Jueves, 28 de marzo de 2024

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Es domingo: 1º de Adviento Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: 1º de ADVIENTO
                  Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
Para empezar: Ponte en oración a la espera del Señor… Viene a tu encuentro… Prepara tu corazón…, e invoca al Espíritu Santo… Ven…, a mí, Espíritu Santo…
 
Leer despacio el Evangelio: Mt 24,37-44
 
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: – Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del hombre.
Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre:
Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.
Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
Con este primer domingo de Adviento, iniciamos el Año Litúrgico. Ese tiempo en el que los fieles cristianos vamos recorriendo los misterios de Cristo, celebrándolos y ahondando en ellos la vivencia de nuestra fe. Por eso es siempre una gracia y una alegría volver a empezar. Por ello, mientras nos preparamos para celebrar la gran fiesta del nacimiento de Cristo Salvador, durante las cuatro semanas del Adviento, nuestro corazón reaviva la esperanza, ante todo, de su vuelta gloriosa al final de los tiempos. La primera parte del Adviento insiste precisamente  en la parusía, es decir, la última venida del Señor. Esto ya nos indica, que el Adviento es, por excelencia, el tiempo de la esperanza. ¡Cuánto necesitamos renovar la esperanza cristiana, o vivirla más hondamente, o recuperarla! ¡Cuánta desesperanza en nuestro tiempo! Y por eso ¡cuánto sufrimiento inútil!
Contemplemos ahora a Jesús y sus palabras, que son advertencias serias en torno a su Venida Última. Sin olvidar que, de ese modo, nos estamos preparando para vivir bien esta vida, y por ende la Navidad.
<>Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del hombre, dijo Jesús a sus discípulos. ¿Y qué paso? A continuación, Jesús lo sintetiza y comenta en estas pocas frases del evangelio. El relato está en Génesis 6,1113. Sería bueno leerlo. Viene a decir que la tierra estaba llena de violencia, corrupción… Menos Noé, hombre justo e íntegro, que caminaba con Dios. Y Jesús explica en el texto del Evangelio, cómo vivían todos los demás. Esa desviación de los hombres es la causa del diluvio. ¿Veo yo en estos tiempos que vivimos algo parecido? ¿Es más, intento yo vivir en justicia y verdad, para colaborar concretamente a favor de un mundo mejor en lo humano y en lo cristiano? ¡Seguro que puedo hacer algo…, o algo más o algo mejor!
-Nos puede suceder a nosotros que la venida del Hijo del hombre sea algo parecido: que nosotros, la gente, no se dé cuenta. Esto nos advierte también que no debemos hacer caso a los profetas improvisados que con frecuencia nos están alertando del final del mundo. Lo importante es que Jesús vendrá al final, “a juzgar a vivos y muertos”, y no sabemos cuándo. Lo que nos quiere dar a entender el Señor con todo esto, es que no debemos dejarnos absorber por las realidades y preocupaciones materiales hasta el punto de quedar atrapados por ellas. Debemos vivir de manera lúcida y consciente nuestra fe, el Evangelio de la esperanza, la Palabra del Señor. Debemos vivir ante los ojos del Señor con la convicción de que Él cada día puede -quiere- hacerse presente. Si vivimos así, el mundo será mejor. ¿Estoy yo en esas condiciones de vida? Entonces sí podré celebrar también la Navidad. ¡Y de qué manera!
<> Jesús advierte: Estad en vela… Estad también vosotros preparados…
He aquí lo importante: Jesús pide estar alerta, apunto, para esta venida imprevista de Jesús Nuestro Señor: la última, la primera, y la de todos los días. ¿Y cómo estar alerta? Esto es lo que importa en este texto evangélico. Jesús lo deja claro para bien nuestro: vigilad, estad preparados. Vigilar mi conducta. Vigilar mi amor. Vigilar mi esperanza para en todo servir y amar a Dios en cada uno de mis hermanos. Vigilar desarmados de todo egoísmo. “Jesús, -dijo  Benedicto XVI-, que en Navidad vino a nosotros y volverá glorioso al final de los tiempos, no se cansa de visitarnos continuamente en los acontecimientos de cada día. Nos pide estar atentos para percibir su presencia, su adviento, y nos advierte que lo esperemos vigilando, puesto que su venida no se puede programar o pronosticar, sino que será repentina e imprevisible. Solo quien está despierto no será tomado por sorpresa. Que no os suceda -advierte- lo que pasó en tiempo de Noé…”
-Escucho en mi interior las palabras de alerta de Jesús… Son suyas… Quieren ponerme a punto para el encuentro personal con él, sea hoy y ahora, o Navidad, o al final de mi vida… Releo quizá las palabras de Benedicto XVI… ¿Por qué no?
-Escuchemos, pues, la invitación de Jesús en el Evangelio y preparémonos para revivir con fe el misterio de nacimiento del nuestro Redentor, que ha llenado de alegría el universo. Preparémonos para acoger al Señor que viene continuamente a nuestro encuentro en los acontecimientos de la vida… Viene en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad… Vale la pena prepararnos para encontrarlo en su venida última y definitiva. Su paso es siempre fuente de paz y, si el sufrimiento, herencia de la naturaleza humana, a veces resulta casi insoportable, con la venida del Salvador “el sufrimiento -sin dejar de ser sufrimiento- se convierte a pesar de todo en canto de alabanza” (Spe Salvi, 17).
-No olvidemos: El Dios que vino, que viene y que vendrá es el único Dios de la esperanza. Por eso nos preparamos a Navidad esperándole con mayor ardor. ¿En qué consiste esta esperanza, tan grande, tan “fiable”, que nos hace decir que en ella encontramos al Salvador y la Salvación? Esencialmente, consiste en el conocimiento de Dios, en el descubrimiento de su corazón de Padre bueno y misericordioso. La última palabra, la del juicio, la de la misericordia, le pertenece a Él. Sin olvidar que Jesús, con su muerte en la cruz y su resurrección, nos reveló su rostro, el rostro de un Dios con un amor y una misericordia tan grandes que comunica una esperanza inquebrantable, que ni siquiera la muerte puede destruir, porque la vida de quien se pone en las manos de este Padre se abre a la felicidad eterna. ¿Tengo esperanza? ¿En qué o en quién? ¿Vivo de ella? ¡El Adviento es la hora!
 
Para terminar:
Me espera un tiempo de gracia, una oportunidad para reaccionar, una ocasión para abrirme al Señor que viene. En Cristo esperamos. Es a Él a quien aguardamos. Vayamos a su encuentro con obras de caridad, porque la esperanza, como la fe, se manifiesta en el amor. Y no olvides: la vida sin Él no es vida. Espera su encuentro en cada persona, en cada instante. Lo demás valdrá lo que este encuentro valga. ¡Buen Adviento!
 
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