«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Reflexión Domingo II de Cuaresma
Queridos Hermanos
Estamos ante el segundo Domingo de Cuaresma. ¿Qué dice la Palabra de Dios? La primera Palabra que nos da el Génesis nos invita, en la figura de Abran, a salir de nuestras instalaciones, de nuestras burguesías. El Señor hoy nos llama a ponernos en camino y él nos bendecirá. ¿Dónde está puesta nuestra esperanza? Renuncia a tus seguridades, renuncia a tus ídolos, que tu esperanza esté puesta en el Dios de Jesucristo, como dice el Salmo 32.
La estructura de la vida Cristiana es el dinamismo Pascual, el paso de la muerte a la vida. El Monte Sinaí, que es el monte Tabor, es el lugar de la cercanía de Dios. Moisés y Elías aparecieron junto a Jesús y transfigurado habla del Éxodo que le espera en Jerusalén, es decir la Pascua. Por eso el vestido de Jesús se vuelve blanco, resplandeciente, que nos hace pensar en el bautismo, en el vestido blanco que llevan los neófitos, es decir, los que van a ser bautizados. Esta túnica blanca hace presente la nueva resurrección. Esta transfiguración es participación de la resurrección, pero esta presupone también la muerte; como el bautismo en el Jordán donde la voz del Padre dice: escuchadlo. Para entrar en la Vida Eterna es necesario escuchar a Jesús, escuchar su palabra por el camino de la cruz.
Bien hermanos, el Señor nos invita a vivir esta Palabra. Que bien se está escuchando la Palabra de Dios y apetece hacer tres tiendas, pero ¿porque no nos sentamos? Dice el Señor: porque vamos hacia la Pascua, es decir, a morir en la cruz. Hoy el Señor nos invita a entrar en la muerte. Nuestro camino es ir a la Pascua. ¿Cuál es la misión de Jesús? Entrar a los infiernos, sacarnos de la muerte y llevarnos a la vida eterna. Ánimo, hermanos, que nos está esperando el Señor en está Pascua, y ese estar en la Pascua es una trascendencia de nuestro hombre viejo hacia el hombre nuevo, que nos está regalando el Señor. Renunciemos a nuestro hombre viejo y que se dé en nosotros el hombre nuevo, que es Jesús, el hijo de David, que nos transforma y nos lleva a la resurrección.
Que la bendición de Dios todopoderoso esté con todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao