Domingo XXV: Sé el primero en amar
“Por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” (Mc 9, 34-35)
Llama la atención que los apóstoles, hombres maduros como eran y compañeros de Jesús, asistentes de la multitud de sus milagros y oyentes de sus maravillosas enseñanzas, testigos de sus actos de amor, no se hubieran enterado de nada o de casi nada. Al menos no se habían enterado de lo más importante: que había que practicar el mandamiento del amor. En esta escena evangélica los vemos peleando y discutiendo porque todos querían ser el primero, el que manda. Jesús seguramente tuvo que sufrir ante este triste espectáculo, que le hacía intuir batallas peores y posteriores en el seno de la Iglesia. Por eso quiso dejarles de forma explícita su mandato: el que quiera ser el primero que sea el servidor de todos.
Así ha sido y debe ser siempre en la comunidad cristiana. Lo que importa no es quien manda. Lo que importa es la santidad, el amor. La Iglesia ha canonizado a gente sencilla, iletrada, humilde, mientras que no lo ha hecho con otros que vivieron cuando ellos y que fueron mucho más famosos e importantes, incluidos Papas y Obispos. ¿Quién, salvo los especialistas, sabe cómo se llamaba el Obispo de Asís en tiempo de San Francisco, o cualquiera de los Papas de su época? ¿Quién conoce el nombre del obispo de Madrid cuando el campesino Isidro vivía en la ciudad? ¿Y quién era el Papa que vivía cuando la andariega Teresa de Ávila sembraba Castilla con sus palomares carmelitanos de santidad?. Y si lo que importa es amar, no nos sintamos tristes cuando nos toque eso, cuando el Señor nos invite a seguir su ejemplo convirtiéndonos en los que sirven y no en los que son servidos.