Viernes, 26 de abril de 2024

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Cazalegas 1936 – Bagdag 2010

por Jorge López Teulón

CAZALEGAS, 1936.
Bernardo tenía 35 años y Nemesio 32. Eran sacerdotes de la Archidiócesis de Toledo. Bernardo, de la Extremadura toledana; Nemesio de los Montes de Toledo. Cuando estalla la persecución religiosa los que en vida se unieron por la amistad sacerdotal en el martirio se unieron a la entrega total por Nuestro Señor Jesucristo. Juntos se trasladaron a la Casa de la Misericordia de la Plaza del Pan, también conocida como Asilo de la Misericordia, donde las Hijas de la Caridad llevaban a cabo su apostolado con los ancianos. Allí pudieron celebrar y ejercer el ministerio. Sería aquí donde los dos jóvenes sacerdotes fueron denunciados por un anciano y detenidos el 3 de agosto.
Inmediatamente fueron llevados hasta las cercanías de Cazalegas (Toledo),  a unos 20 kilómetros de Talavera de la Reina y acribillados a balazos. Al llegar el mediodía, los dos sacerdotes seguían tendidos en la carretera, los milicianos los echaron en una carreta y los taparon con una manta. Testigos recuerdan que estuvieron en la puerta del cementerio parroquial, apoyados en una pared de la entrada, luego, les dieron sepultura.
Esta es su historia.
BERNARDO URRACO ALCOCER había nacido en Siruela (Badajoz) el 21 de julio de 1901. Con poco más de veinte años había perdido a sus padres. Tras exitosos estudios en Roma recibió la ordenación sacerdotal en la Ciudad Eterna el 19 de marzo de 1926. A su regreso fue nombrado coadjutor de la parroquia de Santa Brígida de Peñalsordo (Badajoz) y párroco de Capilla, pueblecito también pacense. Después de dos años pasó a la parroquia de Novés (Toledo) y de allí, sería trasladado al Seminario Menor de San Joaquín en Talavera de la Reina (Toledo), donde ejercía como profesor de latín y griego.
Cuando estalla la Guerra civil, sabemos por su familia que, escribió una carta a su hermano, en la que le expresaba su intención de viajar hasta Siruela  para estar más seguro en el domicilio familiar. Pero su hermano le informó que las cosas no estaban muy bien en el pueblo y que el 20 de julio habían sido detenidos el Siervo de Dios Prudencio Gallego Valmayor, capellán de las Franciscanas y el Siervo de Dios Ildefonso Nieto Ambrosio, párroco de Garlitos, que por ser natural de Siruela, se encontraba en el pueblo cuando le detuvieron. Esos días el párroco de Siruela, Don Pedro Manuel Perezagua estaba de vacaciones con su familia en Sonseca. Todos sufrirían el martirio después de Bernardo, los dos primeros el 18 de agosto y el párroco de Siruela el 9 de septiembre. La respuesta le llevó a desistir al sacerdote de dicha intención.
 
NEMESIO MAREGIL AZAÑA era Natural de San Pablo de los Montes (Toledo) y había nacido el 19 de diciembre de 1903. Testigos afirman que “cuando era niño era muy sacrificado: venía desde la casilla de los camineros (donde trabajaba su padre), andando y descalzo a la escuela del pueblo, y al llegar se calzaba”. Tras realizar los estudios eclesiásticos en el Seminario de Toledo, se ordenó el día de la Inmaculada de 1928. Entre sus primeros destinos fue ecónomo de la Mina de Santa Quiteria (Toledo). Luego regentó la parroquia de Sevilleja de la Jara (Toledo) hasta el mes de abril de 1936.
Una crónica de “El Castellano” del jueves 20 de julio de 1933 califica así al párroco de Sevilleja: El ejemplar señor cura, don Nemesio Maregil, que es el constante impulsor de la religiosidad de este pueblo, se deshace en atenciones. Quedamos prendados de las cualidades de este joven sacerdote que sólo vive para su pueblo…” Y termina la crónica remarcando que se trata de “un sacerdote que trabaja por sus feligreses”.
Don Nemesio se había distinguido por su caridad y ayuda a los más necesitados, lo cual suscitaba las iras de los responsables de la izquierda local, que gestionaron ante el gobernador su expulsión del pueblo. El 23 de abril tuvo que abandonarlo. Atendió poco tiempo otra parroquia y, tras el 18 de julio, se refugió en el Seminario Menor de San Joaquín de Talavera de la Reina (Toledo).
 
