Sábado, 27 de abril de 2024

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¿Por qué no madura la pastoral de métodos?

por Una iglesia provocativa

¿Alguien se ha dado cuenta de todo lo que dista entre el fervor de un converso y el fuego constante de un cristiano acrisolado por los años?

Es lo mismo que decía un gran maestro de la vida espiritual cuando explicaba que en el matrimonio primero era la mística y luego venía la ascética. Es decir: primero el enamoramiento, y luego el amor probado en el tiempo que está llamado a la perseverancia. Y no al revés, pues nadie en su sano juicio se embarcaría en una aventura como el matrimonio empezando por un noviazgo de pasarlo mal y sufrimiento, en la esperanza de enamorarse algún día. 

Como la vida misma, todos reconocemos que venimos de una forma de hacer las cosas en la Iglesia en la que se nos enseñó todo lo contrario: que primero hacía falta mucha ascética y ya veríamos si llegábamos a una mística reservada a unos pocos supercristianos. Y así, se proponía una adhesión a la Iglesia basada muchas veces en voluntarismos exentos del encuentro personal con Cristo, bajo la creencia limitante fuertemente inculcada de que eso de las emociones fuertes eran fuegos artificiales signo de inmadurez en la fe.

Contra todo eso vienen a responder los métodos de Primer Anuncio, pues se convierten en poderosas experiencias de entrada que tienen la virtud de recalentar a los de dentro y encender a los de fuera. Estas metodologías hacen vivir a los ya bautizados cosas que tendrían que haber estado en la base de su itinerario cristiano, y a los no bautizados aspectos de la fe que siempre tendrían que ser lo primero para emprender el camino del seguimiento de Cristo. 

Y el resultado lo tenemos ahí: la gente está pasando en masa por estas vivencias o métodos de Primer Anuncio, encontrando en ellos cosas tan fundamentales como la experiencia del amor de Dios y la efusión del Espíritu Santo que se recibe en Pentecostés, como si nunca jamás les hubieran hablado de ellas.

Las parroquias se están lanzando entusiasmadas a proponer estos métodos, conscientes de la necesidad de la gente y de lo adecuados que son como experiencia en medio de una situación eclesial en la que cualquier signo de agua fresca se recibe como agua de mayo

Ahora bien, como indicaba en un artículo anterior, esta pastoral de métodos no está exenta de sus pobrezas.

La mayor es la grandísima dificultad que supone dar un paso ulterior tras el primer anuncio, comenzando itinerarios de discipulado en las parroquias, que lleven a la configuración de las mismas como genuinas comunidades de discípulos.

Aunque no abunden, no es que no haya métodos, itinerarios o propuestas de continuación. Lo que sucede es que, en la mayoría de los casos, o las cosas vuelven a donde estaban o simplemente se quedan estancadas por falta de cultura catecumenal y discipular.

Hay parroquias que invitan a la experiencia de un método a todos los que conocen, pero tras tres o cuatro hornadas, se quedan sin puertas a las que llamar porque se les agotan los contactos. Hay otras que perseveran en practicar una metodología con cierto fruto porque siguen teniendo gente, pero al final esta se vuelve una actividad puntual aunque regular, y lo que se prometía como algo revolucionario para la parroquia, se institucionaliza sin que suceda nada diferente que haga que cambien las cosas.

Entonces sucede lo que el P. Mallon denomina como "el efecto gravitatorio" que consiste en que todo tiende a volver a donde estaba. Ya sea por cansancio del párroco o del equipo, o por un mero acostumbrarse, la parroquia sigue siendo un lugar de mantenimiento con ese olorcillo a vieja cristiandad por más primer anuncio que se haya adoptado. Y la gente se acaba cansando y olvidando del subidón por el que entraron. 

¿Qué es lo que está pasando?

Pues que no podemos pretender aplicar métodos de Nueva Evangelización sobre estructuras de "Antigua Evangelización" y esperar que las cosas cambien si no estamos dispuestos a trabajar en la reforma de la estructura de mantenimiento subyacente bajo la que operamos. 

Esta es la razón por la que el primer anuncio se queda ahí y no desemboca en procesos de discipulado ni en la conversión pastoral de la parroquia.

Los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos de nuestras parroquias (EG 33) son los propios de la crisitiandad nos guste o no. Esto nos indica que la estructura pastoral de lo que hacemos sigue siendo de cristiandad. Nuestra práctica religiosa y sacramental, la secuencia de iniciación cristiana, la metodología de levantar edificios antes que comunidades, la obsesión por una territorialidad desfasada, y tantos indicadores más, nos dicen a gritos que seguimos en el mismo paradigma pastoral de "antigua evangelización".

