Jueves, 02 de mayo de 2024

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En una semana se estrena la película NACIMIENTO sobre san Andrés Kim, primer sacerdote coreano

Los hermanos coreanos de Joseph Spillmann, SJ

por Victor in vínculis

NACIMIENTO es la historia de san Andrés Kim Taegon (1821-1846), el primer sacerdote coreano. Nacimiento no es una película humilde, sino un drama-histórico de 15 millones de presupuesto. Incluye la vida del joven coreano como seminarista en Macao, su paso por la flota de Vladivostok, la Guerra del Opio, la apertura de rutas terrestres en Manchuria, la travesía del Mar Amarillo... Es la historia de un pionero y explorador en la época final de los grandes barcos de vela, poco antes de llegar los barcos de vapor. Andrés Kim usó sus conocimientos para ayudar a poblaciones a enfrentarse a las epidemias de cólera y viruela. En Corea, sociedad estratificada en rígidas castas, resonó con fuerza su idea revolucionaria, el mensaje cristiano de que todos los hombres y mujeres tienen  dignidad al ser "imagen y semejanza de Dios".

LOS HERMANOS COREANOS

Con este motivo os invito, queridos amigos, a seguir durante las próximas semanas la historia apasionante de las misiones en Corea, narrada por el padre José Spillmann de la Compañía de Jesús [Zug (Suiza) 1842- Luxemburgo 1905] en una obrita titulada: Los hermanos coreanos. En diciembre de 2011 ya lo colgué en los inicios del blog. Me parece conveniente rescatarlo.

El Padre Spillmann, afamado historiador, escribió una serie de cuentos edificantes para niños y jóvenes para hacerles atractivas las historias de los misioneros y sus trabajos por la propagación de la fe y la salvación de las almas. Entre muchos de sus títulos destacan:

Lucio Flavo o la Destrucción de Jerusalén por Tito, novela histórica que puede figurar al lado de Quo vadis? El autor va siguiendo a Josefo históricamente, pero con suma amenidad y presentando al vivo la virtud farisaica y el fanatismo judío, al lado de la ferocidad romana, entre cuyos dos siniestros cuadros, atrae y clarea la caridad, humildad y heroísmo de los primeros cristianos.

El P. Martín Schmid (1694-1772) de la Compañía de Jesús destacó como músico y arquitecto en la misión de Chiquitos (Bolivia). Bajo su dirección se formaron coros polifónicos, se fabricaron arpas, órganos y violines. Compuso piezas musicales, muy apreciadas hoy día. Restauró la iglesia de San Rafael y construyó las de Concepción, San Miguel y San Ignacio. Fascinado por su vida el P. Spillmann escribió Un misionero de los indios del siglo pasado. Más tarde publicó una novela para niños, titulada La fiesta de Corpus de los indios chiquitos (1901), cuyo protagonista es el padre Schmid.

Los buscadores de oro, relación de las misiones de Alaska; El sobrino de la reina, narración tomada de la historia de las misiones del Japón; En las tiendas del Mahdí, escenas dramáticas de la sublevación en el Sudán egipcio; Luchas y coronas, narración del imperio de Annam (península de Indochina, en Vietnam); Los hermanos Yang y los bóxers, episodio de los últimos desordenes ocurridos en China; La expedición a Nicaragua, relato del tiempo de los conquistadores; Los dos grumetes, narración de Cayena (Guayana Francesa); Amad a vuestros enemigos, narración tomada de las guerras contra los maoríes en Nueva Zelanda; Los esclavos del sultán, escenas dramáticas de Constantinopla. Todos estos títulos fueron publicados por la Editorial Herder de Barcelona en los años cuarenta en la colección Desde tierras lejanas, que aparecía con el subtítulo: Galería de narraciones ilustradas dedicadas a la juventud.

Entre sus novelas señalamos: Una víctima del secreto de confesión, novela fundada en un suceso verídico; Abuelo y nietoTriste NochebuenaEl niño judío de PragaEl hijo del abanderado o Secreto inviolado.

Los hermanos coreanos

Así pues, la fe católica llegó a Corea al final del siglo XVIII con la lectura de varios libros católicos escritos en chino. Las más fuertes y dinámicas comunidades católicas fueron dirigidas casi enteramente por laicos hasta la llegada de la primera misión francesa en 1836. La comunidad católica sufrió las mayores persecuciones en los años de 1839, 1846 y 1866, principalmente por no participar en la tradicional veneración de los ancestros, lo cual era percibido como idolatría, pero que el Estado concebía como la piedra angular de la cultura. Los mártires coreanos fueron víctimas de la persecución religiosa contra la Iglesia Católica durante el siglo XIX en Corea. Al menos unos 8.000 creyentes fueron asesinados durante esta persecución, 103 de los cuales fueron canonizados en Seúl por san Juan Pablo II, en 1984.

Se trata de 103 mártires encabezados por Andrés Kim Taegon, primer sacerdote y celoso pastor, y Pablo Chong Hasang, laico. Su memoria conjunta se celebra litúrgicamente para toda la Iglesia católica el 20 de septiembre: comprende cristianos de todo estado y condición, obispos, presbíteros, laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños, que dieron su vida entre 1839 y 1867, y con su muerte sembraron a manos llenas el pujante desarrollo de la Iglesia en Corea. Fueron beatificados en 1925 y 1968, y canonizados el 6 de mayo de 1984.

En 2014, el papa Francisco beatificó a otros 124. El beato Paul Yun Ji-Chung y sus 123 compañeros mártires son los mártires de la primera generación de la Iglesia en Corea, los fundadores, que son padres o abuelos de los mártires de las generaciones ya canonizadas.

A raíz de lo narrado por el padre Spillmann, iremos hablando de la vida de los mártires coreanos, de sus florecientes comunidades, y de algunos episodios de persecución vividos todavía en nuestros días.

Esta es la introducción que escribe el Padre Spillmann en Los hermanos coreanos

Es la península de Corea, situada al nordeste de la China, semejante por su forma y extensión a la península italiana. Las montañas que la atraviesan de norte a sur son, sin embargo, más elevadas y ásperas que los Apeninos de Italia, y su capital, a orillas del río Han-Kang, casi en el centro de la costa occidental, como Roma a orillas del Tíber, dista mucho de la magnificencia de la ciudad de las siete colinas. El clima de Corea no están benigno como el de Italia, y el cielo se ve allí cubierto con frecuencia de espesas nubes impulsadas por los helados vientos del mar de la Siberia. Pero las provincias del sur y del oeste son fértiles, y un pueblo fuerte y ágil habita aquel país, que no carece de riquezas y hermosura natural.

Con esto, y con la situación topográfica del país, se explica que desde tiempos antiguos Corea haya sido siempre, y es aún en nuestros días, la manzana de la discordia entre los dos Estados vecinos, China y Japón. Después de prolongadas guerras  se vio Corea obligada a reconocer por señor y protector al poderoso emperador de China, pero aislándose con tanto mayor empeño de las restantes comarcas de la tierra. Así se conservó cierta independencia en sus montañas; pero fue imposible que los misioneros cristianos entraran en este país para llevarle la alegre nueva de la salud, hasta finales del siglo XVIII, mientras que ya hacía doscientos años que había sido anunciada en la China y en el Japón. Ahora verán nuestros jóvenes lectores el modo admirable como penetró el reino de Dios con su gracia y con su paz en esta escondida fortaleza del paganismo, según se refiere en la siguiente narración, cuyo argumento y notas principales están tomados de la historia de las misiones de Corea.

Continuará con el capítulo primero. Las sesenta cometas

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