Lunes, 04 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Ya en dos ocasiones habíamos hablado del martirio de este sacerdote catalán

1934, asesinato de Mn.Josep Morta, párroco de Navás (Barcelona)

por Victor in vínculis

En dos ocasiones habíamos hablado de este santo sacerdote:

[21.10] 08. San Antonio Mª Claret en Sallent y en Vic - ReL (religionenlibertad.com)

Mariano Mullerat Soldevila (2) - ReL (religionenlibertad.com)

Mosén Josep Morta Soler (L´Ametlla de Merola 1867- Navàs 1934), había sido ordenado sacerdote en 1901. Ejerció diversos cargos como prefecto del Seminario de Vic, ecónomo de Massanés, Miralcamp, Viver de Segarra o de Pujol del Planes, donde en 1911 fue nombrado rector.

En 1926 fue trasladado a Navás (Barcelona) y ejerció su ministerio hasta que fue asesinado. La revuelta de Esquerra Republicana de Cataluña y de Companys el 6 de octubre de 1934 con su aventura revolucionaria de proclamación del Estat Català, antecedente de las proclamas comunistas que querían extenderse a todo España, solo ocasionaron destrucción y muerte. En Navás los revolucionarios del Estat Català y de ERC quisieron intentar matar a todos los de derechas del pueblo, pero centraron su odio en el párroco. Mosén Morta fue detenido y torturado en la plaza de la iglesia y conducido por las calles del pueblo. Su cadáver destrozado, como si fuera un trofeo, fue salvajemente ultrajado por las calles de Navás y lanzado por encima de la tapia del cementerio.

Esa misma noche el alcalde Ramón Serra y Camps, decidió por su cuenta enfrentarse con los criminales y consiguió expulsar del pueblo a los revolucionarios y asesinos, que huyeron cobardemente.

El alcalde Serra armó a los militantes de derechas [sobre estas líneas] y consiguió el restablecimiento del orden, hasta la llegada de los Mozos de escuadra, al cabo de cinco días, que detuvieron a los acobardados cabecillas revolucionarios, que fueron Gaietà Mercadé, Pasqual Sensada, Josep Farré, Adjutori Palau, Ramon Torrens, Casimiro Ambrós Esquius y el infausto maestro Juan Teruel Munnera.

Años después, el 14 de febrero de 1936, es El Castellano de Toledo quien publica el martirio del sacerdote con toda clase de detalles.

EN LA CATALUÑA DE LA ESQUERRA

CÓMO FUE ASESINADO EL PÁRROCO DE NAVAS LA NOCHE DEL 6 DE OCTUBRE

Acaba de aparecer un nuevo libro sobre la revolución de octubre. La revolución en Cataluña… en la Cataluña a la que se le había concedido cuanto pidió. ¡En la Cataluña en pleno funcionamiento de su estatuto!... Se titula La veritat del 6 d´octubre, y sus autores son Juan Costa y Modesto Sabater.

De él traducimos esta página horrenda:

Hacia las once se consumó el hecho criminal de la noche.

Alguien incitó a los grupos armados contra el párroco del pueblo, don José Morta, y contra la materialidad del templo.

-¡Hemos de quemar la iglesia!

-¡Hemos de matar al párroco!

Comenzaron a gritar las voces de los revolucionarios, Y seguidamente unos cuantos hombres armados se fueron con bidones a llenarlos de gasolina en el depósito del pueblo. Otros llevaron bidones de petróleo de la Cooperativa de la Esquerra, Y acompañados de una gran masa, se dirigieron a la iglesia. Con amenazas obligaron al campanero a entregarles las llaves y abrieron las puertas de la iglesia de par en par.

En pocos momentos apilaron bancos y sillas en el centro de la iglesia, y los bidones  de gasolina fueron vaciados sobre los altares y las paredes.

Antes de prender fuego intentaron entrar en la casa del párroco por una puerta que comunica con el interior de la iglesia. No pudieron forzarla y la gente se retiró, quedando dentro uno solo para dar fuego al templo.

Fuese por la explosión de la gasolina abundante conque lo habían rociado todo, fuese por lo que fuese, el caso es que las puertas quedaron cerradas de pronto, dejando encerrado al incendiario. Se oían sus gritos desesperados y los disparos que había con su pistola para pedir auxilio. Pero los disparos sirvieron para provocar el pánico de los de fuera, creyéndose atacados, comenzaron a disparar en todas direcciones.

Deshecha la confusión, pudo ser extraído de dentro de la iglesia, medio muerto de espanto, el desgraciado incendiario.

