Llenándola de besos
Llenándola de besos
El amor verdadero hace milagros,
porque el amor mismo es ya el mayor milagro.
-AMADO NERVO-
Con frecuencia hay personas que se pierden las pequeñas alegrías del diario vivir, mientras esperan la gran felicidad que nunca llega, y viven como en un desencanto permanente. La Navidad es una ocasión maravillosa para disfrutar practicando esos detalles sencillos y asequibles que hacen un mundo mejor.
Podemos enriquecer la Navidad con estos gestos tan sencillos:
· Sonreír al entrar en casa.
· Alabar la comida que te pongan.
· Agradecer lo limpia y acogedora que está la casa.
· Dar las gracias a los padres que nos dan casa, comida, ropa…
· Valorar el tiempo que nos dedican.
· Hacer algún arreglo-mejora en casa.
· Ayudar en lo que se necesite sin que te lo pidan.
· Cambiar un rato de tele por un rato de conversación.
· Colocar en el Belén una caja para llenarla de buenos deseos diarios.
· Cantar en familia un villancico antes de irse a descansar.
Recuerdo que el año pasado, un amigo mío, me contó su vivencia familiar de la Navidad.
- El día de Navidad, después de cantar un villancico la familia entera en el Nacimiento, nos reunimos alrededor del árbol para abrir los regalos. Mi hija pequeña, muy contenta, me entrega una caja:
- Esto es para ti, papa, con todo mi amor.
Muy satisfecho abro la caja y… estaba vacía. Sobreponiéndome al desengaño y tratando de ser cariñoso le digo:
- Cariñito, sé que lo has hecho con tu mejor intención y cariño, pero la vida te ha de enseñar que no podemos dar algo que no existe, por muy bien envuelto que esté y por mucho cariño con que lo entreguemos. Creo que te olvidaste de poner algo aquí dentro.
- ¿Pero es que no lo ves?
- No veo nada, hija mía.
- ¡Pues me pasé una tarde entera llenándola de besos!
- No veo nada, hija mía.
- ¡Pues me pasé una tarde entera llenándola de besos!
Me quedé de piedra, me comentó emocionado mi amigo, y, tratando de sobreponerme, dije exultante y cariñoso:
- ¡Es verdad! ¡Cómo no me había dado cuenta! ¡Muchas gracias, hija, por un regalo tan bonito!
Te aseguro, Antonio, que desde aquel día, siempre que la vida se pone cuesta arriba, saco un beso de la caja de mi hija y enfilo decidido la cuesta.
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