Martes, 19 de marzo de 2024

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La intercesión de los Santos ante Jesucristo

             La intercesión de los Santos ante Jesucristo

 

 



Cristo, es el mediador entre Dios y los hombres. Pero, como nos dice el Concilio, «del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de  Cristo […] la bondad de Dios se difunde de distintas maneras sobre las criaturas, así también la mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participa de la única fuente»(LG 60.62).
 
La poderosa intercesión de la Virgen María y san José
 
La Iglesia a través de toda su historia ha experimentado la poderosa intercesión de María ante su Hijo. Ha recibido tantos favores de Dios por medio de su intercesión, que se considera que Dios ha dispuesto que Ella sea la mediadora de todas las gracias de Jesucristo. O en palabras que solía recordar san Juan Pablo II «la victoria, cuando venga, la llevará María. Cristo vencerá por medio de Ella, porque El quiere que la victoria de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el futuro estén unidos a Ella»[1].
Aunque la más poderosa intercesora ante Cristo es su Madre, no es la única. Pío IX en 1854 declaró: «San José es, después de la Santísima Virgen María, la más segura esperanza de la Iglesia». En 1870 lo declaró patrono de la Iglesia universal. Pío XII, en 1855 instituyó la fiesta litúrgica de san José Obrero. El orante no debe dudar de comprometer a san José en favor de la Iglesia de un modo particular de los cristianos perseguidos. Él está lleno de entrañas de misericordia y es a la vez poderoso en el corazón de Dios y en el corazón de María.
En estos momentos en que los cristianos son tan perseguidos en tantas naciones, no dejemos de implorar la protección de san José, que en la letanía al Santo Patriarca lo invoca como terror de los demonios. León XIII hizo que toda la Iglesia lo invocara: “asístenos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así ahora defiende a la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad”.
El Papa Francisco, profundo devoto de san José, nos alienta a implorarlo con viva fe: “Glorioso Patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, venid en mi ayuda en estos momentos de angustia y de dificultad. Tomad bajo vuestra protección las situaciones tan serias y difíciles que os encomiendo, a fin que tengan una feliz solución. Mi bienaventurado Padre: toda mi confianza está puesta en Vos. Que no se diga que os he invocado en vano. Y puesto que Vos podéis todo ante Jesús y María, mostradme que vuestra bondad es tan grande como vuestro poder[2].
No dejemos de poner bajo la protección y custodia particular de san José, a tantos cristianos perseguidos que sin hogar, viven errantes o en grandes campamentos de refugiados, aterrados por todo lo que han vivido.
San José, que fue el fiel custodio de la Virgen María, y la protegió de todos los peligros, yendo incluso al exilio, supliquémosle que proteja a tantas niñas y mujeres cristianas que han sido esclavizadas por los musulmanes, para que sean liberadas, y con paz puedan alabar y bendecir al Señor.
San José, tan lleno de entrañas de misericordia, no sólo es poderoso en el corazón de Jesús y de la Virgen María, sino también es maestro de oración. Santa Teresa de Jesús nos dice: “quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por Maestro y no errará camino” (V 6,8).
 
La intercesión de los santos y mártires ante Jesucristo
 
Junto a la intercesión de la Virgen María y de san José debemos recurrir a la de los santos y mártires. Ellos, como nos recuerda santa Teresa de Jesús: están junto a Cristo “rogándole por todos nosotros, para nuestro provecho, porque están llenos de caridad” (C 28,13). El Concilio Vaticano II, nos invita a que recurramos a la intercesión de los santos, “ellos, […] no cesan de interceder por El, con El y en El a favor nuestro ante el Padre. […] Acudamos a sus oraciones, protección y socorro Su fraterna solicitud contribuye, pues, mucho a remediar nuestra debilidad” (LG 49-50).
La intercesión de los mártires ante Jesucristo es poderosísima. Ahora que de nuevo sube al cielo el clamor de decenas de miles de cristianos que han preferido morir a convertirse al islam, de los familiares que lloran su muerte, de las mujeres cristianas que están esclavizadas por islamistas, de los niños vendidos como esclavos. Al que se une el clamor de cristianos de todo el mundo y personas de buena voluntad que claman a Dios ponga fin a tanta crueldad.
Supliquemos la intercesión de los mártires, ellos que han participado tan íntimamente de la muerte de Cristo, por El hagan partícipe a la Iglesia y a la humanidad del poder inmenso de su resurrección, por la fuerza poderosa del Espíritu Santo.
En el cielo hay multitud de santos y mártires que nos dicen “reclamadnos, reclamadnos, que os ayudaremos”. Supliquemos su ayuda a través de la letanía de los santos. Ellos están llenos de interés en que lo hagamos. Por ello con confianza invoquémosles, y no dejaran de interceder ante Jesucristo. 
El orante puede pues, implorar la intercesión de la Virgen María y, junto con ella, la de san José, de los mártires, de los santos del cielo. Al estar llenos de entrañas de misericordia por su identificación con Cristo, al implorar su ayuda, no dejarán de presentar nuestras súplicas a Jesucristo y El las presentará al Padre eterno, que las escuchará benignamente.
A la luz del Apocalipsis, somos invitados en estos momentos de persecución generalizada en tantos países del mundo contra los cristianos, a alabar y bendecir a Dios por su magnífica victoria sobre el espíritu del mal que incita a los hombres a cometer el mal contra sus hermanos los hombres, desafiando a Dios haciendo lo contrario a su voluntad. Por ello con todos los santos, unámonos a su alabanza en la Iglesia celestial, y digámosle.” Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, que juzga con justicia y con verdad.” (Ap 19,1-2).
  
