Jueves, 10 de octubre de 2024

Religión en Libertad

Los señala Scott Hahn en «La fe es razonable»

Los cuatro dogmas (¿demostrables?) en los que creen hasta los ateos

Casi todo el mundo acepta estos cuatro principios, aunque en un mundo postmoderno hay autonombrados racionalistas que niegan la causalidad, la no-contradicción, la fiabilidad de la percepción e incluso la noción de autoconciencia.

J. Cadarso / P. J. Ginés

Pensador, de Rodin
Pensador, de Rodin
Muchos de los grandes descubrimientos científicos de la historia no podrían haberse producido sin que los científicos, independientemente de su opción religiosa (o no-religiosa), creyeran en unos primeros principios que, científicamente, son indemostrables.

Así lo asegura Scott Hahn, profesor en la Universidad Franciscana de Steubenville, en su obra “La fe es razonable” (Ed. Rialp), cuando afirma que antes de producirse cualquier demostración empírica “un científico debe tener fe en los datos experimentales que le ofrecen los otros científicos y en las instituciones que le patrocinan, así como en los criterios según los cuales esos científicos recibieron sus títulos o credenciales. Un científico debe tener fe en la autoridad y solvencia de la revistas científicas, al igual que en los resultados de los diferentes estudios que éstas publican”.

Cuando desde el campo científico se niega esta fe de la que habla Hahn lo único que se consigue, afirma, es poner las más altas aspiraciones del hombre al servicio de las tiranías más destructivas. Esa fe, al estar bien edificada y fundada, posibilita que la ciencia avance rápidamente. Para que esto llegue a producirse es necesario que creyentes y no creyentes acepten cuatro dogmas básicos, cuatro "creencias" indemostrables pero en las que creen hasta los escépticos más escépticos.

Creencia 1 - El principio de no-contradicción
Un objeto A no puede ser A y no-A al mismo tiempo y en el mismo sentido. No podemos decir que cierto animal es un gato, pero que no lo es, si estamos llamando "gato" a la misma cosa, usando la palabra en el mismo sentido. O lo es, o no lo es. Caer en la contradicción, decimos, es un disparate. Algunos filósofos antiguos (y algunos adolescentes modernos, algunos de edad avanzada) aseguran que toda proposición es simultáneamente verdadera y falsa. Pero Aristóteles observó que esos mismos filósofos no eran coherentes con sus postulados teóricos y al rechazar esta ley estaban sugiriendo, simultáneamente, su validez.

Creencia 2 - La general fiabilidad del sentido de percepción
Creemos (hasta el más escéptico de los escépticos, y sin prueba alguna) que nuestros sentidos perciben la realidad tal y como es, independientemente de nuestra percepción. Alguien puede decir que los sentidos son poco fiables como ciertas ilusiones ópticas, pero éstas son ilusiones ficticias precisamente porque algún otro sentido anula la percepción del sentido que nos engaña, o nuestra razón descubre la causa de la ilusión. Por ejemplo, un lápiz metido en un vaso de agua parece estar doblado pero nuestro sentido del tacto nos dice que no lo está al recorrerlo con los dedos en toda su extensión.

Creencia 3 - El principio de causalidad
Los cristianos defienden el principio de causalidad, y los científicos (incluso ateos) también, aunque no faltará el filósofo ateo que lo niegue simplemente por llevarle la contraria a los filósofos cristianos. El principio dice: a cada efecto le corresponde una causa. "Si observamos la secuencia de flores, chocolates y finalmente un beso, concluimos que hay una relación causa-efecto", dice Hahn (que escribió un libro testimonio sobre la fe en su matrimonio). Los científicos deben asumir necesariamente que todos los efectos que investigan tienen una causa. De otro modo, no tendrían nada a qué agarrarse para explicarlos. Es más, si alguien argumentara contra la causalidad, estaría proponiendo una vez más un argumento que se autodestruye, ¡porque, en realidad, cualquier argumento pretende causar un efecto: cambiar tu mentalidad, tus pensamientos y convicciones!

Creencia 4 - La noción de autoconciencia
Es la que les indica a un racionalista y a un creyente que existen. Puedo pensar que todo es una ilusión, pero todavía sigo estando conmigo mismo: con el ente que está abrigando esa ilusión. La auto-conciencia presume que hay un yo, independientemente de lo que pueda ser ese yo. Yo sé que existo, incluso aunque pretenda no estar seguro de todo lo demás.

Un ateo o escéptico razonable y un cristiano cualquiera estarán de acuerdo en estas 4 cosas, y les parecerán razonables y evidentes, aunque bastante indemostrables.

Los "originales" que intentan sortear estos 4 puntos
No faltarán los sofistas (sobre todo en el bando "escéptico") que nieguen alguna o las cuatro. Por ejemplo, abundan los que niegan la Creencia 1 ("esto es así para ti, pero no para mí, pero ambos tenemos razón aunque decimos cosas contrarias e incompatibles"). Cuando hablamos de "postmodernidad" nos referimos a este tipo de gente. 

Y desde la película "Matrix" (y antes, con el gnosticismo) abundan los que niegan la segunda creencia ("todo es ilusión, los sentidos nos engañan", dicen); incluso hay una teoría que dice que hay muchos más mundos de ficción que reales: novelas, videojuegos cada vez más sofisticados... "¿Y si somos personajes de ficción en un videojuego increíblemente sofisticado? ¿No es razonable pensar que en millones de años una civilización haya creado tecnología que emita ficciones tan realistas que sus personajes -nosotros- creamos ser reales, cuando no lo somos, apenas bits en un programa? ¿Qué nos hace tan especiales para creer que nosotros somos los reales y todos los demás mundos ficticios?" Si uno lee mucho Philip K. Dick puede llegar a eso... aunque eso no evitó que Dick se bautizase católico inquieto por estas y otras ideas extrañas.

La tercera creencia la puede negar cualquiera si se ve arrinconado por, digamos, un milagro. Imaginemos que un enfermo sin cura está muriendo; rezan a una beata y le ponen una estampita bajo la almohada. Dos horas después el moribundo está perfecto, su pulmón regenerado, camina y come. El escéptico renuncia a la Creencia 3 (Causalidad) y dictamina: "la causa no es Dios ni la oración, no hay causa; habría pasado de todas formas y no puedes demostrar lo contrario" (como señala C.S. Lewis en "Cartas a Malcolm"). ¡Es una lógica imbatible, tanto como indemostrable... y quizá nuestro escéptico no la usará para casi nada más en su vida! Por último, un escéptico radical puede insistir en que "no tengo creencias, no creo que existo, solo tomo la hipótesis que existo" o la contraria ("no tengo creencias, tengo seguridades, sé con certeza que existo"). La primera posición dura hasta que le pinchan con una aguja. La segunda es bastante razonable pero... ¿no es el tipo de creencia de la que el escéptico radical suele mofarse?

La fe y la razón, explica Hahn, son por tanto facultades complementarias para llegar a la verdad de las cosas. Cuando una criatura o máquina alada trata de volar con un ala, cae a tierra. De modo similar, cuando los seres humanos tratamos de elevarnos sólo con una de esas dos facultades, nos estrellamos. La postura católica da espacio por lo tanto a la fe (confianza) y la razón como herramientas complementarias.

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