Un milagro poco conocido de la persecución religiosa en Albacete
«Las presas del Cristo» de los Milagros de El Bonillo
EL SANTÍSIMO CRISTO DE LOS MILAGROS DE EL BONILLO
En El Bonillo se venera al Cristo de los Milagros, que según la tradición a la muerte del papa Gregorio XV -el 8 de julio de 1623- y antes de exhalar su último aliento, entrega a su director espiritual, un franciscano de El Bonillo, un crucifijo de madera de nogal pintado al óleo. Durante su estancia en El Bonillo, Fray Pedro Carralero, que así se llamaba el fraile, se hospedó tres días en casa de Antón Díaz, un humilde agricultor al que le regaló el crucifijo como signo de agradecimiento. Esto sucedió antes de marzo 1640. Enseguida comenzaron los milagros.
Cuando Leopoldo Gutiérrez Canales, sacerdote oriundo de El Bonillo y rector de la iglesia de San José de la Montaña de Madrid, escribió El Santísimo Cristo de los Milagros de El Bonillo (Toledo, 1929), librito de 100 cuartillas, no se imaginó que la historia posterior, en los días de la persecución religiosa, le darían ocasión de escribir una segunda parte con lo sucedido. Esta vez de 67 cuartillas y apareció con el mismo título como segunda parte (Madrid, 1942).
«Llegaron los días trágicos de julio de 1936, y en la iglesia en que se hallaba la milagrosa efigie se profanaron las sagradas formas al caer la patrona -la Virgen de Sotuélamos- sobre el Sagrario; 68 imágenes fueron quemadas, derribadas y lanzadas al fuego, entre las que existían de gran mérito artístico, una Dolorosa de Salzillo, y un san Francisco de otro tallista destacadísimo. [Sin escaleras de entrada; los rojos las suprimieron; las campanas y la instalación eléctrica y los grandes ventanales desaparecidos; el altar mayor servía a los marxistas de mostrador para despacho de aceite, queso y hortalizas]. Fueron fusilados tres sacerdotes del pueblo, un médico dejó nueve hijos, varios jóvenes y mujeres, sin contar las vejaciones y persecuciones a otros sacerdotes y las multas y encarcelamientos en crecidísimo número.
La santa Cruz seguía en su capilla del templo, y el 10 de junio de 1937 se dijo que venían de Albacete por el Santísimo Cristo, para con el producto de su venta adquirir divisas; el pueblo en masa se lanzó a la calle a pesar del terrorismo que imperaba, insulto a dirigentes, hizo caso omiso de los de asalto, se organizó una procesión y se depositó el Cristo en casa de Luis Hidalgo, de probada fe y devoción, y después de adorarle muchos fieles, la piadosa manifestación se disolvió. A las cuatro horas escasas llegaron al pueblo doscientos guardias de asalto provisto de fusiles, ametralladoras y bombas de mano, sorprendiéndoles la absoluta tranquilidad del pueblo. No obstante, comenzaron a detener llegando el número a 67 mujeres y 9 hombres [en su obrita publica la lista con todos los nombres y apellidos], y entre tanto, que cundía la consternación, vino un delegado de Albacete, y como un fardo, como una cosa, y sobre un camión abierto, no se colocó sino que se echó la venerada Cruz del Santísimo Cristo de los Milagros, como asimismo, un Greco y otro cuadro de Vicente López, reproducción del milagro del sudor, y salieron del pueblo mientras estaban tomadas todas las calles por la fuerzas y dando el alto y manos arriba al que intentaba salir de su casa».
LAS PRESAS DEL CRISTO
Alojadas en la iglesia las devotas mujeres detenidas y los hombres, entre las que había tres maestras de niñas, siendo, como es de suponer las detenidas de recia de fe y valentía, sufrieron malos tratos y humillaciones, aunque solo fueron de palabra; y a la una de la noche (del día 11 de junio), en dos camiones custodiadas por las fuerzas antes citadas y haciendo paradas frecuentes, aprovechadas para insultarlas y entre lágrimas y sollozos entrecortados, salieron las valientes mujeres y los hombres y llegaron a la cárcel de Albacete, en cuyas puertas había un individuo que las insultó. Ocho meses largos sufrieron parte de estas buenas mujeres de dura prisión llevados con entereza, resignación y espíritu cristiano, con la firme confianza de que su Cristo las defendería de sus enemigos marxistas y llegarían de nuevo a sus hogares, adonde tanta pena y dolor se sufría […].