BAGDAD, 2010
31 de octubre, es domingo por la tarde. Más de cien las personas  asisten a la Santa Misa que concelebran el Padre Wasim Sabih, de 27 años, y el Padre Athir, de 32, en la Iglesia católica Saiydat al Najat (Nuestra Señora del Perpetuo Socorro). Cuatro hombres armados, integrantes del grupo terrorista  Al Qaida, irrumpen en el templo durante la celebración. Sin mediar palabra se dirigen derechos al altar. Colocan su pistola en la sien de los sacerdotes. Ellos permanecen firmes, dispuestos a dar su vida por sus ovejas: "Mátenme a mí, pero dejen a los fieles en paz", les suplicó el Padre Athir. Pero los fanáticos replican: "Conviértete al Islam, porque de todas formas vas a morir". Ambos son asesinados. Dos nuevos mártires de la fe.
Después de disparar y asesinar a los dos sacerdotes y a medio centenar de fieles que asisten al oficio religioso, los terroristas comienzan a disparar y detonan los cinturones que, según testigos presenciales, llevan adosados al cuerpo. Resultado: 58 personas asesinadas.
Dos días después, en la homilía de la Misa de corpore insepulto, el Arzobispo de Bagdad, Cardenal Emmanuel III Delly, señaló que "no tenemos miedo de la muerte ni de las amenazas" y expresó su voluntad de permanecer en Irak porque "somos los hijos de este país".
No dejemos de unirnos a la Iglesia perseguida y del silencio. A la Iglesia que derrama su sangre y sigue dando nuevos mártires. Desde la comodidad de la práctica de nuestra fe, ellos nos necesitan.
 
EN LA COLEGIAL DE SANTA MARÍA LA MAYOR DE TALAVERA
            A miles de kilómetros de Bagdad y a casi setenta y cinco años de los sucesos acaecidos en España, el Evangelio vuelve a unir estas historias: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13).
            En la plaza del Pan de Talavera de la Reina, a través de las ventanas del Asilo de la Misericordia los sacerdotes se asomarían para contemplar la torre centenaria de la Colegial de Santa María la Mayor… pensarían en las muertes de tantos compañeros que regaban con su sacrificio el suelo. Pensarían, llenos de miedo, en la enorme satisfacción de entregar su vida por los hermanos…
Un fuerte golpe abrió las puertas… las de la iglesia de Bagdad y las del Asilo de la Misericordia de Talavera… a dos sacerdotes se les arranca la vida… dos nuevos mártires en aquel odioso verano del 36; dos nuevos mártires en el invierno – que tanto dura – de los pueblos cristianos perseguidos en Oriente por el extremismo musulmán.
 
HOY, 13 DE NOVIEMBRE
Dentro de unas horas los restos de los Siervos de Dios Bernardo Urraco y Nemesio Maregil serán depositados en una capilla de la recién restaurada Colegial de Talavera de la Reina… la misma que contemplaban, a través de los cristales, desde el refugio que se convirtió para ellos en traición y martirio.
También hubo fosa y también hubo exhumación… Con nuestras propias manos también limpiamos cada hueso… Sus cuerpos nos recuerdan el miedo y la firmeza de dos jóvenes sacerdotes que sin luchar en ninguna guerra y sin estar implicados en ninguna acción política fueron arrancados de entre los suyos y sacrificados por lo que eran: sacerdotes católicos…
¡Gloria a los mártires!
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