Viernes, 01 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Epílogo sobre el aborto

por José Gea Escolano

Nos encontramos en nuestra sociedad con una situación nueva y nada fácil. No sólo en España sino a nivel mundial. Se va extendiendo el subjetivismo moral. No se trata de unos casos aislados sino de mantener nuestro patrimonio moral como tal. Tenemos la impresión de que todos los valores morales están en crisis. En el fondo está el hecho de que Dios no cuenta en nuestra sociedad.
 
En la Encíclica «Veritatis Splendor», trata el Papa sobre la relación que existe entre verdad y libertad, y entre libertad y moral. La intención del Papa al escribirla, es proclamar el núcleo de nuestra fe con respecto a la libertad: La libertad es humana y responsable sólo si está unida a la verdad. Y esto vale tanto para los políticos cristianos como para todos los católicos.
 
Y para los cristianos la única verdad raíz es Jesús; yo soy la verdad, nos dijo. Nuestra visión, a la que no podemos renunciar nunca, es ésta. En definitiva, la libertad y la verdad deben ir juntas en todo proyecto de vida cristiana y de sociedad. Lo legal no puede confundirse con lo moral; puede haber hasta puntos constitucionales inaceptables para el cristiano.
 
El núcleo del gran problema que tenemos en nuestra sociedad es que se exalta la libertad sin relación con la verdad. Se le ha dado tal autonomía a la libertad, que se la ha convertido en fuente de valores. La libertad individual y los votos de la mayoría de los ciudadanos deciden lo que se puede hacer y lo que no, sin vincularse ni relacionarse ni admitir ninguna norma de rango superior a la libre decisión del hombre. Y ahí estamos teniendo ya los resultados en la inmoralidad de nuestra sociedad en todos los campos. También la conciencia debe formarse en relación con la verdad que nos viene de Dios. Como dice el Papa, «la conciencia no crea el bien. Debe formarse a la luz de la verdad. Por tanto, nunca se puede hacer un mal para obtener un bien».
 
No quiero dejar de decir algo que el Papa señala con respecto a la vida social y política: la renovación de la vida social y política sólo es posible si la libertad va unida a la verdad. Cito el nº 101 de la Encíclica, que apunta a cuestiones clave para la vida de la Iglesia en la actualidad. Dice así: «En el ámbito político se debe constatar que la veracidad en las relaciones entre gobernantes y gobernados; la transparencia en la administración pública; la imparcialidad en el servicio de la cosa pública; el respeto de los derechos de los adversarios políticos; la tutela de los derechos de los acusados contra procesos y condenas sumarias; el uso justo y honesto del dinero público; el rechazo de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener o aumentar a cualquier costo el poder, son principios que tienen su base fundamental -así como su urgencia singular- en el valor trascendente de la persona y en las exigencias morales objetivas de funcionamiento de los Estados. Cuando no se observan estos principios, se resiente el fundamento mismo de la convivencia política y toda la vida social se ve progresivamente comprometida, amenazada y abocada a su disolución» (cf. Sal 13[14], 3-4; Ap 18, 2-3. 9-24).
 
Después de la caída, en muchos Países, de las ideologías que condicionaban la política a una concepción totalitaria del mundo -la primera entre ellas el marxismo-, existe hoy un riesgo no menos grave debido a la negación de los derechos fundamentales de la persona humana y por la absorción en la política de la misma inquietud religiosa que habita en el corazón de todo ser humano: es el riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético, que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral, despojándola más radicalmente del reconocimiento de la verdad.
 
En efecto, «si no existe una verdad última -la cual guía y orienta la acción política- entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia. Así, en cualquier campo de la vida personal, familiar, social y política, la moral -que se basa en la verdad y que a través de ella se abre a la auténtica libertad- ofrece un servicio original, insustituible y de enorme valor no sólo para cada persona y para su crecimiento en el bien, sino también para la sociedad y su verdadero desarrollo».
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