Jueves, 25 de abril de 2024

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Espiritualidad de la adoración (XIV)

por Corazón Eucarístico de Jesús

La espiritualidad de la adoración eucarística nos lleva a la confianza y abandono en Dios. Horas y horas de trato personal con Jesucristo en el Sacramento afianzan la confianza, ya que sólo se puede confiar en quien se quiere, con quien se trata.
 
 
La amistad va creciendo en el trato continuo, asiduo, y es ese trato continuo el que va demostrando cómo uno se puede fiar del amigo, entregarle la confidencia y la llave del corazón. Mucho más con Jesucristo: la confianza y el abandono en sus manos sólo se darán cuando haya un trato continuo durante las horas de adoración.
 
En las manos de Cristo se pone todo: el pasado, el presente y el futuro; en sus manos se ponen los problemas, las dificultades y las luchas; con Él el corazón se abre por completo y descubre todos los recovecos, sabiendo que Cristo acoge y recibe y busca en todo nuestro bien.
 
Santa Teresa del Niño Jesús, Santa Teresa de Lisieux, la más joven doctora de la Iglesia se abandonó en Jesús, confiando sólo en Él. El sagrario y la exposición del Santísimo eran el recurso seguro para crecer en confianza.
 
Desde su infancia, Teresa descubre al Amigo fiel y seguro en el Santísimo Sacramento y busca su compañía:
 
"Subía a la tribuna de la capilla y me quedaba delante del Santísimo Sacramento hasta el momento en que papá venía a buscarme. Era mi única consolación. ¿Jesús no era mi único amigo? Sólo sabía hablarle a él. Las conversaciones con las criaturas, incluso las conversaciones piadosas, me cansaban el alma" (Ms A, 10rº).
 
A quien sufre tentaciones, o pereza, o debilidad espiritual, ella le aconseja:
 
"Piensa que Jesús está ahí en el tabernáculo expresamente para ti, para ti solo, arde de deseo de entrar en tu corazón... Ve, no escuches al demonio, búrlate de él y ve sin temor a recibir a Jesús de la paz y del amor" (Cta. 92).
 
En el sagrario, santa Teresa aprende la humildad y la mansedumbre del corazón. La espiritualidad de la adoración comporta también la humildad y la sencillez, que se aprende del Maestro en la Eucaristía.
 
"¡Oh mi Bienamado, bajo el velo de la blanca hostia apareces para mí dulce y humilde de corazón!
 
Para enseñarme la humildad no has podido abajarte más, también quiero, para responder a tu amor, desear que mis hermanas me pongan siempre en el último lugar y persuadirme de que este sitio es el mío" (Or 21).
 
Y aunque santa Teresa de Lisieux no tiene grandes y fervorosas oraciones ni contemplaciones, arrebatos místicos, sino que es una oración confiada pero árida, incluso se duerme y es para ella ocasión de mayor humildad y abandono:
 
"Debería entristecerme el dormirme durante mis oraciones y mis acciones de gracias; pero no me entristezco... Pienso que los niños pequeños agradan tanto a sus padres cuando duermen como cuando están despiertos, pienso que para hacer las operaciones los médicos duermen a sus enfermos. Por último pienso que el Señor ve nuestra fragilidad, que recuerda que no somos más que polvo" (Ms B, 75vº-76rº).
 
La espiritualidad de la adoración eucarística es abandono en el Señor y la máxima confianza en Él, tratándole sencillamente.
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