Sábado, 27 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Llueve por dentro

Llueve por dentro

por Sólo Dios basta

La noche anterior llueve con ganas y por la mañana también. Hay fuertes tormentas que llenan de luz el cielo en medio de la noche y calman la sed de los campos. Pero llega la tarde del sábado 2 de septiembre y el cielo deja ver con claridad la silueta de la villa de Briones sobre el horizonte. Sobre un cerro cercano al Ebro se levanta esta localidad cercana a Haro. Es el lugar escogido para celebrar la Vigilia Diocesana de Espigas de la Adoración Nocturna en La Rioja. Llegan adoradores riojanos de Pradejón, Alfaro, Badarán, Santo Domingo de la Calzada, Nájera, Haro, Logroño, Fuenmayor y Huércanos. También de Pamplona y pueblos vecinos de Álava como Elciego y Laguardia. Todos admirados por las casas de piedra y las calles y plazas empedradas que ayudan a mirar al pasado y dar gracias a Dios porque desde hace tantos siglos Dios ha sido adorado en este singular enclave.

Años de historia que deslumbran cuando uno entra en la iglesia. Sobrecoge la grandeza del templo, el soberbio retablo y las numerosas capillas que ayudan a invocar a diferentes santos. Comienza todo con el rezo del rosario. Todavía hay luz en la calle mientras los adorares comienzan su vigilia poniendo todo en la Madre de Dios. Siguen llegando los que faltan y también algunos vecinos del pueblo. Al fondo de la iglesia los sacerdotes escuchan confesiones sentados en el confesionario. Van pasando casi todos. La Madre llama a sus hijos a limpiar su corazón para poder recibir a su Hijo como se merece y Él mismo pide. Luego vendrá la procesión eucarística. Ahora empezamos el rosario y las confesiones. Es un auténtico regalo acoger a los adoradores para preparar su alma al encuentro con Jesús Sacramentado. Y lo que es más grande aún, y por lo que más gracias hay que dar, es porque no es algo que sólo mueve a gente mayor. Nada de eso. Hay niños, adolescentes, jóvenes, matrimonios con sus hijos, adultos, abuelos,… Todos quieren estar limpios para poder acoger lo que Dios quiere regalarles en una noche tan esperada.

Sigue el rezo de vísperas y no dejan de venir adoradores a la iglesia y al confesonario.  Miro a San José que lo tengo enfrente según miro a mi derecha y le doy las gracias por trabajar tan callado en su taller. También a su Esposa, a María, ya que estamos en su casa, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Ella desde el centro del retablo anima a todos a mirar al cielo. Dejan de venir adoradores a confesarse según se terminan las vísperas. Se preparan los sacerdotes y acólitos en la sacristía y comienza la misa que preside el obispo, Don Santos. Todo ayuda a dejarse seducir por el Señor. Así comienza la primera lectura y así vivimos esta noche de encuentro con Jesús Eucaristía, dejándonos seducir por un amor que cambia los corazones, sana heridas y enciende a todos en deseos de santidad.

Pasadas las 22:30 comienza uno de los momentos más esperados por todos: la procesión con el Santísimo por las calles de Briones. Sobre andas es portado y acompañado por todos los presentes que recorren las calles entre piedras por el suelo y pétalos de rosa que los niños arrojan a la custodia a lo largo del recorrido. Las banderas de las distintas secciones de adorares abren camino al Rey de reyes, que en silencio acoge las oraciones, los cantos y las miradas penetrantes de adoradores y vecinos de Briones. Todo invita a entrar en contacto directo con Dios vivo que sale a la calle una vez más. Es algo que da mucha vida, acompañar a Cristo vivo, caminar con Él, paso a paso, canto a canto. Hasta el cielo se viste de gala porque al fondo de una calle, entre el hueco de una de las antiguas puertas de la villa amurallada, se dejan ver los fuegos artificiales de un pueblo que celebra otra fiesta. Todo sirve para mirar al cielo y al mismo tiempo darse cuenta que el mismo Dios ha bajado del cielo para estar con nosotros. ¿Hay algo más grande que esto? ¿Podemos pedir más? ¿Llegamos al sentido más profundo de lo que estamos viviendo?

Tras callejear un poco llegamos  a la ermita del Santo Cristo que abre sus puertas para que todos recibamos la bendición de Cristo Rey en su interior. Cantos y silencio. Amor y devoción. Banderas rendidas. Adoradores de rodillas. Y Cristo Jesús en medio del altar da la bendición a todos. Llega a los presentes y los ausentes. A los pueblos y ciudades de toda la diócesis. A los campos y empresas. Desde lo alto de una ermita Dios habla en silencio. Bendice. Es su manera de hablar. Hay que escuchar en silencio para descubrir qué dice a cada uno. Siguen los cantos, la lluvia de pétalos, el recogimiento, la fe, el amor derramado por las calles de vuelta a la iglesia.

Una vez colocado Jesús Sacramentado en el centro del altar comienza la vigilia de adoración con el oficio de lecturas. Es adorar a Jesús con el corazón encendido por los salmos y lecturas que nos muestran la grandeza que tenemos delante: ¡Dios vivo! ¡Está con nosotros! ¡Quiere amar y ser amado! Todo termina con el rezo de completas y la bendición final. Jesús Eucaristía se queda escondido en el sagrario. Termina una vigilia más. Vendrán otras. Recordaremos ésta. Todo se une en Briones, en lo alto de un pueblo, mirando al cielo después de haber adorado a Dios tras un tiempo de sequía cortado por lluvias torrenciales que son nada ante lo que viven los adoradores cuando, cada año, se reúnen para celebrar la Vigilia Diocesana de Espigas. La unión de los adoradores muestra que la Iglesia está viva. Hay niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos que dejan sus quehaceres para pasar una noche al mes adorando a Jesús Eucaristía en su lugar de residencia, y una vez al año en una localidad que abre las puertas de su iglesia para que todas las secciones adoradoras nocturnas entren, recen, celebren la eucaristía, procesionen, adoren y dejen hablar a Dios en su corazón.

La Adoración Nocturna cambia los corazones. Noche a noche Dios va entrando en la persona y la persona en Dios. Puede haber tiempos de sequía, pero también hay lluvias. Es Dios quien habla, ama y abre su Corazón para hacernos ver que sin adoración la Iglesia muere. Si no hay trato directo con Dios todo se seca. Por eso hay que adorar, porque cuando uno hace adoración, llueve por dentro.

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