Viernes, 04 de octubre de 2024

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Ignasi de Bofarull analiza la regulación aprobada por el Gobierno

Los móviles dañan a los menores: una evidencia

Mujer en blanco y negro
"El smartphone acaba con los juegos y con la lectura. Y distorsiona la sexualidad. Y banaliza el bien y el mal", dice De Bofarull.

por Familia, Educación y Cultura

Ley contra la adicción digital en menores

El Consejo de Ministros ha aprobado este último martes (4.6.2024) el Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de las personas menores de edad en los entornos digitales.  La norma incluye, por ejemplo, la obligación de incorporar de fábrica el control parental en todos los móviles, tabletas, ordenadores y televisiones inteligentes.

  1. Cuenta con un anuncio de futuras campañas de sensibilización sobre los derechos de los menores en el ámbito digital y los riesgos asociados al entorno digital.
  2. Se fija la necesidad de revisiones pediátricas donde se realizarán unos test para identificar si los menores están haciendo un uso inadecuado de los dispositivos digitales.
  3. Se eleva de 14 a 16 años la edad para prestar el consentimiento para el acceso a redes sociales.
  4. Además, este anteproyecto prohíbe el acceso de los menores a las cajas botín o de recompensa en los videojuegos que animaban a los menores a no parar de jugar.
  5. Se propone también un plan de alfabetización digital que combata los bulos.

El ministro de turno señala que: "Esta ley lo que hace es intentar también facilitar que las familias tengan mayor tranquilidad y que los menores no se vean sometidos a los riesgos que hoy conlleva navegar por Internet o participar en redes sociales”

¿Esta es la buena línea?

No son malas iniciativas, pero tampoco acaban por afrontar el meollo del asunto. Me parece que son parches. Son síntomas de que estamos llegando al límite de un asunto muy serio: el futuro de nuestros menores en relación al uso del móvil. Este anteproyecto creo que solo habla de medidas limitadas que apuntan a un problema muy grave y no acaban, consecuentemente, de resolverlo. Estamos ante un asunto de salud pública, para utilizar las palabras del catedrático de la Universidad de Navarra, Miguel Ángel Martínez. Con el fin de profundizar en el trabajo de este profesor vale la pena leer su libro Salmones, hormonas y pantallas.

Algunas autonomías han pasado a la acción. Castilla-La Mancha, Galicia, la Comunidad de Madrid, Andalucía, Cataluña, la Región de Murcia y, ahora, la Comunidad Valenciana. Estas son las comunidades autónomas que prohíben el uso de teléfonos móviles en las aulas en períodos lectivos. Pero qué sucede luego en los hogares de las familias de estas autonomías mencionadas más arriba. ¿Estos hogares secundan la medida alcanzada en las escuelas coherentemente? ¿Se prohíbe en la vida familiar, en paralelo con la escuela, este móvil hasta los 16 años? No hay datos.

Sencillamente esta es la cuestión: no se puede ir con componendas. La solución es la retirada de móviles de la vida de los menores y, por consiguiente, la prohibición de venderlos antes de los 16 años. Tampoco votan nuestros jóvenes con menos de 18 años, ni se les permite beber alcohol a estas edades. Muchos truenan: “¡No hablemos de prohibir!”. De acuerdo: hablemos de proteger la vida, como dice el psicólogo Francisco Villar,  que trabaja de Sant Joan de Déu, hospital pediátrico de Barcelona, y que ha escrito un libro decisivo en este tema Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos.

Evitar el móvil en la adolescencia es proteger la vida

Francisco Villar cuenta con un eslogan muy directo: “Pantalla apagada, vida encendida”.  Frente a este anteproyecto de ley del Gobierno, creo que aún demasiado tímido, lo que hay que hacer no es dar pasos cortos sino dar el gran paso que ya va haciéndose urgente. Proteger la vida de niños y adolescentes.  Acercar a los menores a la realidad que se están perdiendo. Lograr que anden libres de interferencias dañinas para su desarrollo. En el Reino Unido estarían barajando una medida que ahora nos parece extrema y que no deja indiferente a nadie: prohibir por completo a los menores de 16 años contar con un teléfono inteligente. A mi no me escandaliza pensando en el bien superior del menor.

Estamos hablando de proteger la salud, la inteligencia y las habilidades sociales de los menores. Yo sería más directo que muchos expertos: estamos poniendo en riesgo su maduración y su progreso moral y hay que actuar. Los móviles dañan a los menores: es una evidencia. Está en riesgo la capacidad de entenderse con su coetáneos sin miedos, sin ansiedades y andar siempre al albur del último desaprensivo que pueda hacerles daño. Jonathan Haidt, un renombrado psicólogo social y profesor de la universidad de Nueva York, es el autor de un libro con un título muy expresivo: La generación ansiosa: Por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedades mentales entre nuestros jóvenes. En este estudio, que esta removiendo la conciencia de muchos, se señala que los daños que causan las redes sociales no solo se correlacionan (van en paralelo) con muchas enfermedades mentales, entre ellas la ansiedad, sino que, tal como demuestra Haidt, son la causa directa de estas enfermedades.

