Quedarse en la orilla
QUEDARSE EN LA ORILLA
¡Cuán despreciable es el hombre si no
se eleva por encima de las cosas humanas!
—Séneca—
Es decisivo en el proceso formativo, conocer de forma lúcida quiénes somos y a qué estamos llamados. Para ello debemos dejar de soñar con vanas ilusiones y vivir de forma realista aspirando a metas más altas.
El santón sufí Shams-e Tabrizi cuenta, acerca de sí mismo, la siguiente anécdota:
Desde que era niño se me ha considerado un inadaptado. Nadie parecía entenderme. Mi propio padre me dijo en cierta ocasión:
—No estás lo suficientemente loco como para encerrarte en un manicomio ni eres lo bastante introvertido como para meterte en un monasterio. No sé que hacer contigo.
—Una vez —le respondí— pusieron un huevo de pata para que lo incubara una gallina. Cuando rompió el cascarón, el patito se puso a caminar junto a la gallina madre, hasta que llegaron a un estanque. El patito se fue derecho al agua, mientras que la gallina se quedaba en la orilla cloqueando angustiadamente. Pues bien, querido padre, yo me he metido en el océano y he encontrado en él mi hogar. Pero tú no puedes echarme la culpa de haberte quedado en la orilla.
Si uno quiere ser auténtico tiene que actuar conforme a su modo de ser porque de ahí deriva la propia vocación y misión en la vida. La persona auténtica es la que tiene las riendas de su ser, posee iniciativas y no falla, sino que es coherente y enrique a los que la rodean con su modo de ser estable y sincero.
Somos auténticos cuando realizamos nuestra vocación y misión en la vida. Nos sentimos llamados a realizar algo valioso, algo que nos desarrolla plenamente. Esa meta que debemos lograr es nuestro ideal. Entendiendo por ideal esa idea motriz que encarna un gran valor que impulsa nuestras vidas y les da sentido.
Cuando estamos orientados hacia un ideal auténtico, superamos la apatía, la banalidad, la entrega a los diferentes vértigos y ganamos entusiasmo, afán de vivir con plenitud.
Una persona auténtica se siente en paz consigo mismo y se ve capacitada para desarrollarse cabalmente como persona, lo que le acrecienta una gran autoestima y confianza en sí misma. Esto la lleva a abrirse a los demás con sinceridad y veracidad, y reflexionar sobre su propia vida sin el menor complejo o inhibición.
Para ser una persona auténtica, en fin, debemos superarnos a nosotros mismos elevándonos a planos de realidad que, a una mirada casera, pueden parecer meramente ideales, pero que nos evitarán tener que lamentarnos de por vida por habernos quedado en la orilla.