Domingo, 28 de abril de 2024

Religión en Libertad

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¿Ha llegado el Sunset Limited?

por Él me rescató

 “Lo que no tenga el persistente aroma

de la divinidad no me interesa”

El Sunset Limited

Cormac McCarthy

 

            El escenario no puede ser otro. Raquítico en muebles, lo principal son siempre  los hombres. Un cuartucho en el que, además de una cocina con sus fogones, hay una mesa de formica y dos sillas de plástico enfrentadas y separadas por la mesa. En ésta –curiosa combinación- descansan una Biblia, unas gafas, un periódico, un bloc de notas y un lápiz. Se me olvidaba un detalle que tiene su importancia. Una de las puertas de la habitación está celosamente cerrada con una rara serie de cerraduras varias, como si algún secreto de la habitación pujara por escaparse y alguien lo retuviera con consumado empeño.

            Pero lo importante son los hombres. Uno enfrente de otro, ocupando cada uno su silla. No tienen nombre, pues pueden ser cualquiera de nosotros. Sólo se les distingue por su color de piel. Blanco y Negro los llama McCarthy  en esta su segunda obra de teatro escrita en 2006.

            McCarthy forma parte de esa pléyade de lo que podríamos llamar escritores-límite, aquellos que en sus obras abordan el drama de la existencia humana y su posibilidad de redención,  sin ahorrarnos un ápice de incomodidad o esperanza. Como la genial Flannery O´Connor, McCarthy lanza al lector una bomba en forma de obra literaria que se pega a sus manos estallándole en el corazón para hacerlo más grande y bello. El Sunset Limited es un arabesco literario lleno de  esperanza y desolación: la esperanza y desolación de todos y cada uno de nosotros.

            Blanco, profesor universitario, sabe que la única posibilidad que tiene es el suicidio. Negro lo ha salvado de caer sobre las ruedas del tren –el Sunset-, pero su decisión está tomada.: “Solo queda la esperanza del vacío. De la nada. Yo me aferro a esa esperanza”. La cultura, lo único que ha valorado alguna vez Blanco, carece de importancia para él. Es en el vacío, en la nada, donde encuentra el pobre Blanco su hogar; en consecuencia, ante un mundo sin sentido, la decisión está tomada. Por supuesto, Dios es una mentira que sólo vale para los que se dejan embaucar, como Negro.

            En efecto, Negro vive en el antro de drogadictos y delincuentes en que se desarrolla la acción. Él fue también delincuente, pero ya no lo es. El Señor lo salvó y desde entonces sabe que lo único que importa es Dios. Negro es un converso, que conoce la inmensa miseria de la que está hecho y la infinita misericordia de Dios para con él.  A lo largo de la obra Negro se expresa como un hombre tocado por el Espíritu. Cuando Blanco le dice que la vida eterna no existe, le replica:

“Pues él [Jesús] dijo otra cosa, amigo. Él dijo que se podría tener «vida» eterna. Vida. Quiero decir ahora. Sopesarla en la mano. Verla con sus propios ojos. (…) Pero usted no la quiere  No la quiere porque para conseguirla  tendría que sacar a su hermano del apuro. Fíjese bien, tiene que estrecharlo entre sus brazos, y no importa de qué color sea su piel o cómo huela o incluso que él no quiera que lo abrace. Y el motivo de que usted no lo haga es que el otro no se lo merece. Y sobre eso no hay discusión posible. No lo merece y punto. (Se inclina hacia delante, lenta y deliberadamente.) Usted  no quiere hacerlo porque no lo ve justo. ¿Me equivoco?”.

Negro intenta por todos los medios que el Espíritu le permita salvar a Blanco de la nada que le llama; Blanco, inteligente, culto, va zafándose de los intentos de su salvador para expresar con dolorosa evidencia su irreductible deseo de matarse. Atrapado por el demonio, Blanco se muestra insensible ante su salvador, que le invita a su casa y le da de comer. Pero el auténtico el salvador de Blanco es el mismo que el de Negro, Jesús, que a través de éste ofrece una última posibilidad de salvación que el intelectual rechaza con firmeza. La diferencia entre ambos no es de cultura, ni de estilos de vida. La diferencia entre ambos –la gran diferencia entre los hombres, la única que importa- es que uno acepta la redención de Cristo como salvación propia y de toda la humanidad y el otro la rechaza. Se puede conocer el infierno antes de la muerte: Blanco lo conoce ya y para esquivarlo -¡pobre de él!- desea matarse.

Blanco es el resultado prototípico del nihilismo. Negro es el modelo de quien ama a Dios sobre todas las cosas. La tensión de la acción dramática es la tensión vital entre ambos tipos de hombres, sin maquillajes o camuflajes. No son exageraciones; así es, la vida se reduce a Blanco o Negro y cada uno ha de elegir. No hay grises. Con Flannery O´Connor, Cormac McCarthy nos recuerda que o vivimos con Dios o sin Dios. Es verdad que el suicidio no es la salida de la mayoría, pero ¿no es un largo suicidio una vida plena de ídolos de pacotilla? A Blanco los ídolos ya no le valen, a la mayoría sí. ¿Hasta cuándo?  Blanco desprecia a una mayoría que babea en un mundo marcado por la idolatría.

Sin embargo, todos tenemos de ambos personajes. Lector: no te apresures a identificarte rápidamente con Negro y a ignorar a Blanco. Tú, también yo, somos más Blanco de lo que piensas. La fe no nos aleja del insondable misterio del mal y del pecado.  Sería un error creer que la nada desapareciera con la fe, sería ingenuo creer que Dios eliminara el abismo de  nuestras vidas. Quizá quepa pensar lo contrario: que en el grito de inmensa desesperación de Cristo en la Cruz está la entraña más honda y humana del cristianismo de todos los tiempos.

Un saludo.

 

 

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