Lunes, 29 de abril de 2024

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Las llagas de la Iglesia

Las llagas de la Iglesia

por Un alma para el mundo

Las llagas de la Iglesia

            Serrano Oceja titula su columna en ABC, el domingo 4 de abril: “Las nuevas llagas de la Iglesia”. No podemos escandalizarnos, ni caer en un mar de dudas, cuando constatamos que la Iglesia militante, formada por hombres y mujeres pecadores, muestra sinceramente, y con dolor, que ese cuerpo vivo ha  sufrido sus llagas a lo largo de los siglos.

            Oceja cita al beato Antonio Rosmini que publicó en 1846 un libro que llevaba por título precisamente te “Las cinco llagas de la Santa madre Iglesia”. Son las plagas que a lo largo de los siglos hacen mella en este Pueblo de Dios, formado por hombres. Esta sincera valentía tenía como fin denunciar lo que va mal para que vaya mejor. Es la gran corrección fraterna que es necesaria siempre.

            Rosmini señala la separación que se daba entre en pueblo cristiano y el clero, llamado clericalismo; el bajo nivel de preparación doctrinal y espiritual del clero; la falta de unidad entre la Jerarquía; la libertad de la Iglesia para nombrar obispos sin injerencias políticas; y la falta de una clara independencia del mundo de la economía, para vivir de verdad una pobreza evangélica.

            ¿Qué pasa hoy? Indudablemente hemos madurado y limpiado a fondo la imagen de la Iglesia. Los últimos papas, y en especial el Papa Francisco se han empeñado en serio en esta tarea. Pero aún quedan cosas por hacer. Debe reforzarse la unidad entre la Jerarquía evitando corrientes ideológicas que no hacen ningún bien. La falta de espiritualidad en la práctica y enseñanza de la doctrina. Las homilías, y las catequesis, se decantan por una enseñanza carente, muchas veces, de hondura teológica y aplicación práctica. Se observa una deficiencia cultural en la formación del clero, que debe partir de los seminarios. Que el talente amable y conciliador no vaya en menoscabo de la denuncia misericordiosa del mal que nos afecta. No todo está bien, aunque no se condene a nadie, pero hay que hablar claro dejando siempre una puerta abierta al perdón y al compromiso apostólico. Hay que dedicar tiempo al trato pastoral sin prisas, y a la administración de los Sacramentos, especialmente el de la Penitencia.

            No hay que dejar a las familias solas en la gran problemática que tienen que afrontar en relación con los hijos, los enfermos, los mayores y los jóvenes. No hay que descuidar la formación permanente a todos los niveles. Las parroquias deben ser en cada ambiente un foco de espiritualidad, cultura y caridad. Se dice que lo que falla no es la fe, sino la razón. Hay que invitar al pueblo a que se involucre en una dinámica cultural y humanitaria, pero sin olvidar la dimensión espiritual que estamos obligados a ofertar y mantener.

            Se está dando un abandono masivo de la práctica religiosa. ¿Qué se puede hacer? Buscar las ovejas descarriadas con amabilidad, dedicando tiempo y esfuerzo espiritual en tratar personalmente a todos los que podamos. Siempre con mucha paciencia, comprensión y esperanza.

            No ser derrotistas. ““«En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo." (Juan, 16 ). “No tengáis miedo, yo he vencido al mundo” (Jon. 16,33), nos dice el Señor. Siempre ha sido difícil exponer y defender la Verdad. Hay una oposición sistemática a todo lo que suene a Dios, a Religión, a Iglesia, porque se opone a los criterios egoístas, inhumanos, y a veces brutales.  Pero intentando sanar las llagas de la Iglesia podremos ofrecer una cara bonita de este Pueblo de Dios, sembrado de santos y de mártires. La Iglesia, madre nuestra, está necesitada de nuestro cariño y comprensión. Tú eres Iglesia. Tu imagen debe invitar a otros a seguir a Jesús cogidos de la mano como hermanos. En lugar de juzgar, trata de amar, de comprender, de invitar a que otros sigan el camino que ya recorres con entusiasmo. Hay que ser alegres para hacer la vida feliz a los demás.

Juan García Inza

 

 

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