Miércoles, 15 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Menos talante y más talento

por Juan Miguel Carrasquilla

El Cadillac blanco descapotable, con banderitas de las barras y estrellas a cada lado formaba parte de una comitiva de varios automóviles de cristales tintados y policías motorizados de aspecto imponente. Avanzaban lentamente en una marcha de luces de sirenas y ruidos de motores, mientras yo adivinaba quién era el personaje que se acercaba: un mito de la política, un presidente de los estados unidos que administró, solo durante tres años, los destinos de su país, pero dejó una huella inalcanzable para el resto de los mortales: John Fitgerald Kennedy.
El chófer, sin inmutarse, frenó el coche dejando la puerta lateral trasera ante mi. Cómodamente instalado en el interior, “Jack” como le llamaban los suyos, me invitó a subir con un ademán abierto y amigable. Abrí la puerta sin cristal y me senté a su lado. Le ofrecí la mano y él me la estrechó envolviéndola entre las suyas, a la vez que esbozaba una contenida sonrisa. Su aspecto era joven, sano, inteligente...atrayente.
-Es un honor- le dije algo turbado.
-Ponte cómodo y hablemos- me contestó sencillamente.
-Tres años de gobierno...pocos pero intensos.
-Lástima que me quitaran de en medio. A pesar de las continuas frustraciones que implican gobernar un país, disfruté.
-¿A pesar de los conflictos tan grandes a los que se tuvo que enfrentar? Bahía de Cochinos, el muro de Berlín, la crisis de los misiles, Vietnam, el paro, la carrera espacial, los derechos civiles de los negros...
-Disfruté. Los conflictos y los retos a esa escala son tan grandes que si los resuelves, es como un éxtasis, una inmensa satisfacción que embarga todo tu ser. La sensación de trascendencia de tus actos es inmensa. Cambiar las cosas, mejorarlas, hacer más feliz a las gentes, con un discurso, una ley, un apretón de manos...no tenía precio.- Kennedy, miraba hacia adelante, con aire reflexivo.
-Una de las cosas que convencía a la gente, era su cercanía, su comprensión, su sinceridad ante el público, era creíble, honrado.
-Me interesaba la gente, mi preocupación por las personas era mi obsesión, en las campañas electorales acababa con las manos llenas de arañazos de tantos apretones de manos, pero con una enorme satisfacción y con una inacabable ansiedad por mejorar mi país.- apoyó el mentón sobre su puño derecho, ofreciendo un perfil de líneas rectas marcadas pero suaves.
-...Y tenía carisma. En los debates con Nixon, (los primeros de la historia por televisión), su popularidad se disparó:
-Te remito a una de mis frases más celebres: “Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”. El carisma se posee, se potencia, se aprovecha y...se mantiene...lo tienes o no lo tienes.

Sin darme cuenta estábamos parados frente al capitolio. Pensé en el poder del carisma. En cómo el fenómeno Kennedy era la mayor atracción del país. Revistas y periódicos vendían más si incluían su foto, todo el mundo le quería en sus banquetes o en sus actos sociales. Y pensé en lo poco que vemos ese carisma en la política actual de nuestro país. Tenemos un ambiente político instalado en un discurso de primaria: “yo soy bueno y tu malo”...y “tu más”...”no y tu más”...”y tu infinito más”.
Tenemos un presidente que no gobierna para todos, que provoca inseguridad, dudas y conflictos permanentes y un jefe de la oposición con cara de bueno, pero que no provoca nada,...no atrae ni a su abuela. Necesitamos a alguien nuevo, alguien atrayente que reactive el panorama político, que lo renueve y lo dignifique. La política se ha convertido en una profesión denostada y desvalorizada y los culpables son los propios políticos que no tienen ningún talento. Un día tras otro aparecen ante las cámaras queriendo enfatizar tanto sus palabras y queriendo subrayar tanto sus ideas y queriendo demostrar tanta autoridad y queriendo arrancar el aplauso y la admiración del auditorio, que parecen sufrir algún tipo de retraso, o que no saben leer; parecen bobos que se regodean en su mesianismo anti mesías, y fantoches y fanfarrones incapaces de ser sencillos y auténticos.

-A usted le votaron a pesar de ser católico, inexperto y luchar contra todo un vicepresidente: Nixon.
Mientras bajábamos del coche el presidente me confesaba:
-Realmente los debates televisivos me dieron la oportunidad de presentarme ante millones de personas y convencerlos de mi capacidad para gobernar. Convencer a la gente con tu mirada, con tus palabras, con tu ideas, es un milagro, es un arte, hace falta talento...y yo lo tenía. Luego hay que trabajar, superar retos y no perderte por el camino. Lo de mi religión fue más arduo. En ese aspecto luchábamos contra muchos prejuicios, verdaderos muros ideológicos y miedos profundos. Ten en cuenta que, podía ser el primer presidente católico en la historia del país, había temor por la injerencia de mis creencias en mis obligaciones como presidente.
-Y pronunció aquella frase:”No soy el candidato católico a la presidencia. Soy el candidato del Partido Demócrata que resulta que también es católico (…) creo en una América donde la intolerancia religiosa acabará un día u otro.” y consiguió frenar algo a la mayoría protestante.
-Algo. Yo fui presidente antes que católico, si hubiera sido al revés, me hubiera presentado para gobernante de la iglesia. Fui perfectamente consciente de que debía mantener una clara separación entre la fe y el poder, pero nunca dudé de que la fe me ayudaría a gobernar.
-Tanto interés por desvincular la iglesia del estado y hoy en día se les rinde pleitesía a gobiernos donde están totalmente fusionados...en lo estados islámicos iglesia y estado son uno.
John Kennedy me miró con media sonrisa mientras subíamos la escalinata de la Casa Blanca y me confesaba a media voz:
-La defensa moral y práctica del islam por parte de Occidente es producida por el miedo y la economía, pero eso es otra historia...
La puerta se abrió y cruzamos el umbral mientras yo le comentaba:
-A usted no le gustaba mucho los slogans y sin embargo sus frases son recordadas y estudiadas por los grandes discursistas de nuestra época.
-Los discursos eran producto de mucho trabajo, muchas personas y sobre todo, eran producto mio. En mi discursos y frases estaba mi esencia, mi espíritu, lo que yo quería trasmitir y cómo lo quería trasmitir. Todos eran, en gran medida, obra mía.

Jonh Fitzgerald kennedy no solo fue un héroe de guerra, un intelectual que ganó el premio Pulitzer, un hombre atractivo con don de gentes y un hombre de acción. Ante todo, fue un hombre con talento y olfato político, escasa “rara avis” en nuestra actual querida España. País dónde los slogans más repetidos por la sociedad son del estilo: “Que te comas el pollo Andreíta, coño” o “Por mi hija, mato”. O frases y slogans políticos que rozan el ridículo y el esperpento como no se qué de "una conjunción de planetas" en la presidencia europea de España...
País donde se crea un ministerio de igualdad que defiende el uso del aborto y del burka, como derechos de la mujer...¡me asfixio!
Hace ya algunos meses que rezo fervorosamente para que desde el cielo nos caiga algún político con verdadero talento, con otro talante, con verdadero espíritu de servicio para la mayoría, con atractivo y atracción, que nos ayude a sentirnos orgullosos de ser Españoles y no solo por nuestro logros deportivos. Espero que no tarde mucho en aparecer por el bien de las generaciones que vienen...Amén.

Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." (Mt 25, 28)

 

 

 

 

 


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