Sábado, 18 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Blog

Amo porque amo

por Consideraciones sin importancia

 

El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar (San Bernardo).

Tomo la siguiente historia de Alfonso Aguiló, publicada en la revista Hacer familia (1 de junio de 2011).

En enero de 2011, Donna Rice y sus dos hijos, Jordan y Blake, volvían a casa después de comprar. En ese momento, la tormenta arreció y pronto la carretera se inundó de tal forma que no pudieron avanzar. La madre entonces llamó a emergencias y les recomendaron que permanecieran dentro del coche. Sin embargo, como el agua crecía rápidamente, decidieron subirse al techo del coche.

Por suerte un caminero que pasaba por allí cerca, al verlos, consiguió llegar a ellos con una cuerda. Cuando iba a agarrar a Jordan, éste dijo: “Salve primero a mi hermano”. Así lo hizo, pero con tal mala suerte que cuando regresó para rescatar a Jordan y a su madre, la corriente los arrastró sin que el camionero pudiera hacer nada.

Poco después de la tragedia, el padre comentó: “No puedo ni imaginarme qué pasaría por la cabeza de mi hijo Jordan para dar su vida y salvar a su hermano, a pesar del miedo que siempre había sentido por el agua…”. Quizás la única respuesta es que el amor no necesita razones.

El mandamiento de Jesús a sus discípulos dice: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Quizás alguno piense: “Bien, eso de amar no está mal, claro, hay que ser buenas personas. Pero, ¿amar como tu nos has amado? Señor, ¿no te estás pasando? Además, ¿es eso posible? ¿Puedo amar como Dios me ama a mí?”.

Amar como Cristo me ama, significa que tengo que amar al prójimo incluso hasta dar la vida por él. Pero esto no es un puro acto de la voluntad. Es más, ¿quién no ha sentido alguna vez la tentación de mandar al prójimo a cierto sitio? Y si el prójimo me ha hecho daño, ni te cuento.

Ahora bien, si el Señor sabía que era un imposible, ¿por qué nos da ese mandamiento? Quizás porque amar como Cristo, significa que me tengo que trasformar en otro Cristo. Amar como Dios me ama conlleva que tengo que purificar mi corazón para ser capaz de ese mismo amor.

La trasformación en Cristo, ¿a dónde me conduce? En primer lugar a tener los mismos sentimientos de Cristo, es decir, un amor grande hacia los demás, limitado sí, porque soy criatura, pero totalmente entregado. Me lleva a ver en el otro, no sólo a una persona con unos derechos, sino la imagen de Dios por la que Cristo entregó su vida. Esa trasformación, hace que mi amor no se dirija sólo a aquellos a los que me une un afecto natural o la amistad, sino que lo trasciende, hasta el punto que puedo reconocer en cualquier persona a mi hermano. Y así, el amor al prójimo se convierte en camino para llegar a Dios

Amando al prójimo y preocupándote por él, progresas sin duda en tu camino. Y ¿hacia dónde avanzas por este camino sino hacia el Señor, tu Dios, hacia aquel a quien debemos amar con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente? Aún no hemos llegado hasta el Señor, pero al prójimo lo tenemos ya con nosotros. Preocúpate, pues, de aquel que tienes a tu lado mientras caminas por este mundo y llegarás a aquel con quien deseas permanecer eternamente[1].



[1] San Agustín, Tratado sobre el evangelio de San Juan. Tratado 17, 7-9.

Comentarios
5€ Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
10€ Gracias a tu donativo habrá personas que podrán conocer a Dios
50€ Con tu ayuda podremos llevar esperanza a las periferias digitales
Otra cantidad Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Si prefieres, contacta con nosotros en el 680 30 39 15 de lunes a viernes de 9:00h a 15:30h
Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter

¡No te pierdas las mejores historias de hoy!

Suscríbete GRATIS a nuestra newsletter diaria

REL te recomienda