 


 
 
Letanía de los Santos del Devocionario Católico
(http://www.devocionario.com/santos/santos_3.html)

 

 
-Señor ten piedad de nosotros
-Cristo ten piedad de nosotros,
-Señor ten piedad de nosotros,
-Cristo óyenos
-Cristo escúchanos,
-Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros,
-Dios Hijo Redentor del mundo, ten piedad de nosotros,
-Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros,
-Trinidad santa un solo Dios, ten piedad de nosotros,
Se repite
-Santa María,
-Santa Madre de Dios,
-Santa Virgen de las vírgenes,
-San Miguel,
-San Gabriel,
-San Rafael,
Ruega por nosotros.
-Todos los santos ángeles y arcángeles,
-Todos los santos coros de los espíritus bienaventurados
Rogad por nosotros.
-San Juan Bautista,
-San José,
Ruega por nosotros.
-Todos los santos patriarcas y profetas, Rogad por nosotros.
-San Pedro,
-San Pablo,
-San Andrés,
-San Juan,
-Santo Tomás,
-Santiago,
-San Felipe,
-San Bartolomé,
-San Mateo,
-San Simón,
-San Tadeo,
-San Matías,
-San Bernabé,
-San Lucas,
-San Marcos,
Ruega por nosotros.
-Todos los Santos apóstoles y evangelistas,
-Todos los Santos discípulos del Señor,
-Todos los Santos inocentes,
Rogad por nosotros.
-San Esteban,
-San Lorenzo,
-San Vicente,
Ruega por nosotros.
-San Fabián y San Sebastián,
-San Juan y San Pablo,
-San Cosme y San Damián,
-San Gervasio y San Protasio,
-Todos los santos mártires,
Rogad por nosotros.
-San Silvestre,
-San Gregorio,
-San Ambrosio,
-San Agustín,
-San Jerónimo,
-San Martín,
-San Nicolás,
Ruega por nosotros.
-Todos los santos obispos y confesores,
-Todos los santos doctores,
Rogad por nosotros.
-San Antonio,
-San Benito,
-San Bernardo,
-Santo Domingo,
-San Francisco,
Ruega por nosotros.
-Todos los santos sacerdotes y levitas,
-Todos los santos monjes y ermitaños,
Rogad por nosotros.
-Santa María Magdalena,
-Santa Agueda,
-Santa Lucía,
-Santa Inés,
-Santa Cecilia,
-Santa Catalina,
-Santa Anastasia,
Ruega por nosotros.
-Todas las santas vírgenes y viudas, Rogad por nosotros.
-Todos los Santos y santas de Dios, Interceded por nosotros.
-Muéstratenos propicio, Perdónanos, Señor.
 -Muéstratenos propicio, Escúchanos, Señor.
-De todo mal,
-De todo pecado,
-De tu ira,
-De la muerte súbita e imprevista,
-De las asechanzas del demonio,
-De la cólera, del odio y de toda mala intención,
-Del espíritu de fornicación,
-Del rayo y de la tempestad,
-Del azote de los terremotos,
-De la peste, del hambre y de la guerra,
-De la muerte eterna,
-Por el misterio de tu santa encarnación,
-Por tu venida,
-Por tu natividad,
-Por tu bautismo y santo ayuno,
-Por tu cruz y tu pasión,
-Por tu muerte y sepultura,
-Por tu santa resurrección,
-Por tu admirable ascensión,
-Por la venida del Espíritu Santo, nuestro Consolador,
-En el día del juicio,
 
Líbranos, Señor.
Nosotros, pecadores, te rogamos 
- que nos oigas, 
- que nos perdones,
- que nos seas indulgente, 
-que te dignes conducirnos a verdadera penitencia, 
- que te dignes regir y gobernar tu santa Iglesia, 
- que te dignes conservar en tu santa religión al Sumo Pontífice y a todos los órdenes de la jerarquía eclesiástica, 
- que te dignes abatir a los enemigos de la santa Iglesia, 
- que te dignes conceder a los reyes y príncipes cristianos la paz y la verdadera concordia, 
- que te dignes conceder la paz y la unión a todo el pueblo cristiano, 
- que te dignes devolver a la unidad de la Iglesia a los que viven en el error, y traer a la luz del Evangelio a todos los infieles, 
- que te dignes fortalecernos y conservarnos en tu santo servicio, 
- que levantes nuestro espíritu al deseo de las cosas celestiales, 
- que concedas a todos nuestros bienhechores la recompensa de los bienes eternos, 
- que libres nuestras almas, las de nuestros hermanos, parientes y bienhechores, de la condenación eterna, 
- que te dignes damos y conservar las cosechas de la tierra, 
- que te dignes conceder el descanso eterno a todos los fieles difuntos, 
- que te dignes escucharnos, Hijo de Dios.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Señor.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos, Señor.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.
-Cristo, óyenos,
-Cristo, escúchanos,
-Cristo, ten piedad de nosotros,
-Señor, ten piedad de nosotros,
Se repite. 
Concluir con un Padrenuestro.  
 
 

[1] Joan Pau II, Travessant el llindar de l’esperança, Barcelona: Plaza & Janés 1994, 211.
[2] Oración que el Papa Francisco, divulgaba cuando era Cardenal.
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