Miércoles, 01 de mayo de 2024

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Reflexionando sobre el Evangelio (Mt 25,31-46)

Los intelectuales cristianos en el Reino de Dios

por La divina proporción

Hace un par de día tuve la gracia de leer el artículo “¿Dónde están (escondidos) los intelectuales cristianos?” de Miguel Ángel Quintana Paz, profesor de Ética y Filosofía en la Universidad Europea Miguel de Cervantes. En este artículo se reflexiona sobre otro artículo titulado “¿Dónde están los cristianos?”, publicado en el diario “El Mundo” por el también profesor universitario y Vicedecano de Investigación, Transferencia del Conocimiento y Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, Diego S. Garrocho. ¿Qué tienen que ver estos dos artículos con el Evangelio de hoy?

Podemos pensar en “los intelectuales” como sesudas y arrogantes personas que viven en la estratosfera y que lo que dicen o escriben, está tan fuera de lo cotidiano, que es ininteligible para el noventa por ciento de los mortales. Personalmente, no tengo ese concepto de intelectual. Creo que sería mejor dejar el "intelectualismo" a un lado y hablar de la presencia cristiana/católica en los medios y espacios públicos actuales. No hace falta ser un sesudo intelectual para señalar a Cristo en lo que uno escribe, dice o hace. ¿Qué hace falta? Seguir el mandato de Cristo “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura.” (Mt 16, 15). El Evangelio es la Buena Noticia que se entrega por misericordia a todo el que la necesita. Ahí es donde aparece el enlace con el Evangelio de hoy domingo. Rabano Mauro, autor cristiano del siglo VIII, nos ha dejado algunas glosas que nos ayudan a entender la realidad que tanto nos cuesta entender. Les traigo una glosa contenida en la Catena Aurea. Nos habla del justo que vive en el Reino de Dios:

Pues en un sentido místico observa las leyes del verdadero amor, quien al que tiene hambre y sed de justicia le alimenta con el pan de la Palabra, o bien le da de beber la bebida de la sabiduría, y el que recibe en la casa de la Madre Iglesia al que anda errante por la herejía o por el pecado, y el que admite al que está enfermo en la fe. (Rábano. Catena Aurea Mt 25,31-46)

A las obras de misericordia que Cristo indica en el Evangelio de hoy, podríamos unir: “estaba necesitado de sentido y razón para vivir y no me hablaste de Cristo en los medios o frente a frente”. ¿Por qué no hablamos de Cristo a todos? Esa es la gran pregunta que deberíamos hacernos de vez en cuando. La Iglesia tiene sentido cuando lleva en sí misma el Logos (la Palabra que nos llena de sentido), que es Cristo. Cuando donamos un pan a quien tiene hambre, deberíamos transmitir la Buena Noticia junto al Pan. Cuando visitamos a un enfermo, nuestras palabras deberían de transmitir a Cristo. Cuando hablamos en un medio de comunicación cualquiera, deberíamos hacer a Cristo presente de forma explícita o implícita. A veces hay que ser astutos como Serpientes, sin dejar de ser sencillos como palomas (Mt 10, 16).

El mundo mediático actual es todo menos el Reino de Dios. Es un lugar de enfrentamiento constante de personas e ideologías. Indudablemente, los medios escogen como protagonistas a quienes generan audiencia, es decir, quienes crean controversias. Controversias que llaman al circo mediático a más y más espectadores. ¿Y los medios católicos? Los medios católicos son peculiares en algunos aspectos, ya que prefieren no aumentar y fomentar los enfrentamientos internos que llevamos con nosotros. Esto lo consiguen sacando de ellos opiniones que pueden dar lugar a discusiones. Por eso, la inmensa mayoría, prefieren ser monocromáticos y al mismo tiempo, incapaces de llamar a las masas deseosas de enfrentamientos. Pero, este monocromatismo tampoco nos permite generar diálogos constructivos que nos ayuden a confraternizar. Si realmente somos cristianos, el diálogo debería llevarnos a aparcar nuestras ideologías personales y dar relevancia a Cristo. Indudablemente hay que alabar a los medios digitales que abren sus puertas a muchas voces y lo hacen centrando el mensaje en Cristo. Religión en Libertad es uno de ellos y por eso tiene altas cuotas de lectores. Mi agradecimiento a Alex Rosal por darme la oportunidad de compartir mis reflexiones con ustedes. Ya llevo más de diez años en este medio y cada día me siento más afortunado por ello.

