Viernes, 11 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Las huellas históricas del pueblo de Israel en Egipto y la travesía del desierto

El Éxodo, ¿mito o realidad? Varios hallazgos arqueológicos respaldan la veracidad del texto sagrado

Christian Bale es Moisés en 'Éxodo. Dioses y reyes' (2014) de Ridley Scott. En la escena, el paso del Mar Rojo.
Christian Bale es Moisés en 'Éxodo. Dioses y reyes' (2014) de Ridley Scott. En la escena, el paso del Mar Rojo.

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Los conocimientos actuales avalan la veracidad del relato bíblico sobre la huida de Egipto del pueblo de Israel y su posterior travesía del desierto, contada fundamentalmente en el Éxodo. Lo resume el padre Paul Roy, de la Fraternidad de San Pedro (moderador del portal de formación de su congregación, Claves), en el nº 370, de junio de 2024, de La Nef .

Éxodo: ¿mito o realidad?

¿Estuvo Israel en Egipto? ¿En el desierto? ¿Por qué no hay rastro de ello? Algunos especialistas defienden hoy la tesis de una etnogénesis de Israel en medio de los pueblos de Canaán y, correlativamente, de la invención de la Biblia como relato mítico de los orígenes: para ellos, el relato del Éxodo no presenta naturalmente ninguna realidad histórica.

A pesar de ciertas teorías, no podemos afirmar con certeza que hayamos encontrado artefactos, ruinas, documentos o señales de ningún tipo que atestigüen el paso de Israel por Egipto y el desierto. ¿Ninguno en absoluto? Salvo, claro está... la Biblia, con los cuatro libros del Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, y las incesantes referencias que se hacen a ellos en el resto del corpus bíblico. Una vez más, la suspicacia prevalece sobre la ciencia descalificando el texto sagrado a los ojos de muchos autores contemporáneos.

Ahora bien, los datos arqueológicos, históricos y científicos parecen confirmar los relatos bíblicos hasta el último detalle y, por tanto, respaldan la autenticidad del Éxodo (para ello nos basamos en los trabajos de los egiptólogos Kenneth A. Kitchen y James K. Hoffmeier).

A la izquierda, Kenneth Anderson Kitchen, el mayor especialista en la XIX Dinastía egipcia, autor, entre otras obras, de 'Ramsés II, rey de Egipto'.  A la derecha, James Karl Hoffmeier, profesor de Antiguo Testamento y arqueología del Cercano Oriente, autor, entre otros títulos, de 'Arqueología de la Biblia'.

A la izquierda, Kenneth Anderson Kitchen, el mayor especialista en la XIX Dinastía egipcia, autor, entre otras obras, de 'Ramsés II, rey de Egipto'.  A la derecha, James Karl Hoffmeier, profesor de Antiguo Testamento y arqueología del Cercano Oriente, autor, entre otros títulos, de 'Arqueología de la Biblia'.

Israel en Egipto: un hecho creíble

¿Estuvo Israel en Egipto como nos cuentan las Escrituras? En primer lugar, este episodio cumple el criterio de la vergüenza, según el cual una historia contada a pesar de la vergüenza que causa tiene todas las posibilidades de ser auténtica. ¿Por qué inventarían los hebreos una leyenda tan humillante sobre sus orígenes como pueblo de esclavos? No hay ninguna historia comparable en la antigüedad.

Y sin embargo, el Éxodo es la referencia primordial e ineludible en todo el resto (Jueces y Reyes, Salmos, Profetas e incluso en boca de Cristo), que condiciona todo lo demás: el fundamento de la alianza con Dios.

¿Acaso los hebreos no dejaron huellas en Egipto? Moisés, aunque ocupaba un cargo importante en la corte, no se menciona en los archivos reales, como tampoco José, ministro en la época de la hambruna. No olvidemos que los israelitas vinieron a vivir a la "tierra de Gosén", es decir, al delta del Nilo, una zona húmeda y pantanosa donde se reutilizaban masivamente las escasas piedras y donde la mayoría de los edificios eran de ladrillo y adobe.

A causa del clima, el 99% de los papiros de la región se han perdido: ya no disponemos de datos administrativos del periodo en cuestión. Sabemos, sin embargo, que un número creciente de semitas vinieron a trabajar al delta como esclavos en el Reino Medio (hasta alrededor de 1750 a.C.), y que después la inmigración voluntaria se ralentizó, sustituida por la toma de esclavos y prisioneros. Hacia 1450, encontramos una representación de esclavos extranjeros trabajando en construcciones de ladrillo, e incluso sabemos que los egipcios se quejaban de esta mano de obra, que con demasiada frecuencia se ausentaba del trabajo por motivos religiosos. Este fue el tema del debate entre Moisés y el faraón, que se negaba a que el pueblo fuera al desierto a sacrificar a su Dios.

A pesar de la escasez de fuentes, la tesis de la etnogénesis de Israel también se ve respaldada por el descubrimiento de la estela de Merneptah, en 1896, en las ruinas de un templo de Tebas.

La estela de Merneptah (c. 1208 a.C.), donde aparece la primera mención conocida del pueblo de Israel.

La estela de Merneptah (c. 1208 a.C.), donde aparece la primera mención conocida del pueblo de Israel. Foto: Wikipedia.

Esta imponente piedra de granito lleva grabadas las hazañas de un faraón que afirmó haber devastado Israel. Se trata de la prueba externa más antigua de la existencia del pueblo hebreo, ya que Merenptah fue el sucesor de Ramsés II, que reinó de 1213 a 1203. El pueblo se menciona aquí más como un grupo nómada que como un territorio, lo que puede corresponder a la situación de finales del siglo XIII, cuando la mayoría de los historiadores sitúan el Éxodo (que otros remontan uno o dos siglos antes).

