Lunes, 29 de abril de 2024

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¿Será verdad?

¿Será verdad?

por Un alma para el mundo

 

 

¿Será verdad?

 

 

Hay una opinión generalizada de que el arma poderosa de los políticos es la mentira. Se marcan un programa y tratan de convencer al pueblo de que aquello es lo mejor, que solo ellos saben hacerlo, que esta vez va en serio, que los proyectos son una maravilla, gracias a ese partido, a este político, por fin la nación, el pueblo va a resucitar. Ya era hora que alguien hiciera lo que tanto tiempo venimos pidiendo. ¿Será verdad?

Silvia Hinojosa publicaba el año pasado en La Vanguardia un artículo en el que se hacía la siguiente pregunta: ¿Mienten los políticos?  Y afirmaba rotundamente: La desafección hacia la clase política se ha forjado en parte en la creencia de que todos ellos mienten y además con impunidad. Los sondeos recogen desde hace años un nivel alto de desconfianza hacia la política en España que apunta en ese sentido. Pero hay políticos sinceros y farsantes en un porcentaje similar al resto de los ciudadanos, aunque las consecuencias de sus mentiras son mucho mayores. También sus recursos para mentir o, como en los buenos trucos de magia, presentar la realidad de forma distinta a como es. ¿Es eso una mentira? En todo caso, no siempre es voluntaria. La distracción es también una técnica de los políticos para que el ciudadano desvíe la atención de lo importante y se fije en un punto de interés alternativo que no compromete el truco. Si sale bien, los suyos le aplauden.

            Y cuando un político habla y promete, algunos se lo creen, y otros se plantean la clásica pregunta con cara de interrogante: ¿Será verdad? Indudablemente muchos políticos son sinceros, exponen sus proyectos con honradez e ilusión. El pueblo se merece que le digamos la verdad y hagamos posible nuestro sueño. Y el pueblo se ilusiona con aquella promesa. Con aquel dinero que prometen poner sobre la mesa.

            Alguien afirmó: La mentira es también un arma de destrucción masiva. Un arma que sin hacer mucho ruido puede ser letal

No mienten todos los políticos. Los hay que mienten algo y a veces, y otros intentan mucho no mentir. Los que más mienten son los corruptos para intentar tapar sus actos, es evidente y explica un determinado tipo de mentira –apunta el sociólogo y politólogo Robert Fishman, profesor de ambas materias en la Universidad Carlos III de Madrid–. Pero, en términos generales, los políticos españoles se distinguen más por el intento de excluir a otros actores de la esfera de la legitimidad que por mentir. Me preocupa más esa tendencia a excluir, aunque obviamente se miente” (Silvia Hinojosa)

            Y el mentiroso crea en su entorno un ambiente de falsedad que provoca la sospecha, la indiferencia, la desidia, la abulia, el abandono de la ilusión abrumado por la indiferencia. Nietzsche dijo: La boca puede mentir, pero la mueca que se hace en ese momento revela, sin embargo, la verdad. Lo que me anonada no es que me has mentido, sino que en lo sucesivo no podré creerte. Cuando el político construye su programa, su oratoria, en el duro cimiento de la mentira, el ciudadano termina por no creerse nada, y mirar para otro lado a ver si encuentra algún resquicio de verdad. Parece que algunos resultan ser discípulos de Renan que afirmó: Hay circunstancias en que una mentira es el mas santo de los deberes. Es una contradicción, una mentira no puede ser en esencia ningún deber santo. La verdad os hará libres, nos dice Jesucristo, que a El le costó la vida ser sincero. Pilato se preguntó: “Y que es la verdad”.

Todo lo que Dios hace es verdad y vida. Para la humanidad, la verdad es algo de lo que no puede carecer en su vida, algo de lo que no puede pasarse; también podrías decir que es lo más grande. Aunque no puedas verlo ni tocarlo, no puedes ignorar la importancia que tiene para ti; es lo único que puede traer reposo a tu corazón. (Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”).

Solamente se puede vivir en paz si somos verdaderos. Una sociedad, una política, basada en la mentira termina por derrumbarse, porque el hombre, aun que sea inculto, tiene un sexto sentido que le hace descubrir la autenticidad de las palabras y la sinceridad de las propuestas. Siempre nos preguntamos: ¿Será verdad?

Muchos se dejan engañar, o viven engañados porque creen que es lo mejor porque siempre ha sido así. Es la historia del elefante:

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.
También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el
elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño,
peso y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de su patas sujeta a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDEÉl tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás…jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…

Nos pasa a veces que estamos sujetos a la estaca de una mentira, y pensamos que no podemos librarnos de ella, y así consumimos la vida, atados a la estaca de la mentira.

 

 Juan García Inza

 

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