Martes, 19 de marzo de 2024

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La parábola del buenista, del Evangelio siríaco de San Judas Tadeo

por En cuerpo y alma

 

            "En aquel tiempo iba Jesús con sus discípulos por un cruce de calles atestado de coches en la madrileña capital de España, cuando Simón, llamado Pedro, preguntó a Jesús qué era un “buenista”. Y Jesús les propuso una parábola.

             'Se parece un buenista a ese automovilista que, llegado a un cruce en el que tiene prioridad, pega un frenazo para ceder el paso al coche que le viene por la izquierda y que, por eso mismo, no tiene preferencia. Su conductor mira sorprendido al del coche que le ha cedido el paso, y sin saber muy bien qué hacer, mantiene con él un breve diálogo ocular de parabrisa a parabrisa hasta que, algo confundido y hasta suspicaz, procede a atravesar el cruce.

             El conductor que había cedido el paso quedó muy contento “por la buena obra del día acometida”, más aún cuando por fin, recibe el agradecimiento de la persona a la que con su gesto había beneficiado. Y continúa su camino, nadie sabe si con la intención de repetir “la buena acción” en el siguiente cruce en el que tuviera prioridad, o suficientemente premiado con haberlo hecho una vez. ¿Comprendéis esto?'

             Los discípulos miraban al Maestro, pero no decían nada.

             '¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Tenéis ojos y no veis, oídos y no oís?'

             Y Jesús, entonces, con esa paciencia que le caracterizaba, les explicó la parábola.

             'En verdad en verdad os digo que ese tal buenista no tuvo a bien considerar que con su gesto, en primer lugar, iba a poner en peligro la seguridad vial, pues cuántos venían detrás de él, al no esperar la parada del conductor en un sitio donde no tenía por qué parar, hubieron de pegar un frenazo inesperado y violento. ¡Y menos mal que lo hicieron, porque si no, se lo habrían llevado por delante! Uno de los que pegó el inesperado frenazo, incluso se llevó el coscorrón de un coche por detrás que le hundió el maletero, a cuyo conductor le tocó costear la reparación, amén de la de la parte delantera de su propio vehículo, afectado también por la colisión. Y todo ello, sin ni siquiera recibir el efímero premio de un gesto de agradecimiento del que había atravesado el cruce aun no teniendo preferencia, demasiado lejos para ver nada, ajeno sin duda a todo lo ocurrido.

             Tampoco entró a considerar 'ese tal' que por beneficiar a un señor que no tenía derecho a tanta ventaja y al que había dejado hasta confundido, perjudicó a decenas de conductores que iban detrás, y que, como él, tenían derecho a atravesar el cruce prioritariamente, los cuales, sin haber sido consultados ni recibir siquiera el agradecimiento del conductor beneficiado, tuvieron que ceder el paso tanto como el buenista que tan “gratificante” premio había recibido a su “buenismo". Simón, hijo de Juan, ¿lo entiendes ahora?'

             Pero no halló respuesta. Y dijo Jesús:

             'Un buenista es aquél que por hacer un poco de bien a una sola persona para que se lo premien, termina haciendo, sin embargo, mucho mal y a muchas personas'.

             Pero los discípulos seguían sin entender. Muchas cosas les decía por aquellos días, pero ellos no entendían".

             La parábola no es canónica, así que no esperen Vds. encontrarla en ninguno de los cuatro evangelios que se leen en las iglesias. Sólo está en una curiosa y ajada copia del Evangelio Siríaco de San Judas Tadeo, apócrifo del s. IV, hallada en la famosa biblioteca de Efeso, de la cual no quedan más que siete magníficas columnas de refinados capiteles corintios. Esperando que les haya gustado y les dé que pensar, por mi parte poco más que despedirme, deseándoles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

  

            ©L.A.

            Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día, o bien ponerse en contacto con su autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es. En Twitter  @LuisAntequeraB

 

 

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