Es por eso por lo que la prioridad de las diócesis es mantener parroquias abiertas, y la exigencia más importante —a la que inmolamos casi todo lo demás— es mantener el horario de misas intacto con las estadísticas de sacramentos más o menos estables sin arruinarnos en el proceso.

Es por eso por lo que quemamos a los pocos curas jóvenes que salen del seminario, y a los meritorios perseverantes que quedan, y hacemos que se agoten dando lo mejor de sí en el inútil intento del mantenimiento de ritmos y estructuras apuntaladas que hace mucho tiempo que debieron ser derrumbadas y ya amenazan ruina.

Es por eso por lo que en pocos sitios se plantea hacer una evaluación honesta de la función de dispensar de cualquier manera sacramentos de iniciación a gente que acude a nosotros por cumplir con los ritos de pasaje social, y parece como si el criterio más importante fuera no defraudar a la gente en vez de darles la conversión y salvación en Cristo que necesitan.

Podría seguir horas con esta cantinela de indicadores reales de lo que está pasando. Al final, se resume en que miremos aquello que hacemos y no lo que decimos.

Si quiero evangelización pero dedico el 95% de mi acción pastoral al mantenimiento de la estructura de cristiandad, aunque haga primer anuncio dos veces al año, entonces es que sigo dedicando mis fuerzas a hacer lo de siempre.

Si me lleno la boca de la palabra comunidad, pero permito que la gente camine por el supermercado de los grupos, los cursos, los eventos, las excursiones/peregrinaciones pías y las formaciones a la carta, sin ofrecerles un itinerario claro y común para  toda la parroquia de maduración en Cristo, entonces es que ofrezco un primer anuncio sin ninguna perspectiva real de dar un fruto sostenido en el tiempo. 

Si compro el lenguaje de la corresponsabilidad y la sinodalidad, pero en el fondo solo delego tareas y sigo alentando el viejo esquema clericalista (el curil y el laical) de siempre, entonces es que sigo pensando que la evangelización es menester de unos pocos especialistas y no la tarea común de todos los bautizados.

Podría decir mucho más; al final, obras son amores y no buenas razones. Lo que hacemos, no lo que decimos, es lo que define el paradigma pastoral en el que nos movemos. Esto se aplica tanto a nuestras instituciones, como al obrar de todos los bautizados en la Iglesia, desde el último parroquiano, hasta el obispo responsable como pastor del rumbo de la diócesis. 

La pastoral de métodos estará siempre capada en su crecimiento si sucede en un contexto de parroquia de cristiandad y no dejamos que el mismo fruto de lo que está suscitando Dios ponga en cuestión nuestra metodología de pastoral desfasada.

Dicho en otras palabras, hacer Efetá, Emaús, Alpha, Seminarios de Vida en el Espíritu o lo que sea, para tener más gente en la parroquia yendo a Misa y hacer lo de siempre, acabará agotándonos y agotándose. Y será así, por la sencilla razón de que los métodos no son un fin en sí mismo, sino un primer paso para la conversión pastoral que consiste en cambiar la estructura de cristiandad de la Iglesia de llegada, en la estructura pastoral de una Iglesia en salida. 

Una pastoral de métodos inmadura no se preocupa del mañana y se contenta con el fruto inmediato y la estadística fácil de asistentes impactados, en vez de discípulos sostenidos en el tiempo y enviados. 

El anhelo, el sueño y la intuición que se respira en los círculos de Nueva Evangelización es que practicando los métodos descubramos el camino de vuelta al proceso de la Iglesia primitiva, que estructura comunidades de discípulos maduros, capaces de evangelizar al mundo entero por la gracia del Espíritu Santo. 

Y esto solo será posible si el pastor hace un camino personal, los fieles de la parroquia se hacen corresponsables, y paulatinamente rompemos con una práctica de cristiandad que no puede más que dar frutos dentro de la cristiandad, en la cual para bien o para mal, nos guste o no, ya no estamos.

Una pastoral de métodos madura es, pues, aquella que se hace en el contexto de la conversión pastoral de la parroquia, que apuesta decididamente por adoptar el proceso medular del discipulado en la misma, con la vista puesta en la nueva manera de ser iglesia en salida a la que nos llama la Iglesia hoy en día.

Para abrazar esta pastoral, hay que abandonar "el siempre se ha hecho así", como nos conmina Evangelii Gaudium 33, siendo audaces y creativos en una tarea de discernimiento pastoral que "no puede dejar las cosas como están" (EG 25). 

El camino no es fácil, conlleva un cambio eclesial que cuanto más tarde se haga más doloroso será y más envejecidos nos encontrará.

Qué mejor que hacerlo ahora, cuando las fuerzas aún están, y vivimos esta esperanzadora primavera de ver los nuevos métodos florecer con el anhelo de verlos madurar en frutos del Reino de Dios.







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