La travesía del desierto

¿Y la travesía del mar y del desierto? ¿Adónde fueron? ¿Cómo pudieron esos 600.000 hombres (según el texto bíblico) vivir allí durante 40 años sin dejar rastro? El debate sigue abierto entre los especialistas. La hipótesis más consistente parece ser que los hebreos cruzaron uno de los lagos salados en la actual ruta del Canal de Suez, una masa de agua poco profunda, de ahí su nombre, yam suph -"mar de juncos"-, traducido posteriormente como "Mar Rojo" en la versión griega de la Septuaginta.

El pueblo se dirigió entonces hacia el sur, a través de la península del Sinaí, una ruta indirecta que puede parecer sorprendente a primera vista, pero que se aclara si tenemos en cuenta las grandes fortalezas egipcias del norte, una auténtica "línea Maginot" contra los invasores del este, cuyos restos se están excavando actualmente.

También evitaron la parte central del Sinaí, que era demasiado árida y desértica para la población. Desde el punto de vista del agua y los alimentos, el sur, más lluvioso, es una ruta plausible. Los relatos de la travesía del desierto muestran también un buen conocimiento práctico del lugar y del entorno sinaítico. De hecho, pertenecen a un género literario muy conocido en la época: los "itinerarios", especie de mapa o GPS para nómadas, en los que se enumeran los puntos de paso, las paradas de descanso, los oasis, etc.

"La parte legislativa de la obra de Moisés es típica de los tratados de alianza de la época"

¿Por qué no tenemos pruebas arqueológicas tangibles cuando el Éxodo parece hablar de 600.000 hombres, sin contar mujeres, niños y ancianos? La palabra hebrea eleph, a veces traducida como "mil", también puede referirse a un grupo, un clan o incluso a su líder. Se han propuesto varias hipótesis para contabilizar a los hebreos, la más creíble de las cuales sitúa la cifra en torno a los 20.000, lo que concuerda con la arqueología de Canaán, donde se detectó un aumento correlativo de la población a principios del siglo XIII.

En cuanto a los restos, los arqueólogos occidentales han constatado la aridez del desierto, la dureza del clima y la ligereza de los beduinos que lo recorrían: en varias ocasiones han observado que no dejaban rastro tras de sí. Los israelitas, que salieron de Egipto a toda prisa, también tuvieron que viajar ligeros, sin llevarse la pesada cerámica y otros artefactos que harían las delicias de los arqueólogos contemporáneos.

Entre los numerosos discursos que jalonan los relatos de la travesía del desierto, encontramos en particular la entrega de la ley -o Torá-, con los Diez Mandamientos y todos sus detalles, y las prescripciones relativas a la construcción del tabernáculo, la tienda donde se guardaba el Arca de la Alianza. Los especialistas modernos ven en ella, naturalmente, una retroproyección de las preocupaciones sociales y cultuales de la época de Josías, o incluso del Israel postexilio de los siglos V y IV a.C.. Sin embargo, la parte legislativa de la obra de Moisés es típica de los tratados de alianza de la época, redactada en auténtico estilo diplomático.

Gracias a recientes descubrimientos arqueológicos, se ha podido establecer una buena base de comparación de documentos diplomáticos de la región, que abarcan diferentes periodos del III al I milenio (entre 80 y 90 documentos). Comparando sus planes y formas de expresión, se han dividido en seis periodos, en los que es bastante fácil insertar el Éxodo, el Deuteronomio y el gran discurso del final del libro de Josué. Los tres parecen encajar en los criterios de la fase V, entre 1400 a.C. y 1200 a.C. ¿Cómo es posible que estos documentos oficiales hayan sido producidos por esclavos? Al contrario, indican una educación cercana al poder, experiencia de la corte del faraón y tratos internacionales. Sabemos que en la corte de Ramsés II se educaban niños extranjeros. ¿Fue Moisés uno de ellos?

El refuerzo de los detalles culturales

Terminemos con los detalles culturales: ¿podemos imaginar realmente que los hebreos construyeran en el desierto una tienda de la magnificencia descrita en la Biblia? Las tiendas ya se utilizaban como lugares de culto mucho antes de la época de Moisés: en las pirámides para cubrir los restos de los faraones hacia el 2600 a.C., en Mari, en Ugarit, en la tumba de Tutankamón...

El tabernáculo construido por Moisés también guarda un sorprendente parecido con la tienda de Ramsés II en la batalla de Qadesh, en una época muy cercana a la del Éxodo, con su disposición de espacios entrelazados. El concepto de arca portátil, especie de trono vacío y transportable de la divinidad, ya estaba presente en Egipto hacia 1470, al igual que numerosos objetos utilizados en el culto de los hebreos en el desierto (trompetas halladas en la tumba de Tutankamón, etc.). Los ritos descritos en el Levítico -consagración de distintas clases de ministros, lugares y objetos, calendarios rituales, etc.- también se encuentran en otros textos anteriores y comparables en épocas anteriores y comparables en civilizaciones vecinas: Emar (a orillas del Éufrates), Ugarit (en la costa siria), Tebas (Egipto)...

Los hebreos no sólo no tenían ningún interés en inventarse unos orígenes serviles, sino que parecen haber llevado el vicio hasta el punto de relatarlos con una precisión maníaca capaz de engañar a los egiptólogos del siglo XXI. En lugar de dar por sentado que la Biblia es inventada, ¿no podríamos darle -por una vez- la oportunidad de ilustrarnos sobre la historia?

Traducción de Verbum Caro.

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