Domingo, 08 de diciembre de 2024

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Tomás de Aquino y su éxito “millennial”

Tomás de Aquino y su éxito “millennial”

por Duc in altum!

Los “millennials” son (somos) los que nacieron entre 1982 y el año 2000. Aunque varían los intervalos de tiempo según los autores, se trata de una serie de generaciones previas al cambio siglo o, al menos, limitado a sus inicios; es decir, hasta 2002. Estamos hablando de los que representan (representamos) el futuro inmediato del ámbito social a todos los niveles. Ahora bien, ¿qué tiene que ver Tomás de Aquino con todo esto? Los “millennials”, en su contacto con la Iglesia a través de los grupos, colegios o parroquias vivieron una experiencia compleja. De una pedagogía rígida, a veces, centrada en la autoridad, les tocó un modelo pastoral que, con la buena intención de resultar más ameno y/o amable, le dio prioridad al humanismo, a las terapias de grupo, reduciendo los espacios vinculados a la espiritualidad y a la apologética, como si se trataran de elementos aislados. ¿El resultado? Una formación religiosa llena de sobresaltos, porque les tocó el cambio de paradigma en cuanto al método. De modo que, siguiendo las ideas del momento, recibieron muchos aspectos positivos, pero sin respuesta a sus dudas sobre Dios. En el afán de no reducirlo todo a la doctrina, se perdió el equilibrio. Por eso, Santo Tomás de Aquino, viene a suplir el déficit de argumentos frente a la fe, resultándoles una figura significativa. Muchos, incluso llegan a decir: “¿por qué nadie me habló de esto?” y así sucesivamente. De ahí la importancia de retomarlo y, evitando todo exceso, actualizarlo, pero conservando lo que nunca pasa de moda: el gusto por la verdad que fue la nota característica de todo su legado teológico.

Es cierto que con Tomás de Aquino hacen “clic”, en primer lugar, los que son más intelectuales, pero si aprendemos a explicarlo debidamente, encontraremos que su mensaje resulta muy humano. Por ejemplo, sus famosos cinco remedios contra la tristeza: (1) Permitirse un gusto sano, (2) llorar como desahogo, (3) tener un momento con los amigos, (4) contemplar la verdad de Dios y (5) dormir, así como darse un baño. ¿Vemos frialdad, exceso de rigor o cosa parecida en él? Sin duda, lo que salta a la vista es el equilibrio entre exigencia intelectual y humanidad.

No estamos diciendo que solamente haya que enseñar el tomismo, pues es del todo necesario apoyarnos en autores actuales. Lo que se propone es fortalecer ese vínculo con los antecedentes que han dado modo y forma al pensamiento crítico-cristiano. En tiempos marcados por el secularismo, nos viene bien repasar los fundamentos del Doctor Angélico, aquel fraile de la Orden de Predicadores que comprendió la importancia de explicarle a las personas el valor del Evangelio, respondiendo sus dudas. En nuestro caso, las de tantos “millennials” que, con huecos formativos, se están replanteando su rol en la Iglesia.

Las dinámicas y otras estrategias de integración están bien en ciertas etapas. Por ejemplo, en primaria, pero luego; sobre todo, al acercarse a la etapa universitaria, resulta necesario hacer otras cosas. Tomás sigue siendo una respuesta válida. La prueba es el número de personas que, a lo largo del tiempo, han aceptado la fe gracias a alguno de sus escritos o planteamientos. Los “millennials”, no son (somos) la excepción.

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