Jueves, 16 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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¡Dios mío, qué pedazo de alegría!

por Jesús García

Soy periodista, con minúscula, no sé por qué, aunque sí que sé que Dios ha tenido mucho que ver. Es lo que sé hacer y lo que me gusta. Contar lo que veo de manera que la gente lo entienda.

La primera vez que escribí algo parecido a una crónica fue a los nueve años. El Real Madrid había jugado en el Nou Camp y un gol de Hugo Sánchez y otro del Buitre no fueron suficientes. El día siguiente tenía un run run en la cabeza, me topé de frente con la vieja olivetti azul de mi herman y un folio y medio después tenía escrita una crónica de aquel partido. Me salió como si nada. Recordaba cada detalle del partido, cada jugada, los minutos de los goles y las tarjetas con una precisión asombrosa. Era como si hubiese grabado en mi memoria todo aquello para ilustrarlo en el papel a través de las palabras.

 

Ese mismo verano descubrí lo que era un Mundial. Fue el de México 86 y recuerdo como intenté quedarme despierto hasta las tres de la mañana para ver a España jugar contra Bélgica. El recuerdo amargo que tengo es el de despertarme sin haberme querido dormir y, nada más abrir un ojo, preguntar cómo habían quedado. Mi hermano me dijo que un tal Eloy falló un penalti y nos habían eliminado. No era posible. Aprendí ese día que una enorme ilusión en la vida se puede esfumar mientras duermes, como se va la noche ante el día.

 

Luego llegaron el falló de Salinas ante Italia, Al Gandour contra Korea, la Zidane de Francia –que no la Francia de Zidane-, etc, etc, etc…

 

Desde Italia 90, no me he perdido nunca una final del Mundial, y creo que en cada uno de ellos, he visto al menos una semifinal, en ambos casos, siempre con cara de bobo, pensando qué se debe sentir al ver a tu equipo nacional jugar un partido semejante.

 

Anoche ya lo viví, y sí, es diferente. Pero lo mejor está por llegar.

 

Vimos el partido regándolo con una par de Coronitas. En el gol, Rafa nos arrolló como lo hizo Puyol reventando con la cabeza todo recuerdo anterior, llámese penalti de Eloy o fallo de Salinas. Emoción, risas, abrazos y gracias a Dios. ¿Por qué de un hecho tan intrascendente como un partido? Pues porque es una alegría.

ME acordé al terminar de con quien había voisto aquellos partidos de infausto recuerdo. Me acordé de los partidos en casa con mis hermanos llenando el cuarto de estar. ME acordé de mucha gente y di gracias a Dios por la gente con que estaba en ese momento.

 

Desde aquella breve crónica a los nueve años, he visto mucho fútbol, he oído mucha radio, y hubo un tiempo en que envidiaba a los periodistas deportivos. Esa gente es diferente a los periodistas económicos o políticos, y muchos más cercanos a los de información religiosa, porque los que escriben o narran en el micrófono, lo hacen sintiéndolo, de corazón: es, como me pasó a mí, una vocación.

 

Una mala jugada nos ha regalado a toda España disfrutar en la tv de uno de los mejores: Paco González, un tío tan natural y normal que se permite mentar a Dios en la celebración de un gol histórico. A él dedico éste post. Sencillamente, porque lo siente así en ese momento. Porque todo esto es un: “¡Dios mío, qué pedazo de alegría!”.

 

Te preguntarás, con toda la razón del mundo, que qué tiene que ver esto con la temática general del blog. Pues sencillamente compartir un rato de alegría.

 

¡Un abrazo y el domingo, a disfrutar con La Roja!

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