Incapaces de moverse por el mundo: sin inteligencia, sin palabras

No solo les faltan habilidades de empatía, manejo, resolución de problemas. No solo no leen, ni se explican bien. Las redes sociales, TikTok, Instagram, los videos insulsos, el juego online, las apuestas, la pornografía, los están incapacitando para la vida. Y estos menores no cuentan con el suficiente lenguaje afinado, con las imprescindibles habilidades verbales, con suficiente experiencia de vida real (y narrada y reflexionada en sus mentes) como para prosperar. Su vocabulario, sintaxis, está bajo mínimos. Funcionan con monosílabos. No saben expresarse y evaluar qué les pasa por lo menos ante los psicólogos, como Francisco Villar, cuando son atendidos en la consulta. No pueden desarrollar ideas complejas y ponerles nombres a sus estados de ánimo.

Un niño mira a su móvil, llorando.

El smartphone si llegan a los 9 años acaba con los juegos y con la lectura . Y distorsionan la sexualidad. Y banaliza el bien y el mal. Para ellos, a menudo, no está claro cuál es el límite entre realidad y ficción. Y llegan a ser incapaces de compasión, en el ciberbullying, sencillamente porque no pueden serlo.  La razón es que no tienen herramientas mentales para discriminar hasta que punto puede sufrir el otro.

 Las experiencias de las escuelas que han retirado el móvil

Nos están llegando las primeras experiencias sobre qué sucede en las escuelas que han prohibido los móviles. Los primeros días son de confusión, sin embargo, el cuarto día las circunstancias han cambiado. En el recreo se juega y se habla. El bullying y ciberbullying menguan de un modo evidente, la convivencia aumenta, la capacidad de estar atentos en las clases mejora, y ya hay maestros que comienzan a afirmar que el rendimiento académico aumenta. Cuando regresan de unas colonias sin móviles que duran cinco días llegan eufóricos y además señalan que comienzan a reconocer los sentimientos y los afectos de los otros probablemente porque no han tenido más remedio que tratarlos, conversar, mirarles a la cara, y escucharles en vivo.

Se están cumpliendo los avisos del neuropsiquiatra alemán Manfred Spitzer, que dirige la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Ulm, “El uso de tecnología frena el aprendizaje en los niños”. Cuando en 2013 escribió Demencia Digital: El peligro de las nuevas tecnologías se le consideró un alarmista. Hoy se le comienza a escuchar con respeto habida cuenta del aluvión de evidencias que inundan el planeta sobre la negativa relación entre adolescentes y teléfonos inteligentes. Se está comprobando hoy que las pantallas escamotean la realidad tal como lo señalaba ya en 2015  la pedagoga y escritora Catherine L’Ecuyer en el libro Educación en la realidad.

Niños y adolescentes sin referentes, abandonados a su suerte

Francisco Villar señala que un adolescente es capaz de pasar 15 horas en TikTok a lo largo de un sábado. Si es así, este niño está perdido en casa, abandonado literalmente. No es que carezca de educación digital, que siempre será bienvenida como buena intención, es que está atrapado sin la voluntad suficiente para liberarse del móvil. Le falta madurez. Ya no es tiempo de paños calientes. Hay que liberar a los menores y adolescentes con la ayuda de una reglamentación estatal. Luego deberán llegar las políticas de ejemplaridad para los padres que son a menudo el peor modelo.

Hay que liberarlos de esta esclavitud: ese es el objetivo. La pediatría, la psicología clínica y social, la psiquiatría, los pedagogos y maestros (solo aquellos que no están abducidos por la innovación digital) lo saben. Las familias también se han manifestado en ese movimiento tan espontáneo y tan aleccionador que es Adolescencia Libre de Móviles y que en España está alcanzando gran resonancia. Qué dicen: “Nuestro objetivo es propiciar un cambio de paradigma, para que no se perciba como normal y socialmente instalado proporcionar un smartphone a nuestros hijos e hijas en el paso de primaria a secundaria”.  Hay que retirar los móviles inteligentes de las manos y de la cabeza de los niños y adolescentes.

¿Estarán ilocalizables entonces? Pues para ello están los móviles básicos que solo permiten llamar. Este era la pasada Navidad el regalo más buscado para adolescentes menores de 16 años según un periódico de tirada nacional.

Hay esperanza. Un ejemplo: en Madrid van a tener lugar unas Jornadas sobre tecnología y educación (4 y 5 de octubre 2024).  Allí estarán como ponentes, entre otros, los expertos mencionados más arriba: el psicólogo clínico Francisco Villar, el neuropsiquiatra Manfred Spitzer, el catedrático de salud pública, Miguel Ángel Martínez y la pedagoga Catherine L'Ecuyer. La organización de estas jornadas nace como una iniciativa de la Fundación CLE. Allí se hablará de estos temas en profundidad. Estemos atentos.

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