Sábado, 12 de octubre de 2024

Religión en Libertad

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Un Papa humilde

por Santiago Martín

La decisión de Benedicto XVI de someterse a unas preguntas del público en un programa de televisión abre una etapa nueva en la relación de los máximos dirigentes de la Iglesia con sus fieles en particular y con la sociedad en general. Aunque las preguntas hayan sido previamente pactadas –me imagino que se seleccionaron sólo siete de entre decenas que le fueron propuestas-, el hecho en sí es no sólo novedoso sino revolucionario. Tiene su riesgo, sinceramente lo digo, pero creo que es muy positivo lo que Benedicto XVI ha hecho, aunque con ello haya puesto el listón muy alto para sus sucesores.

En cuanto a las preguntas en sí, todas son interesantes y actuales y, desde luego, las respuestas no desmerecieron ni a la sabiduría del entrevistado ni a esa capacidad extraordinaria que tiene para explicar las cosas más profundas de una manera asequible para todos. Bellísima la imagen de la guitarra sin cuerdas para decirle a la mamá cuyo hijo está en coma que sigue siendo su hijo y que merece la pena cuidarle. Profunda y luminosa la comparación entre el “cuerpo glorioso” de Cristo resucitado y el cuerpo de Cristo en la Eucaristía. Sin embargo, la respuesta que más me ha gustado ha sido la primera, la que le ha dado a la niña japonesa que quería saber el por qué del desastre ocurrido en Japón tras el terremoto. El Papa, este Papa santo y sabio, ha sido con humildad: “No tenemos respuesta”. Aunque a continuación ha añadido: “Pero sabemos que Jesús ha sufrido como vosotros, inocentes”. Ahí está contenida nuestra actitud ante la vida, ante el misterio, ante el dolor, ante Dios. Yo no soy Dios y, por lo tanto, no puedo pretender introducir a Dios en mis limitados esquemas intelectuales, no puedo pretender entender del todo a Dios; tengo que aceptar que soy un ser humano y que no lo entiendo todo. Sin embargo, tengo a mi lado a Cristo, que ha sufrido como yo y que no se ha desesperado, que no ha perdido la fe, que ha muerto abandonándose al Padre. Y ese ejemplo de Cristo, además, me sirve para darme cuenta de que después, pasado el tiempo, he podido ver que lo que en su momento no entendí resultó ser una gran bendición.

La Iglesia católica tiene la plenitud de la verdad. Pero esa verdad es Dios, es Cristo. Y eso significa que una parte de esa verdad –como el por qué sufren los inocentes- no la vamos a entender del todo aquí en la tierra. Eso nos hace humildes y sin esa humildad, saberse en posesión de la verdad plena nos podría convertir en prepotentes, en altaneros, en soberbios. Cristo es la Verdad. Y la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo que, como tal, participa y posee esa verdad. A la vez, está formada por seres humanos que no logran captar del todo lo que está en el corazón y en la mente de Dios. Ante ese misterio, caemos de rodillas y decimos, como el Papa: “No tenemos respuesta, pero nos fiamos”. Creemos en el amor de Dios, aunque a veces no podamos entender por qué ese amor permite tanto mal, tanto dolor, tanta injusticia en el mundo.

http://www.magnificat.tv/comentario20110424.php

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