Ya en los cines de España la película épica sobre el ejército campesino católico de La Vendée
Lo indecible, lo impensable: la clave de «Vencer o morir», más allá de pistolas y batallas
Ya está en los cines españoles Vencer o Morir, la película sobre la guerra de la Vendée, de campesinos monárquicos y católicos contra la República francesa, centrada en su líder Charette.
Es la primera película de Puy du Fou Films y nació pensando ser un documental con escenas de acción, pero pronto se convirtió en toda una película clásica con trama, acción, combates, y giros.
Los espectadores a partir de 11 años pueden verla y disfrutar de las pistolas de un solo tiro, los ejércitos de campesinos con horcas y guadañas, los elaborados pañuelos al cuello, anchos sombreros con plumas, y mucho detalle en casas, muebles y enseres (hay muebles específicos para dejar la casaca).
Como en Braveheart o en las películas sobre la Cristiada, sabemos que militarmente los héroes pierden.
La película dura 100 minutos, no tiene escenas de sexo ni romance más allá de algunas sonrisas insinuantes, su violencia es vigorosa pero sin mostrar sangre ni mutilaciones. Hay combates cuerpo a cuerpo, pero no vemos casi movimientos de tropas, estrategias, tácticas... Los jinetes disparan sus pistolas (el protagonista Hugo Becker contaba a ReL que lo hacía en persona, sin dobles), pero sin maniobras de caracola, ni despliegue de filas de infantería.
Los campesinos sacan a Charette de su castillo y lo hacen jefe
Una hueste de campesinos acude a buscar a Charette a su castillo. Es un marino joven pero ya retirado. Lo ponen al frente. Pronto ve que en campo abierto los campesinos huyen, así que establece una guerra de guerrillas y usa el bosque como base. La película nos presenta a su grupo de partidarios, incluyendo un par de guerreras con pistola y caballo que existieron realmente, su cura, el abbé Remaud, con quien se confiesa, sus líderes de distintos orígenes...
Es una película histórica, más que de aventuras. Al contrario que con Robin Hood, su fray Tuk y su Pequeño John, aquí no se profundizará en el grupo y sus reacciones, más allá del dolor compartido cuando los republicanos matan a sus seres queridos, esposas o hijos.
No es una película de aventuras, no hay hazañas o infiltraciones, no hay duelos, sólo al final hay persecuciones. El protagonismo lo comparten los hechos históricos que hay que contar en orden, año tras año, y, pasado el primer tercio de la película, la psicología de Charette, con sus dudas y heridas.
Charette cabalga pistola en mano y le sigue su grupo, cura incluido.
Charette: un amante de la libertad
Una voz en off, la voz de Charette que recuerda, nos da acceso a sus sentimientos y los acontecimientos históricos. "La Revolución prometía un mundo mejor", recuerda con decepción. "Yo combatí por la libertad en América", dice, mostrándose como un defensor de la libertad ahora para los vandeanos y franceses.
El factor religioso queda claro enseguida. Al poco de empezar el film, una misa clandestina de campesinos en el bosque nos muestra que la República, que había expulsado a todas las congregaciones religiosas, perseguía a los curas que no juraban la Constitución, que en la Vendée fueron casi todos. El pueblo huía de los curas colaboracionistas con el nuevo régimen: "Sirves al diablo", le gritan a un cura que apoya el servicio militar obligatorio.
Charette se siente llamado a la acción, pero también siente su inadecuación: son "un puñado de labradores, yo soy marino". Pero irá encontrando el ingenio y el criterio y logrará grandes victorias. Más allá de las tropas, Charette el narrador constata: "Somos una idea".
La represión cruel que la Francia republicana querría invisibilizar
En primavera de 1793 Charette consigue grandes victorias que parecían imposibles, pero en otoño llega la derrota de la mayor parte del llamado Ejército Católico y Real. Enseguida la represión republicana se ensaña contra civiles, esposas, adolescentes...
En 1794 los militares republicanos hablan de "raza maldita" contra los vandeanos. Crean 12 columnas "del infierno", incendiarios que recorren el país y lo queman todo. La película dedica varias escenas a mostrar este fuego y sus destrozos. No es el saqueo de una ciudad por tropas descontroladas que buscan pillaje, sino la destrucción sistemática que un ejército disciplinado aplica contra su propio pueblo por odio ideológico.
Una de las 'columnas del infierno' en la película Vencer o Morir; eran tropas organizadas republicanas que quemaban campos y graneros y exterminaron a unos 40.000 campesinos.
Una pantalla al final de la película nos dará cifras: las columnas infernales mataron unos 40.000 campesinos civiles en pocos meses; las guerras vandeanas causaron 200.000 muertos en general.
Vemos una escena en que un soldado republicano queda paralizado y llora ante la crueldad y sistematicidad de esa represión desproporcionada. Pero solo uno. La película reprocha así a la Francia republicana no haber reconocido, haber escondido, su pecado fundacional de sangre contra el pueblo campesino. La película fue criticada en Francia no por razones cinematográficas, sino por sacar a la luz el episodio. El director explicó a ReL que ninguna crítica pudo detectar inexactitudes históricas: lo que cuenta está documentado.
La voz en off proclama en cuatro palabras la clave de esta película: "Lo indecible, lo impensable". Es decir, lo que la Francia republicana aún hoy ve mal que se recuerde, mencione o estudie.
El final del héroe
Tras una tragedia familiar, la película se centra más en los sentimientos de Charette. Logra un acuerdo de paz en 1795: libertad religiosa y exención a los vandeanos de ser reclutados en el Ejército. Pero la guerra vuelve meses después: cuando no llega la ayuda prometida de nobles monárquicos en el exilio, su ejército se convierte en meras bandas de rebeldes en los bosques.
Los republicanos ejecutan indignamente a algunos rebeldes que deciden entregarse. El abbé Remaud impide matanzas de prisioneros por parte del grupo de Charette: "no seamos como ellos", dice. "La guerra deforma al hombre", reconoce el héroe. Se hace muchas preguntas sobre la licitud moral de alargar la guerra, especialmente cuando parece haber poca esperanza de lograr algo.
Las escenas finales son un viacrucis, como el de Jesús, como el de Juana de Arco, como el de Tomás Moro. Se diferencia en que la República no se molesta en aburrirlo con tribunales, mientras que los otros tres personajes se enfrentaron a falsos testigos, jueces tramposos, protocolos amañados...
Simbólicamente, Charette, como Jesús, quiere mostrar que no le quitan la vida, sino que la entrega, por su pueblo, por su ideal. También se asegura de recibir una confesión a escondidas de un cura refractario, es decir, ilegal para la República.
"Nuestra lucha será eterna, nada se olvida jamás", asegura. No parece que se refiera a los historiadores, aunque la película recupere sus hechos y su lucha para miles de espectadores. "Quizá aquí empieza nuestra verdadera historia", reflexiona. Se refiere al Cielo. Los historiadores y guionistas y cuentacuentos apenas pueden rascar la superficie de lo que buenamente recuerdan de hechos y corazones. Como dice Jesús en Mateo 6: "Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará".
Vencer o Morir está en cines de muchas ciudades españolas y desde su web es posible solicitar pases en más ciudades y salas.