El hecho irritó más a los revolucionarios, que se dirigieron inmediatamente a casa del párroco con actitud amenazadora. Entre tanto, desde dentro, don José Morta, había podido observar toda la acción, y con justificado temor subió al campanario para pedir auxilio con la voz más poderosa que tenía: las campanas.

¡El pueblo de Navas oyó, en aquella noche tormentosa, cómo resonaban unas tristes campanadas con las cuales demandaba ayuda un hombre solitario!...

¿Quién podía socorrerle?... Los únicos que lo hubieran hecho se encontraban indefensos, como él en su domicilio, vigilados por hombres con el arma al brazo.

¡Y las campanas resonaban una y otra vez inútilmente!...

No tuvo el párroco más remedio que abrir las puertas a los revolucionarios. De todos modos las hubieran hecho saltar.

Los asaltantes iban dirigidos por el jefe de los comunistas, muy conocido en la población, y con él una significada autoridad del pueblo. Es decir, el movimiento había tomado la trayectoria inevitable en aquellas circunstancias: del Estat Catalá a la revolución comunista.

Al encontrarse ante el párroco, el que llevaba toda la investidura de autoridad, le dijo:

-Venimos a buscarle para acompañarle al Ayuntamiento donde esperan los concejales.

-¿Quiénes son?

- Están Vidal y Coca…

El párroco vivía sin otra compañía que una viuda que cuidaba de la casa y un hijo de esta, de uno veinte años de edad.

-¡No vaya, don José, que le quieren matar! ¡No vaya, que le quieren matar!, exclamaba la pobre mujer, llena de terror.

El que hacía de acompañante del comunista dijo:

-No tenga el menor temor. Respondemos que no le ha de pasar nada malo. Yo iré a su lado.

No quiso oponer ninguna resistencia el párroco, ni de nada le hubiera servido el intentarlo, y se decidió a ir al Ayuntamiento. Le acompañaba el hijo de la viuda.

Salieron de la plaza de la iglesia y enseguida vieron a los grupos armados que esperaban a un lado y a otro del camino que tenían que recorrer.

Apenas apareció el párroco comenzaron a llover sobre él toda clase de insultos. Los quinientos pasos que hay desde la iglesia a la carretera de Berga fueron para él un camino de martirio.

-¡Cerdo!... ¡Ladrón!

No fueron pocos los que atravesaron la calle para escupirle en la cara y pegarle patadas y puñetazos.

Tuvo el párroco el presentimiento de su última hora:

-José, ahora sí que vas a morir… -dijo al hijo de la viuda que lo acompañaba.

En aquel momento intentaron arrancarle la sotana y como se hubiese tapado la cara con el manteo en un movimiento instintivo para defenderse de los golpes, uno de los de la turba se lo arrancó de un manotazo, mientras gritaba:

-¡Quítate eso de la cara, puerco!

Ante este último insulto el sacerdote exclamó con voz compungida:

-¡Dios mío!... ¿Aún más?

Fueron las últimas palabras. Habían llegado a la carretera de Berga, cuando se oyó una voz que dijo:

-¡Vamos a matarlo!

Acto seguido, uno de la comitiva dijo al muchacho que acompañaba al párroco:

-¡Apártate!

Sonó una descarga.

El sacerdote se sintió mortalmente herido.

Dio dos o tres pasos tambaleándose, y cayó sobre la vía misma del tren.

Uno de las turbas se aproximó y apuntándole a la cabeza exclamó:

-Por si todavía vive este podrido.

Y le disparó el último tiro.

¡Ya estaba consumado el crimen!

 

Entretanto, el cadáver del señor Morta sufría aún la vejación de las iras locas de la turba, que se deshacía en insultos de toda clase. Uno de los más atrevidos arrastró el cadáver un centenar de metros y durante toda la noche fue la befa de los revolucionarios.

Hasta las tres de la madrugada no se decidió retirar de la vía pública el cadáver del infortunado sacerdote. ¿Qué haremos?, se preguntaban.

Unos eran partidarios de arrojarlo al río. Pero desistieron porque -decían- como el río apenas lleva agua, la corriente no arrastraría el cadáver que se descompondría.

Decidieron llevarlo al cementerio. Dos hombres fueron a buscar una litera y en ella lo transportaron. Pero se habían olvidado las llaves. Y para no retroceder o perder el tiempo inician otro camino, decidieron arrojar el cadáver por encima de los muros del sagrado recinto.

En ese de 1934 la revista AVE MARÍA de Manresa publicaba la foto del cadáver del sacerdote martirizado.

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