Sábado, 18 de mayo de 2024

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El ángel de Alexia se podía haber llamado Aurelio

por Nicolás de Cárdenas

Me llega una carta sobre Alexia González Barros, la niña cuya vida y muerte (digna hasta más no poder, dicho sea de paso, que ahora el asunto está de moda) llega este viernes a las pantalla de cine.



 

La misiva está firmada por uno de los médicos que tuvo la oportunidad de conocerla muy de cerca, de tratarla en su enfermedad y de intimar con su familia.

Como es conocido, Alexia tenía una especial devoción a su ángel custodio. Le llamaba Hugo,pero podía haber cambiado de nombre. Así lo explica el doctor Chamorro, cirujano en los 80 en Pamplona y hoy Jefe de Servicio de Cirujía en un hospital de Caravaca de la Cruz, en Murcia.

«YO FUI "CUSTODIO" DE ALEXIA
 
En 1985 trabajaba como cirujano en la Clínica Universitaria de Navarra.
 
Conocí a Alexia el mismo día de su llegada a Pamplona. Me crucé con ella, que iba en silla de ruedas, por un pasillo de la Clínica. Me impresionó su actitud serena y su sonrisa, que reflejaba buen humor: ¡estaba contenta!
 
Al día siguiente fui requerido para colocarle un reservorio subcutáneo (Port-a cath), que facilitara el acceso a vías venosas y la administración de los fármacos de quimioterapia; acudí a su habitación para informarle de los pormenores de esa pequeña operación, y desde el principio encontré en ella una madurez impropia de su edad: me planteó sus dudas y, una vez resueltas, se puso en mis manos sin reservas.
 
Desde esa primera conversación iniciamos un trato cordial, que me llevó a visitarla a diario y a integrarme, como un miembro más, en su familia.
 
Cada día encontraba un hueco en mi trabajo para acercarme a verla e interesarme por su evolución, ofreciéndome a prestarle pequeños servicios que le hicieran más llevadera su costosa enfermedad.
 
De este modo, al tiempo que aumentaba mi cariño hacia ella, me convertía en testigo de su progreso espiritual, consciente de que siendo una chica muy normal, muy de su edad, su comportamiento ante la enfermedad era del todo excepcional: jamás la vi quejarse y siempre ofrecía sus incomodidades por diversas necesidades, que confiábamos a la eficacia de su oración.
 
No resultaba difícil servir a Alexia porque era muy agradecida y sufrida, y con su fino sentido del humor se hacía querer.
 
Alexia se distinguía por una singular devoción a su Ángel de la Guarda, al que había puesto un nombre –Hugo‑ para acordarse más de él. Alexia percibía a Hugo casi … sensorialmente; evidentemente esa "presencia" sólo podía ser advertida con los ojos del alma, aquellos que obtenemos con la Fe.
 
Hugo no desaparecía de su lado, compartía con ella los acontecimientos menudos y los importantes de su vida....
 
Un buen día, agradecida por mis desvelos y la disposición de ayudarla, me confesó: “¡SI TE HUBIESE CONOCIDO ANTES...A MI ÁNGEL CUSTODIO LE HUBIESE LLAMADO AURELIO!”
 
Y pocos días antes de marcharse al Cielo, en una confidencia íntima, me dijo: "AURELIO, TE QUIERO MUCHO... PERO NO PIENSES QUE LO DIGO POR INTERÉS (para que me cuides). CUANDO ME PONGA BUENA TE QUERRÉ MUCHO MÁS".
 
En ese momento, Alexia ya era consciente de que había perdido la batalla con la enfermedad, por lo que indudablemente se estaba refiriendo a su estancia en el Cielo.
 
Después de su muerte, aquella mañana del día 5 de Diciembre de 1985, quiso su familia que fuese yo quien conservara el Escapulario que había llevado durante su enfermedad; lo consideré un verdadero privilegio, inmerecido.
 
Desde aquel momento no he perdido el “contacto” con Alexia y a ella recurro con frecuencia. Entonces era yo quien podía prestarle favores…; ahora es ella quien me los presta a mí.
 
 
Aurelio Chamorro Ortega»

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