Viernes, 01 de noviembre de 2024

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Tirar del manto

por Una fe con chispa

TIRAR DEL MANTO

 María, como Madre, no quiere condecoraciones
ni honras, sino prestar servicios.”
-San Alberto Hurtado-

         De san Antonio María Claret, gigante espiritual que llena todo el siglo XIX de la Iglesia española, nos cuentan sus biógrafos infinidad de anécdotas y sucesos relacionados con su ardentísima devoción a la Virgen.

         No olvidemos que es uno de los mayores santos marianos que han existido. Desde niño destacaba ya por su amor y piedad para con la Virgen. De una de sus documentadas biografías sacamos esta deliciosa anécdota:

 Siendo todavía joven seglar hubo de hacer un viaje en compañía de un buen caballero, quien observó los claros signos de devoción mariana de que, tanto en sus conversaciones como en su conducta, daba muestras el joven Claret.

      El señor Portellas —así se llamaba el acompañante— admirado de su piedad, le habló de esta manera:

—Paréceme, Antonio, que eres muy devoto de la Virgen.
—¿Cómo no, si todo cuanto le pido me lo alcanza?
—¿Qué me dices? Explícame el modo de pedírselo.
—Le pido lo que deseo con amor y confianza. Y si veo que no me escucha, me acerco más a ella, la cojo del manto y le digo: «Si no me lo alcanzáis, a fuerza de tiraros, rasgaré el manto». Y entonces ya me escucha.

      Aquí tenemos una hermosa lección sobre cómo debemos orar y suplicar a María: con amor, confianza y perseverancia. Esta última condición nos falla muy a menudo, pues cuando nos dirigimos a la Virgen queremos obtener un determinado favor o gracia con la mayor prontitud, y nos ponemos impacientes si no sucede así.

          La Iglesia nos enseña a ejercitar la oración perseverante y se muestra insistentemente repetitiva en muchas de sus plegarias. Ha aprendido el aviso del Señor en la parábola del amigo importuno (Lc 11,5-8).

         Jesús nos ha recordado con encarecimiento: «Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá». Eso mismo nos susurra la Virgen. Ella nunca desoye nuestras súplicas y las encauza hacia lo que verdaderamente nos conviene, si pedimos algo no conforme con los designios divinos.

         Aprendamos de san Antonio María Claret a «tirar del manto» de María, hermosa metáfora que tanto nos dice a todos. Y sobre todo procuremos introducirnos en su corazón inmaculado para oír —si fuera posible— sus dulces latidos.

 

         Ninguna petición a la Virgen se perderá en el camino, María se hará siempre presente con su auxilio oportuno. Pero no dejemos de insistirle, como hacía con tanto amor y confianza el joven Claret, aunque para hacernos oír tengamos que tirar del mato hasta romperlo; si es necesario.

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