descanso de todos los benefactores de Puy du Fou fallecidos desde el comienzo de esta bella obra hace cuarenta años.
 
Por vuestro trabajo, todos los que hoy estáis aquí congregados, despertáis cada tarde la memoria de este lugar. El castillo de Puy du Fou, ruina dolorosa, abandonada por los hombres, se alza como un grito hacia el cielo. Con las entrañas abiertas, recuerda al mundo que, frente al odio por la fe, un pueblo se levantó: ¡El pueblo de la Vendée!
 
Queridos amigos, dando vida a estas ruinas, cada noche, dais vida a los muertos. Dais vida a todos aquellos vandeanos muertos por su fe, por sus iglesias y por sus sacerdotes.
 
Vuestra obra se eleva subre esta tierra como un canto que lleva consigo el recuerdo de los mártires de la Vendée. ¡Hacéis revivir a esos trescientos mil hombres, mujeres y niños, víctimas del Terror! Dais voz a aquellos a quienes se quiso silenciar, ¡porque rechazaban la mentira de la ideología atea! ¡Rendís homenaje a aquellos a quienes se pretende ahogar en el olvido porque rechazaban que se les arrancara la libertad de creer y de celebrar la misa!
 
Os lo digo solemnemente: vuestro trabajo es justo y necesario. Con vuestro arte, vuestros cantos, vuestras proezas técnicas, ofrecéis al fin una digna sepultura a todos esos mártires a los que la Revolución quiso dejar sin tumbas, abandonados a los perros y los cuervos. Vuestro trabajo es más que una obra simplemente humana: es como la obra de una Iglesia.
 
¡Vuestro trabajo es necesario, especialmente en nuestro tiempo, que parece embobado! Frente a la dictadura del relativismo, frente al terrorismo del pensamiento que, de nuevo, quiere arrancar a Dios del corazón de los niños, necesitamos reencontrar la frescura de espíritu, la simplicidad alegre y ardiente de estos santos y mártires.
 
Cuando la Revolución quiso privar a los vandeanos de sus sacerdotes, todo un pueblo se sublevó. ¡Ante los cañones, estos pobres solo tenían sus bastones! ¡Frente a los fusiles, sólo poseían sus hoces! ¡Frente al odio de las columnas infernales, sólo presentaban su rosario, su oración y el Sagrado Corazón bordado en su pecho!
 
Hermanos, los vandeanos simplemente pusieron en práctica lo que nos enseñan las lecturas de hoy. Dios no está en el trueno ni los relámpagos, no está en el poder o el ruido de las armas, ¡se esconde en la brisa ligera!
 
Frente al despliegue planificado y metódico del Terror, los vandeanos sabien bien que serían aplastados. Sin embargo, ofrecieron cantando su sacrificio al Señor. Fueron esa brisa ligera, brisa aparentemente barrida por la poderosa tempestad de las “columnas infernales”.
 
Pero Dios estaba allí. ¡Su poder se reveló en la debilidad! La historia –la verdadera historia- sabe que en el fondo los campesinos vandeanos triunfaron. Con su sacrificio impidieron que la mentira de la ideología se erigiera en maestra. Gracias a los vandeanos, la Revolución ha tenido que quitarse la máscara y revelar su rostro de odio hacia Dios y hacia la fe. Gracias a los vandeanos, los sacerdotes no se convirtieron en los esclavos serviles de un estado totalitario y pudieron ser los servidores libres de Cristo y de la Iglesia.
 
Los vandeanos oyeron la llamada que Cristo nos lanza en el Evangelio de hoy: “¡Confiad! ¡Soy yo, no temáis!” Cuando rugía la tempestad, cuando la barca hacía aguas por todas partes, no tuvieron miedo…tan seguros estaban de que, más allá de la muerte, el Corazón de Jesús sería su única patria.
 
Hermanos míos, los cristianos necesitamos ese espíritu de los vandeanos. ¡Necesitamos ese ejemplo! ¡Como ellos, tenemos que abandonar nuestros campos y cosechas, dejar sus surcos, para combatir no por intereses humanos, sino por Dios!
 
¿Quién se levantará hoy por Dios? ¿Quién se enfrentará a los modernos perseguidores de la iglesia? ¿Quién tendrá el coraje de levantarse sin otras armas que el rosario y el Sagrado Corazón, para enfrentarse a las columnas de la muerte de nuestro tiempo que son el relativismo, el indeferentismo y el desprecio de Dios? ¿Quién dirá a este mundo que la única libertad por la que merece la pena morir es la libertad de creer?
 
