Sábado, 04 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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La labor del confesionario

por Javier Sánchez Martínez

El sacramento de la Penitencia es un medio de gracia, reconciliación con Dios y con la Iglesia, perdón de los pecados, ayuda en el discernimiento y aliento en el crecimiento de la vida cristiana.
 
No sólo para la santa Cuaresma, sino para todo el año, este sacramento merece ser predicado, expuesto en la catequesis y ofrecido por los sacerdotes cada día. Esta tarea pastoral en una parroquia, que es un martirio silencioso para el sacerdote confesor, renueva las almas y es un signo de vitalidad para una parroquia.
 
Nada más bueno ni agradable que saber que se puede ir a la parroquia y encontrar sacerdotes disponibles en sus confesionarios, esperando como el Padre de las misericordias, para acoger a quien necesita de la gracia del perdón divino. Esta labor del confesionario, cotidiana, es una siembra amorosa del Evangelio en las almas, pero a largo plazo y sin duda entra en la categoría "pastoral" más que otras acciones que expresan el "activismo" en el que vivimos.
 
Una pastoral sobre el sacramento de la Penitencia se hace necesaria, tanto para explicar bien el sacramento, de forma amable, en homilías, predicaciones, retiros y catequesis, como la posibilidad real de ver al sacerdote en el confesionario aguardando cada día. Esta sí es una lección sobre el valor de este sacramento más que muchas palabras pronunciadas y más de una vez será determinante para que alguien se decida a celebrar el sacramento.
 

Una buena reflexión, llena de sentido común, nos ofrece Mons. Fernando Sebastián y podría significar un ajuste "mental", un cambio de mentalidad y de práctica, de hábitos, tanto para fieles como para sacerdotes:
 
"La participación espiritual en la eucaristía obliga a reconocer la importancia y necesidad del sacramento de la penitencia y del perdón. Los sacramentos de la eucaristía y de la penitencia van unidos en la piedad católica. 
 
Por otra parte, la celebración habitual del sacramento de la penitencia y del perdón es la mejor forma de mostrar ante el mundo que no somos superiores a los demás, que no nos consideramos mejores que los demás, sino que hemos encontrado en Jesucristo y en su Iglesia el gozo del perdón y de nuestra regeneración espiritual permanente. La celebración frecuente del sacramento del perdón y de la penitencia es indispensable para construir desde dentro la verdad y el fervor misionero de la Iglesia.
 
Los sacerdotes y catequistas tenemos que tomar en serio la necesaria recuperación de la estima por el sacramento de la penitencia entre los fieles cristianos. Ya es hora de dejar las improvisaciones, los ensayos irresponsables, la grave indisciplina que se ha manifestado en torno a este sacramento y que tan graves males ha provocado en el Pueblo de Dios. En las catequesis y predicaciones es indispensable una buena presentación del sacramento en todo su valor, enraizado en el bautismo y en el perdón permanente y necesario de Dios, integrado por las palabras sacramentales y la expresión del arrepentimiento de nuestros pecados, culminación de la gracia del arrepentimiento y de la penitencia personal, acompañamiento indispensable del crecimiento del cristiano en el amor y en la unión con Cristo, hecho expiación por nuestros pecados y dador del Espíritu divino de amor y santificación. 
 
En todas las Iglesias tendría que haber anualmente algunos días de catequesis sobre el sacramento de la penitencia. La estima por este sacramento tiene que manifestarse en la dedicación de un bello espacio dispuesto para celebrar dignamente este sacramento como un momento de primera importancia de la acción pastoral de la parroquia. 
 
Los fieles tienen que saber qué días y a qué hora les ofrece su parroquia la posibilidad de celebrar el sacramento del perdón, de la reconciliación y de la renovación espiritual. Los sacerdotes debemos sentirnos contentos y orgullosos de haber sido constituidos ministros del perdón de Dios para nuestros hermanos.
 
El abandono de este sacramento es uno de los peores síntomas del enfriamiento religioso que padecemos dentro de la Iglesia. La celebración frecuente de este sacramento es indispensable para mantener despierta la tensión del cristiano hacia su unión espiritual con Cristo y con el Dios vivo" (Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp. 316-317).
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