El 23 de junio de 1938, las presas de Cristo, visible y claramente vieron en la luna la imagen del Cristo de las Misericordias, derramando al verla lágrimas de consuelo y espasmos de ternura, asegurando y proclamando tal visión todas las detenidas y el propio jefe de la cárcel, que salió fuera de rejas para cerciorarse de tal verdad. Desde aquel momento se les hizo más suave y agradable el encarcelamiento, teniendo a gala y honra el sufrir por Cristo.
Llegado el juicio oral, lo más complicado y difícil se deslizó suavemente y fueron puestas en libertad, no obstante las graves acusaciones de los rojos que les pedían ocho y diez años de condena. La fe y la confianza que pusieron en su venerada imagen las consoló en la cárcel con una aparición y las dispuso para la deseada libertad.
EL CRISTO EN BUENAS MANOS
Al llegar el santísimo Cristo a Albacete conducido por el camión a que ya nos hemos referido, fue depositado en un museo, con el Greco de la Cruz a cuestas y el Vicente López, siendo comisarios de custodia el ilustre catedrático, ferviente católico y amante de las bellas artes, Joaquín Sánchez y el asesor de este centro el sabio y virtuoso sacerdote, Isidro Albert, del Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, los que ya conocían la historia, mérito y milagros del Cristo, al que en silencio y a hurtadillas de los marxistas adoraban con profundo amor y piedad; viendo en dos distintas ocasiones que disponían y se llevaban el tesoro del amor de los hijos de El Bonillo al extranjero, para con el producto de la venta continuar la guerra, ¡qué sarcasmo!, el valor de una imagen empleado en segar vidas y en sembrar odios. ¡Qué honda preocupación invadía a estos caballeros y a otras muchas personas amantes de su Cristo! Mas después de mil incidentes desagradables y en sentir de don Joaquín y don Isidro obró un milagro más y entonaron el himno de la victoria porque llegó el 28 de marzo y, lo que no se esperaba, la cruz permanecía bajo su custodia y libre de los rojos. De común acuerdo con las autoridades de El Bonillo, vinieron a traer a este pueblo su queridísima y milagrosa efigie; dándoles ocasión para admirar el exaltado sentimiento cristiano de los bonilleros[1]».
La imagen llegó a El Bonillo el 7 de mayo de 1939.
«No queremos dar término a estas cuartillas[2] sin hacer mención de los hechos prodigiosos que por intercesión del Santísimo Cristo de los Milagros llegan a nuestras noticias. Sea el primero el de la prisión de Hellín, en que hallaban las mujeres del Cristo, y a las nueve de la noche cuando Emerita Lara se disponía a beber agua en un botijo, vio en la luna bien destacado el Cristo; llamó a las demás compañeras, se postraron e hicieron oración muy conmovidas y todas las detenidas participaron de la aparición. Este nuevo prodigio lo realizó sin duda el Santísimo Cristo, como premio y enseñanza a todos los que han sufrido por defenderle con ardor hasta el encarcelamiento. Hemos recibido declaración a la joven Emerita Lara y sometido a extenso y detallado interrogatorito a sus demás compañeras de prisión, y todas coinciden en ser cierta la aparición que queda referida».
El documento fue escrito por el sacerdote Leopoldo Gutiérrez el 22 de mayo de 1939. Días antes el 9 de mayo, el obispo auxiliar de Toledo, monseñor Gregorio Modrego, «nos rogó encarecidamente que escribiéramos y pusiéramos todos los pormenores por escrito».
[1] Leopoldo GUTIÉRREZ CANALES, El Santísimo Cristo de los Milagros y la parroquia de El Bonillo (Albacete). Tomo II, páginas 16.21-24 (Madrid, 1942).
[2] Ibídem, páginas 25-26.