Viernes, 01 de noviembre de 2024

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Iglesia: crisis de crecimiento

por Piedras vivas

Iglesia: crisis de crecimiento

La fiesta de la Cátedra de san Pedro recuerda que la Iglesia tiene su fundamento en Jesucristo que vive ayer, hoy y siempre.  La Iglesia lleva veinte siglos en crisis y ahí sigue con heridas a modo de condecoraciones en mil batallas. En cada tiempo decae el vigor evangelizador en unos lugares mientras crece en otros: los hombres hacemos la historia y Dios sigue cuidando de su Iglesia a pesar de nosotros.

Crisis actuales

La Iglesia en Alemania es un quebradero de cabeza y síntoma de que se va imponiendo la facción protestatizada por ósmosis y con obispos débiles con los fuertes. Son los grupos de presión eclesiásticos pues muchos viven a costa de la Iglesia, gran empresaria y con dinero, (que también emplea para generosas tareas asistenciales en el mundo). De todos modos la sangría de católicos que abandonan la Iglesia indica que la solución no vendrá por un Sínodo ni por acomodarse a los valores mundanos.

En Estados Unidos también la Iglesia tiene serios problemas precisamente por una parte contraria que dice defender la fe genuina sin mundanizarse, una parte que no sintoniza con el papa Francisco, y de otro lado grupos de presión que colaboran para actualizar como sea la imagen de la Iglesia, lavar la cara aunque sea a costa de alterar la fe y la doctrina moral al aceptar acríticamente los postulados de la posmodernidad. Los escándalos motivados por los abusos han diezmado las comunidades y vaciado las arcas de varias diócesis; la machacona insistencia de muchos medios está quebrando la fe de los mayores y alejando a los jóvenes de la participación en la vida sacramental y las labores de voluntariado.

Por su parte la vieja Europa ya no reconoce sus raíces judeocristianas y pierde fieles, no logra atraer a los jóvenes, y se encuentra con un imposible relevo generacional de los sacerdotes y religiosos. Por contraste crecen los grupos con vitalidad apostólica, los movimientos que atraen a los jóvenes, y la formación en la fe y en la misión de familias como verdaderas iglesias domésticas. La opción por la fe comprometida y la caridad valiente atrae a muchos, logra conversiones auténticas, y actúan con naturalidad en la sociedad. Son la esperanza del futuro que se fragua en las familias cristianas, con vitalidad semejante a la de los primeros cristianos.

Un nuevo documento

En este contexto se puede enmarcar el documento Fiducia supplicans sobre las bendiciones a los homosexuales y parejas irregulares o como se quiera llamarlos. El documento señala que bendecir no significado aprobar las uniones homosexuales o de parejas en situación irregular. Indica que está prohibido impartir esas bendiciones en un marco análogo a una ceremonia nupcial. Además señala que las relaciones sexuales encuentran su significado humano y cristiano solo en contexto del matrimonio entre un hombre y una mujer, como siempre ha enseñado la Iglesia. Y por eso señala que esa pastoral quiere ser fiel a la tradición de la Iglesia.

Al tratarse de un largo documento da muchas vueltas sobre el núcleo que parece ser dar bendiciones no litúrgicas ni rituales a los homosexuales y otras parejas, como señal de una pastoral abierta en el contexto de una Iglesia en misión para atraer a los que todavía no participan en las actividades parroquiales. Y posiblemente lavar la cara de la Iglesia ante parte de la opinión pública movida por quienes rechazan las enseñanzas eclesiásticas. Hace tan solo un par de años también el Dicasterio para la Doctrina de la fe publicó un documento claro sobre el trato pastoral con ese tipo de personas y no está claro porqué insistir en lo mismo quizá para romper algunas dificultades[1].

Volver al Catecismo

El Catecismo de la Iglesia ha tratado estas cuestiones con suficiente claridad, fruto maduro del Concilio Vaticano II y de la mayor sinodalidad conocida. En concreto trata sobre la vocación a la castidad integrada en el desarrollo de la persona enseña: «La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo entero y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer» (N. 2337).

La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la integralidad del don «La castidad comporta un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado (cf Si 1, 22). "La dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados" (GS 17)». (N. 2339)

Por ello «El que quiere permanecer fiel a las promesas de su bautismo y resistir las tentaciones debe poner los medios para ello: el conocimiento de sí, la práctica de una ascesis adaptada a las situaciones encontradas, la obediencia a los mandamientos divinos, la práctica de las virtudes morales y la fidelidad a la oración. "La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos" (S. Agustín, conf. 10, 29; 40). (N. 2340)[2].

Ofensas contra la castidad

Respecto a las ofensas contra la castidad recoge la doctrina moral católica derivada del Evangelio y la gran Tradición. Como base enseña que la lujuria: «es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión». (N. 2351).  Y por ello considera que son pecados la masturbación y la fornicación, así como la pornografía, la prostitución y la violación, e indica que «Para emitir un juicio justo sobre la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores síquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral». (N. 2352).

Las personas homosexuales

Respecto a la homosexualidad enseña «La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen síquico permanece ampliamente inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1 - 29; Rm 1, 24 - 27; 1Co 6, 10; 1Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados" (CDF, decl. "Persona humana" 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una complementariedad afectiva y sexual verdadera. No pueden recibir aprobación en ningún caso» (N. 2357).

Con palabras medidas muestra que «Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor, las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. (N. 2358).

Con buen sentido pastoral el Catecismo señala que sentir esa tendencia es distinta de consentir en esos diversos actos especialmente contrarios a la castidad, y que esas personas deben poner los medios para huir de las ocasiones de pecado, acudir a los sacramentos en particular el de la penitencia, y a la oración confiada a Dios Padre, a Jesucristo y a la Santísima Virgen María

Sobre el matrimonio

Finalmente trata sobre algunos aspectos del matrimonio que están más desarrollados en la doctrina sobre el sacramento del matrimonio donde se habla de ese camino de santidad para la mayoría de los fieles.

Enseña enseña que «Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud" (GS 49, 2). La sexualidad es fuente de alegría y de placer: El Creador… estableció que en esta función (de generación) los esposos experimentasen un placer y una satisfacción del cuerpo y del espíritu. Por tanto, los esposos no hacen nada malo procurando este placer y gozando de él. Aceptan lo que el Creador les ha destinado. Sin embargo, los esposos deben saber mantenerse en los límites de una justa moderación" (Pío XII, discurso 29 Octubre 1951)». (N. 2363).

En suma, vamos avanzando como Iglesia misionera que tiene las puertas abiertas a todos, consciente de ser sacramento universal de salvación y camino querido por Dios para encontrar y desarrollar la vocación a la santidad, que consiste fundamentalmente en la unión con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Y así la vida cristiana continúa en un proceso continuo de buscar a Jesucristo, de encontrar a Jesucristo, de amar a Jesucristo, de permanecer con Jesucristo.

 

Jesús Ortiz López

 

 

[1] https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2021/03/15/res.html

[2] Un buen estudio actual que profundiza en esta virtud y en el contexto de la dignidad es

Erik Varden. Castidad. La reconciliación de los sentidos. Encuentro 2023, 170 págs.

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