Viernes, 29 de marzo de 2024

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El relativismo, puerta del islam en Europa

por Alberto Royo Mejia

Hace unos días saltaron a la prensa unas declaraciones del dictador libio Gadafi en Roma, el cual, bien consciente de dónde estaba y encantado de montarla una vez más, afirmó sin pelos en la lengua: "El islam debería convertirse en la religión de toda Europa" y añadió que "el primer paso para la islamización de Europa será la entrada de Turquía en la Unión Europea”.

No es la primera vez que el líder musulmán lanza exabruptos de ese este tipo, pues a principio de este año había dicho que “hay signos de que Alá garantizará la victoria islámica sin espadas, sin pistolas, sin conquista. No necesitamos terroristas, ni suicidas. Los más de 50 millones de musulmanes que hay en Europa lo convertirán en un continente musulmán en pocas décadas”.

 

En otra ocasión, explicó: “Estamos orgullosos del islam en Europa y de los musulmanes, particularmente en los Balcanes, ya que es una presencia musulmana en el corazón del continente cristiano, el que en otras épocas ha atacado al islam en su propia tierra, en Oriente Medio y en África del Norte, y ha tratado de erradicar el islam de la superficie de la tierra con las Cruzadas y en tiempos del nuevo imperialismo…”, para continuar de modo taxativo: Alá ha prometido la victoria del islam sobre todas las religiones… Vosotros los musulmanes sois una minoría en Europa. Con la voluntad de Alá, os convertiréis en mayoría un día y eso os permitirá ganar la partida… Seréis los herederos del continente europeo.”

 

Ante tales palabras, la primera reacción es no tomárselo en serio porque todos conocemos a Gadafi y sus bravatas, que antes acompañaba con atentados terroristas y que ahora se quedan en palabras y, bajo cuerda, quién sabe qué más. Pero las estadísticas nos dicen que las palabras del líder musulmán tienen una cierta base en las estadísticas que nos hablan del continuo crecimiento del Islam en Europa favorecido por la baja natalidad de los países que la componen.

 

Los Europeos nativos están disminuyendo. Parece ser que sostener una población implica que cada mujer debe tener como media 2,1 niños pero en la Unión Europea, la tasa total se encuentra un tercio por debajo, en 1,5 niños por mujer, y bajando. Un estudio concluye que, de mantenerse las actuales tendencias de población e inmigración, la población de hoy de 375 millones podría caer hasta los 275 millones hacia el 2075. Para mantener uniforme su actual población trabajadora, la UE necesita 1,6 millones de inmigrantes al año y a rellenar el vacío acuden el islam y los musulmanes, que les resulta fácil por lo cerca que están.

 

Por eso, lejos de frivolizar las palabras de Gadafi, el Vaticano ha hablado a través del Secretario de Propaganda Fide, el arzobispo Robert Sarah. La prensa, siempre ávida de titulares llamativos, se ha quedado en una parte de las declaraciones del prelado y se ha olvidado de la otra parte. Lo que ha salido en los titulares es que el susodicho arzobispo ha hablado de una provocación y una falta de respeto al Papa y a Italia, mayoritariamente católica. Y tiene razón el prelado, fue una provocación  pero menuda novedad, por supuesto que sabía Gadafi que estaba provocando y lo hacía aposta, genio y figura…

 

Pero Monseñor Sarah ha dicho algo más, que a los periodista no les ha llamado la atención y a mí me parece de gran importancia: Ha dicho que el peligro de Europa no son las amenazas de Gadafi ni el aumento de la población islámica, sino “el relativismo, la falta de atención al hecho religioso, la debilidad de la fe y la indiferencia ante lo sagrado”. Lo dice un eclesiástico que conoce bien el Islam, pues viene de un país con gran presencia de sus seguidores, pero lo dice también alguien que viene de África, continente profundamente religioso, y ve cómo están las cosas en Europa.

 

Que el relativismo europeo es la puerta del Islam no es el primero que lo dice. Ya hace unos años lo había dicho el periodista italiano y converso del islamismo al catolicismo, Magdi Allam, el cual advirtió que el Islam está en auge gracias a la ideología del relativismo que existe en occidente y que afirma que existen muchas verdades en vez de una sola. Pero también lo había dicho alguien de la talla intelectual del Cardenal Ratainger, hoy Benedicto XVI, el cual en una entrevista concedida a Le Figaro en 2001 afirmaba:

 

“…mientras que el matrimonio y la homosexualidad se consideran equivalentes, el ateísmo se transforma con frecuencia en derecho a lo blasfemo, especialmente en el arte, estos mismos hechos son horribles para los musulmanes. De aquí la impresión tan difundida, en el mundo islámico, de que el cristianismo agoniza, que Occidente está en decadencia, y la percepción de que el Islam es el único que porta la luz de la fe y de la moralidad. Una parte de los musulmanes ve en ello una oposición incurable entre el mundo occidental -con su relativismo moral y religioso- y el mundo islámico.”

 

Sabias palabras que explican la cuestión desde el punto de vista de los musulmanes más radicales, que nunca faltan y son los que mueven a las masas. Pero ¿Y por parte de los occidentales? Se puede pensar que el relativismo llevará a relativizar también el Islam convirtiéndolo en inocuo en lo que a extremismos se refiere. Sin embargo, parece que puede pasar todo lo contrario, curiosamente. Lo explica sencillamente el profesor Florentino Portero:

 

Los valores tradicionales son parcialmente abandonados en beneficio de otros ajenos y, en mayor o menor medida, contrarios a los primeros. En esa situación es también posible que la sensación de vértigo cree las condiciones para que las siempre presentes corrientes reaccionarias ganen el corazón de la gente. Lo ocurrido en Irán durante los años del Sha puede responder a esta segunda situación.”

 

Europa tiene unas raíces profundamente cristianas de las que ya no quiere saber nada. Puesto que ya no se cree en lo propio, se relegan los valores tradicionales y se reniega de muchos de los frutos de la Ilustración, la historia de la presencia europea fuera del Viejo Continente es asumida con resignación, cuando no con vergüenza. Esto escandaliza a los musulmanes y a la vez les da alas para ver en nuestro continente un objeto de evangelización. El progresío europeo, siempre ávido de novedades, ve como una cosa exótica y culturalmente interesante las costumbres islámicas, sin ver ningún peligro para la sociedad mientras no haya bombas. Pero ningún otro peligro, porque cuando no hay un bagaje cultural que salvar, todo lo nuevo es bienvenido sin el necesario discernimiento.

 

Desde el punto de vista de la fe, el crecimiento del Islam es una invitación a la esperanza, al diálogo y a la evangelización. Esperanza porque el pesimismo que manifiestan algunos, rayando con el derrotismo, ni es cristiano ni lleva a ningún lado. Diálogo porque una buena parte de los musulmanes de Europa son moderados y la Iglesia opta siempre por el diálogo para encontrar puntos en común y profundizar en el conocimiento mutuo que puede enriquecer. Y evangelización porque el cristianismo tiene una verdad sobre el ser humano y la historia que todos deberían escuchar pues es la única que puede llenar el corazón humano. Pero también evangelización para que esta Europa nuestra, que se olvida de sus raíces, comprenda que su grandeza le viene gracias al camino que ha recorrido que su futura grandeza depende del camino que quiera recorrer.

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