Miércoles, 15 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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La conquista más grande

por Juan Miguel Carrasquilla

El gran portón del salón se fue abriendo lentamente hasta que apareció su imponente figura. Napoleón Bonaparte dio unos pasos y se paró en medio de la estancia observando a los que iban a ser sus interlocutores, y a pesar de su corta estatura, su personalidad hacía que pareciera un titán.
-Buenas, es un honor recibirle- dije yo con timidez.
Sin mediar palabra y con una leve sonrisa, sus ojos se posaron en la figura que estaba sentado a mi lado y que había entrado unos minutos antes, con la misma apabullante personalidad, pero con un cierto aire de humildad.
-Le presento a Francesco- Napoleón me miró con ojos de interrogación.
-Si, es il poverello d´Assisi- le aclaré ante su indecisión. Ambos personajes se observaron fijamente con interés.-Siéntese monsieur, si es tan amable- le rogué, mientras le indicaba con mi mano, una cómoda silla al lado del italiano, bajo cuyo raído hábito se adivinaba un austero taburete de madera.
-¿Y bien, que está pasando por el mundo?- Espetó Napoleón con un ligero tono altivo.
-Pues lo más actual es que España ha ganado el Mundial de fútbol.
-¿España?¿Fútbol?
-Si, es deporte. Los españoles conquistaron la gloria, sin muertos, es un juego de repercusión mundial. Un pequeño ejército de 23 soldados muy unidos, dirigidos por un mesurado señor de Salamanca y capitaneados por un joven de Móstoles, se impusieron, a unos rebeldes de Flandes, con un cañonazo de un señor bajito de la tierra del Quijote.
-¡Vaya!, si que suena todo a muy Español, incluso esa manía de uniros como un solo hombre, ante una amenaza extranjera.
-Si, hace un tiempo se vivió un momento de esperanza y unidad dónde parecía que todos los españoles remarían a una, después de una época de dictadura, la llamamos transición española. Sin embargo, tan solo unos 30 años después, el país está crispado y fraccionado, gracias, sobretodo, a los que detentan el poder...pero han llegado los del fútbol para explotar este sentimiento nacional, de unidad, de orgullo patriótico de sentirse Español.
-Poder, gloria, orgullo patriótico, te comprendo perfectamente, nadie contribuyó tanto a la construcción de la identidad nacional francesa como yo.- En sus ojos se adivinaba pasión, fuego intenso.
Tras unos segundos de silencio me atreví a afirmar:
-A costa de millones de vidas, de muerte y destrucción sin igual hasta entonces.
Sin inmutarse aparentemente, contestó:
-Necesario para la construcción de un imperio, para mayor gloria de Francia.
-O para mayor gloria personal...
-Mi gloria era la de Francia, mi éxito era el éxito de Francia.
En ese momento Francesco, ensimismado con la mirada perdida en un punto del universo y con una voz segura pero suave dijo:
-Yo también buscaba la gloria y el triunfo para mi querida Asís, para el Papa, para mi familia...para mí.
Con mirada de cierto desprecio Napoleón le increpó:
-Tu fuiste un fracasado que en la primera batalla que libraste, te hicieron prisionero y en la segunda, desertaste. Ante tal hoja de servicios, decidiste desertar de la vida y te fuiste a mendigar y ser una carga más para tu pueblo y una vergüenza para tu padre.
Francesco, serenamente, replicó:
-Simplemente fuí llamado por el gran capitán, para librar la batalla más grande del ser humano, la interior. La primera gran victoria que decidió mi destino, tuvo como protagonista a un leproso, mi plan de ataque: un abrazo, mi enemigo: el asco, mi conquista: la libertad. A partir de ahí comprendí el poder, el dominio, el amor...el amor de Dios.
Visiblemente alterado y poniéndose de pie, Napoleón gritó:
-Españoles e Italianos, ¿que se puede esperar de vosotros? cobardías, utopías, sueños, bravatas... Lírica. Yo sí que dominé el mundo, construí un imperio, mi palabra era ley, aplasté enemigos, amé mujeres, a mi querida Josefina...viví. Dios me destinó para el triunfo.
-Páginas de la historia escritas en sangre, avaricia, despotismo, soberbia y por detrás de todo eso un gran complejo de inferioridad-.Dije sin acritud.
-¡No voy a tolerar semejante falta de respeto, Mon Dieu! ¿Quién te has creído que eres, mequetrefe?.
Mi intención no era juzgar ni condenar, simplemente era indagar, contrastar para esclarecer. Quizá me dejé llevar por la intensidad del momento, pero el daño estaba hecho, así que huí hacia adelante.
-Los acomplejados nunca toleran, el contrario es una amenaza que hay que exterminar. Los que andan tras la paz y están seguros de sí mismos, admiten la diversidad, e incluso el ataque con mesura y humildad. La llama que prende en usted, es el miedo. Dominó ejércitos, quebrantó naciones enteras, pero vivió en permanente inquietud, miedo e inseguridad. Con esta simple crítica verbal he conseguido provocar la ira de un general sin dominio de sí. Como el famoso: me la sigan chupando del comandante Maradona. Y después de tantos retos, batallas y deseos acabó como más temía, desterrado, amargado y solo.
-Yo jamás tuve nada seguro, todo era providencia, no sabía de tácticas humanas, ni de diplomacias, ni de órdenes establecidos. Simplemente sabía de amor, libertad de espíritu, de confianza en el Padre del Cielo. Me sabía indigente, pobre y pequeño, pero cuidado y amado por eso precisamente, y acabé mis días enamorado del amor. El amor no es amado, gritaba por las calles y me llamaban loco, pero a mi me daba igual, porque a un hombre libre de las ataduras interiores le da igual lo que piensen de él. Yo no quise tener nada y lo tuve todo.- Las palabras de Francesco salieron rápidas y suaves, pero llenaron hasta el último rincón de la estancia.
Napoleón giró y con paso decidido y pesado avanzó hasta la puerta, pero antes de salir pronunció:
-Deberías haber invitado a otro de estos resignados del santoral del fracaso y la abyección, utópicos poetas de la debilidad y de la autocompasión. La grandeza de un hombre se mide por sus logros. Yo pertenezco a la estirpe de los grandes emperadores, Alejandro Magno, los césares romanos, grandes hombres, grandes personalidades, grandes destinos. Ahí os quedáis con vuestra pobreza de espíritu y vuestra mediocridad.
El gran emperador cerró la puerta tras de sí con una pose de dignidad ofendida. Se había ido una gran figura de la historia de Francia, pero allí conmigo, se quedaba Francisco que significa: pequeño francesito, nombre puesto por su padre en honor a Francia. El coloquio había durado menos de lo previsto. Nos quedamos en silencio, cerramos los ojos y oramos, sin necesidad de ponernos de acuerdo. Me vinieron a la mente las palabras de Jesús: “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?”
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