Replanteando la pregunta que titula el artículo “¿Dónde están los cristianos?”, puedo responder que estamos en casi todas partes, pero casi nunca hablamos “en cristiano”. Nos da vergüenza, nos sentimos incapaces, preferimos pasar desapercibidos, etc. Sobre el segundo de los artículos “¿Dónde están (escondidos) los intelectuales cristianos?” contestaría que hay muchos intelectuales de relevancia que hablan, escriben, promocionan y defienden la fe en los medios y en los círculos universitarios actuales. ¿Qué hace que no se les escuche? Su testimonio no genera polémicas insanas, por lo que no son rentables para los medios y generan expectación circense. Tampoco la estructura eclesial promociona a estos intelectuales y hasta les tiene cierto miedo. Creo que los Obispos tienen demasiados problemas humanos internos, para apoyar la presencia pública de personas con relevancia intelectual.

¿Es adecuado añorar los tiempos antiguos y sus enfrentamientos dialécticos? El cristianismo que vivimos actualmente no se parece nada al que se vivía en ciertos núcleos intelectuales durante el medievo y el renacimiento. No crean que la cristiandad vivía en un furor intelectualista constante y ubicuo. Las universidades actuales, todas, tienen como objetivo producir profesionales. Los avances que se desarrollan en ellas son de tipo científico-tecnológico. Estos avances cambian la sociedad y el entendimiento del ser humano, pero no nos interesa ser conscientes de ello. Si se organizan seminarios o conferencias, se suelen quedar vacías. En parte porque se hacen desde el monocromatismo intelectual, en parte porque pocos temas son realmente de interés para todos. Sólo he visto éxito de público cuando se trae a alguna persona polémica o con un liderazgo que no crea fisuras.

Existen asociaciones católicas que meritoriamente intentan, año tras año, generar diálogo y conocimiento de todo esto. Un ejemplo son las Jornadas Católicos y Vida Pública que desarrollan la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación San Pablo CEU. Tienen un gran mérito, pero son una gota dentro de un océano embravecido de la cultura postmoderna e individualista. He sido invitado varias veces a participar como conferenciante en sus actos, lo que les agradezco de corazón. Existen más iniciativas católicas que promocionan la presencia cristiana en los medios, pero, o su capacidad es muy limitada o han ido desapareciendo por la falta de interés de la sociedad y de la misma Iglesia. Muchas veces se echa en falta un apoyo eclesial a estas iniciativas. Puedo recordar la iniciativa del “Foro del Escorial”, “Patio de los Gentiles” o el ya disuelto “Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales”. Benedicto XVI fue  el gran promotor de la presencia de la Iglesia en los medios sociales. 

Alguna vez, alguna persona me ha preguntado sobre lo que yo creo que deberíamos hacer. No existen fórmulas mágicas, tampoco nos vale de nada añorar supuestos paraísos pasados ni primaveras que nunca llegan. El pensamiento mítico nos atenaza en muchos sentidos y no nos deja ver la realidad que nos rodea. El cristiano, intelectual o sencillo ciudadano, encuentra el sentido de su vida haciendo presente a Cristo en el mundo que Dios le ha dado. Sería un iluso si creyera que una ideología puede transformar la naturaleza humana. Sabe que no puede cambiar las mareas del mundo, que sólo Dios puede controlar. Su vida y sus palabras siempre llevan consigo Esperanza, Fe y Caridad. Las muchas o pocas oportunidades que le ofrece el mundo, las aprovecha para dar testimonio y señalar a Cristo.

¿Dónde están los cristianos? Viviendo el Reino de Dios en su interior y transmitiéndolo a quien le quiera escuchar. En los medios de masas o en la mesa de su casa. Si una universidad le da la oportunidad, irá a dar testimonio. Si un medio abre un espacio para él o ella, lo utilizará para que la Buena Noticia se haga presente. Si la Iglesia promociona un foro o actividad de presencia en los medios, el cristiano que es invitado irá para señalar a Cristo, como hizo Juan el Bautista. ¿Por qué hay tan pocas iniciativas eclesiales de comunicación? Creo que se debe a que llevamos mucho tiempo de enfrentamientos internos y eso nos debilita. Nuestra fraternidad está exhausta de tanto resentimentos. El enemigo ha sabido crear esta situación y mantenerla con gran destreza. ¿Y no hacemos nada? Por ahora sólo nos miramos unos a otros para ver quién se atreve y poco más. En las redes sociales andamos enfrentados por las ideologías, estéticas intelectuales y esperanzas míticas que llevamos con nosotros. Es la postmodernidad, que nos afecta a todos y que difícilmente podremos abordar en solitario. Quizás este sea el momento de mover ficha y apostar por la presencia de Cristo en los medios. Esperemos que Dios nos ayude y guie.

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