Semana Santa 2023
Le dieron a beber vinagre
El vinagre, pues, es un vino agriado por su mala naturaleza o por descuido o por la calidad de la vasija. Porque el vino representa el honor o la virtud de la inmortalidad. Como se había agriado en Adán, el Señor lo recibió y bebió por los hombres. Y se le ofrece con una caña y en una esponja para que bebiese; esto es, recibió los vicios de la corrupción humana por los que se había perdido la felicidad eterna, y así identificó en sí mismo para participación de la inmortalidad, todo lo que estaba viciado en nosotros. (San Hilario, in Matthaeum, 33)
Cada aspecto de la vida de Cristo nos habla de forma especial y profunda. No se trata de slogans de moda o de logos para vender. Lo que que los Evangelios nos indican siempre es sustancial y lo sustancial es imposible comprarlo. Los Primeros Padres hablaban del sentido místico o espiritual de las Sagradas Escrituras. Un sentido que nos permite seguir a Cristo sin distraernos con los fuegos artificiales que la sociedad (mundo) nos quiere vender. No lo digo yo, se puede leer en el Catecismo de la Iglesia (Artículo 3, 115):
Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de los cuatro sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.
En el punto 117 del Catecismo se describen más profundamente estos sentidos:
El sentido espiritual. Gracias a la unidad del designio de Dios, no solamente el texto de la Escritura, sino también las realidades y los acontecimientos de que habla pueden ser signos.
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El sentido alegórico. Podemos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; así, el paso del mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del Bautismo (cf. 1 Cor 10, 2).
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El sentido moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos «para nuestra instrucción» (1 Cor 10, 11; cf. Hb 3-4,11).
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El sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna, que nos conduce (en griego: «anagoge») hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste (cf. Ap 21,1- 22,5).
Si tenemos esto claro, nos daremos cuenta que la Semana Santa nos ofrece muchos aspectos sobre los que meditar y profundizar. Aspectos como puede ser el vinagre que se le ofrece a beber al Señor. San Hilario nos señala que simboliza los pecados de la humanidad. Pecados que bebe para transformarlos en Esperanza cuando resucite.
Por desgracia la Semana Santa se va convirtiendo en una semana de turismo. Turismo al que se ofrecen los símbolos cristianos desde un aspecto socio-cultural. Lo mismo sucede en muchos templos, que se han convertido en museos y reclamos culturales. Las imágenes del Señor, Apóstoles y Santos, se reducen a estética antigua que se vende y se compra. Sin duda, las cultura forma parte de la manifestación de la fe, pero por sí sola no evangeliza ni nos acerca a Dios.
Hoy en día repudiamos el "vinagre" de la vida, que no es otra cosa que la cruz que Cristo señaló que teníamos que cargar para seguir sus pasos. El marketing nos propone ir siempre con una sonrisa de dentífrico. Una sonrisa falsa, pero que a la sociedad le hace sentir más cómoda. Se busca "vender" una apariencia atractiva que no es real. ¿No lloró Cristo en el Huerto de los Olivos? ¿Por qué no podemos llorar nosotros porque la cruz que cargamos implica dolor y sobre todo, humildad. Cuando el Señor lloró en el Huerto de los Olivos, pidió al Padre que todo lo que tenía que padecer, estaba solo. Ninguno de los Apóstoles consiguió orar junto a Él. Tres veces los despertó. Tres veces sintió que el "Cáliz" que tenía que beber era imposible de compartir.
El sentido místico nos lleva a entender que el dolor que sentimos en nuestra vida, tiene sentido en Cristo. Tiene sentido porque nos permite seguirle sin esperar otra cosa que la continua presencia del Señor en nuestra vida. Tras expirar, el velo del Templo se rasga. No es algo secundario para nosotros. Ya podemos ver más allá de lo puramente cotidiano. La Luz, que es Cristo, ilumina cada momento de nuestra vida.
Estos grandes misterios suceden todos los días pues el velo del templo se abre a los santos para que vean los misterios que encubre, la tierra se mueve (esto es, toda carne) a impulsos de la divina palabra de los misterios del nuevo Testamento, las peñas se abren para que lo que fueron misterios para los profetas sean realidad de sacramentos espirituales para nosotros. (Orígenes, in Matthaeum, 35)
Este Viernes Santo, podemos meditar sobre cómo tomamos la cruz para seguir al Señor.