Viernes, 01 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Soy bella porque amo mucho

por Jesús García

Me he dado cuenta de que, conmotivo de la visita de Marija a España, había escruito una crónica para un medio que, finalmente y con el jaleo de Bolivia, no publiqué.

Como ya ha pasado tiempo, y está escrita, aprovecho y la cuelgo aquí.
Ahora que la leo bien pasado el tiempo, me hace gracia pensar que el mejor tratamiento de belleza no tiene nada que ver con ninguna crema. Al parecer, el mejor lifting es el amor:

"Soy bella porque amo mucho"

Marija Pavlovic dice tener apariciones de la Virgen María todos los días desde 1981. Ella es unos de los seis videntes de Medjugorje. Nadie en todo este tiempo ha podido aún probar que lo que dicen es mentira, y el mismo Vaticano ha tomado las riendas de una investigación formada por más de veinte especialistas en Teología, Psiquiatría, Historia de la Iglesia, Mariología y otras especialidades. Mientras la Iglesia les examina, ellos testimonian por todo el mundo que sí, que es la Virgen María  a la que ven cada día. El último fin de semana de mayo, lo contó en España.

La tarde del 29 de mayo, más de dos mil personas reventaron la capacidad presupuesta de la capilla del colegio de Nuestra Señora de las Maravillas, donde se había asegurado que no cabían más de mil. Acudieron a escuchar el testimonio de Marija Pavlovic, una de las seis personas que cuentan tener apariciones cotidianas de la Virgen María desde que, allá por 1981, tuvieran la primera de todas en la aldea de Medjugorje, en Bosnia y Herzegovina.
Los curiosos, fieles y peregrinos abarrotaron los bancos, los pasillos centrales y laterales, las escaleras del presbiterio. El hall de entrada a la capilla también se abarrotó de gente que, rosario en mano y de pie cual tiesto, aguantaron durante horas para escuchar de viva voz semejante testimonio, increíble para unos, insultante para otros, y muy auténtico para quienes dicen conocer a Pavlovic.
Marija habló sin estridencias de esa increíble experiencia que supone una aparición mariana. Fue abierta y educada, mostró síntomas de sinceridad espontánea,  y un buen sentido del humor a la hora de contar anécdotas. Al final de su testimonio, en el que recordó como vive ella su aparición diaria, se ofreció a contestar a preguntas de los más curioso y atrevidos. Al ser cuestionada por cual es la fórmula para acercarse a Dios y permanecer en su Iglesia, Marija dio tan solo dos palabras como respuesta: “Ser humilde”, y alentó a los enfermos y a los que sufren asegurándoles que esa, la de la cruz, es una ocasión de acercarse a Dios: “Dios no quiere el dolor. Es un fruto del pecado, pero Dios sí que utiliza tu dolor para el bien. Es el dolor la más grande de todas la oraciones, la que más cerca se vive del Señor”, para añadir que cuando sufrimos, “es cuando más trabaja Dios nuestro corazón”.
Marija arrancó la sonrisa de los asistentes contando como en una ocasión en que se les apareció la Virgen María a los seis videntes, vieron que hablaba solo con Jakov, el más pequeño del grupo, que contaba con diez años. Al acabar aquella aparición, dijeron a  Jakov que no habían podido oír lo que la Señora le decía, a lo que el pequeño contestó: “¡Gracias a Dios no lo oísteis!”, porque la Virgen María le recomendó obedecer a su madre una tarde en que él la había desobedecido.
Tras el testimonio de Marija se rezó otro rosario, se celebró la Eucaristía y hubo otro rato de adoración eucarística. Más de cuatro horas en total en una parroquia a reventar, una sábado de mayo en el que el tiempo invitaba, a priori, a cualquier otra cosa que no fuese rezar.
Entre los asistentes, había un alto número de sacerdotes de la diócesis, tanto en el presbiterio de la iglesia como mezclados en el público, y durante las dos horas previas a la Misa, mientras se rezaba el rosario o Marija hablaba, no pararon de confesar.
La noche anterior, Marija estuvo en Barcelona, a cuyo acto acudieron unas dos mil personas, y tras Madrid aún le quedó tiempo a Marija de acudir a Sevilla, desde donde cada año parte hacia Medjugorje un considerable número de peregrinos.
El fenómeno de Medjugorje se ha colado en el corazón de muchos católicos españoles como lo hace un rayo de sol en el salón de casa, atravesando el cristal de la ventana, sin pedir permiso y sin dañarlo, dándole color y calor a un habitáculo hecho para el calor y para el color, y que por los motivos que sean, parecían tener más de fría oscuridad que de calidez apacible.
La Marija más desconocida
Marija Pavlovic tenía dieciséis años cuando comenzó el fenómeno de Medjugorje. Desde la tarde del 25 de junio de 1981 hasta nuestros días, dice vivir, a diario, una experiencia mística durante la cual ve y oye a la Virgen María. Casada y madre de cuatro hijos, vive con su familia en Monza, muy cerca de Milán, y dedica parte de su tiempo, al igual que el resto de videntes, a propagar y difundir el mensaje del que la Virgen María les ha hecho depositarios, según dicen. “Nosotros fuimos elegidos por Dios, pero no por ser los mejores. Así nos lo dijo la Virgen. Así que nos limitamos a vivir esta vida como una vocación”, ha explicado Marija.
Sobre los videntes de Medjugorje se dicen muchas cosas. Expuestos desde que son niños y adolescentes a la opinión pública, poca gente sabe que Marija le donó uno de sus dos riñones a su hermano, con poco más de veinte años, cuando éste lo necesitó para seguir viviendo, o que en los primeros años de juventud, Marija probó una experiencia vocacional en cuyo discernimiento se dio cuenta de que lo suyo era el matrimonio. “Ella no ha venido a quitarnos la libertad”, explica Marija.
Marija terminó pidiendo una especial oración por todo los enfermos presentes, y recordó como en una ocasión preguntaron a la Virgen María por qué era tan bella. “Porque amo mucho”, fue la respuesta.
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