Como nuestros hermanos vandeanos de otro tiempo, estamos llamados hoy a dar testimonio, es decir, ¡al martirio! Hoy en Oriente, en Pakistán, en África, nuestros hermanos cristianos mueren por su fe, aplastados por las columnas del islamismo perseguidor.
 
Y tú, pueblo de Francia, tú, pueblo de la Vendée, ¿cuándo te levantarás con las armas pacíficas de la caridad y la oración para defender tu fe? Amigos, la sangre de los mártires corre por vuestras venas, ¡sed fieles! Somos todos espiritualmente hijos de la Vendée mártir. Incluso nosotros, los africanos, que hemos recibido tanto de los misioneros vandeanos que vinieron a morir entre nosotros para anunciar a Cirsto. Debemos ser fieles a su herencia.
 
Las almas de estos mártires nos rodean en este lugar. ¿Qué nos dicen? ¿Qué quieren transmitirnos? Para empezar su coraje. Cuando se trata de Dios no hay otro compromiso, ¡el honor de Dios no se disputa! Y ello debe empezar por nuestra vida personal, de oración y de adoración. Es tiempo, hermanos míos, de rebelarnos contra el ateísmo práctico que asfixia nuestras vidas. ¡Oremos en familia, pongamos a Dios en primer lugar! ¡Una familia que reza es una familia que vive! ¡Un cristiano que no reza, que no sabe dejar sitio a Dios a través del silencio y la adoración, acaba muriendo!
 
Del ejemplo de los vandeanos debemos también aprender el amor al sacerdocio.Se rebelaron porque sus “buenos curas” eran amenazados.
 
Vosotros, los más jóvenes, si sois fieles al ejemplo de vuestros mayores, ¡amad a vuestros curas, amad el sacerdocio! Debéis preguntaros: ¿Y yo, soy llamado a ser sacerdote, siguiendo a aquellos buenos curas martirizados por la Revolución? ¿Tendré la valentía de dar mi vida por Cristo y mis hermanos?
 
Los mártires de la Vendée nos enseñan además el sentido del perdón y la misericordia. Ante la persecución, ante el odio, guardaron en el corazón el deseo de la paz y el perdón. Recordad cómo el general Bonchamp liberó a cinco mil prisioneros solo unos minutos antes de morir. Sepamos enfrentar el odio sin resentimiento y sin acritud. ¡Somos el ejército del Corazón de Jesús y como él queremos estar llenos de dulzura!
 
Finalmente, de los mártires vandeanos, necesitamos aprender el sentido de la generosidad y el don gratuito. Vuestros ancestros no se batieron por sus intereses, no tenían nada que ganar. Nos dan hoy una lección de humanidad. Vivimos en un mundo marcado por la dictadura del dinero, del interés, de la riqueza. El gozo del don gratuito es despreciado y objeto de burla en todas partes. Sin embargo, solamente el amor generoso, el don desiteresado de la propia vida pueden vencer el odio por Dios y los hombres que es la matriz de toda revolución. Los vandeanos nos enseñaron a resistir estas revoluciones. Nos mostraron que frente a las columnas infernales, como frente a los campos de exterminio nazis o los gulags comunistas, ante la barbarie islamista, solo hay una respuesta posible: el don de sí, de toda la vida. ¡Solo el amor puede vencer el poder de la muerte!
 
Todavía hoy, tal vez más que nunca, los ideólogos de la revolución pretenden destruir el lugar natural del don de sí mismo, de la generosidad gozosa y del amor. Estoy hablando de la familia.
 
La ideología de género, el desprecio de la fecundidad y de la fidelidad son los nuevos slogans de esta revolución. Las familias son hoy como otras Vendées a las que hay que exterminar. Se planifica metódicamente su desaparición, como se hizo en otro tiempo en la Vendée.  Estos nuevos revolucionarios se inquietan frente a la generosidad de las familias numerosas. Se burlan de las familias cristianas porque ellas encarnan todo lo que ellos odian. Están dispuestos a lanzar sobre África nuevas “columnas infernales” para presionar a las familias e imponerles la esterilización, el aborto y la anticoncepción. ¡África resistirá como hizo la Vendée! Por todas partes las familias deben ser como la punta de lanza de esta revuelta contra la nueva dictadura del egoísmo.
 
En adelante, en el corazón de cada familia, de cada cristiano, de cada hombre de buena voluntad, debe librarse una “Vendée interior”. ¡Todo cristiano es espiritualmente un vandeano! No dejemos que se ahogue en nosotros el don generoso y gratuito. Sepamos, como los mártires de la Vendée, extraer este don de su fuente: el Corazón de Jesús.
 
¡Oremos para que una poderosa y alegre Vendée interior se alce en la Iglesia y en el mundo!
 
Amén.
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