Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Mónica Barahona, de la Fundación Lejeune, y Jeniffer Lahl, de CBC Network, explican por qué

Vientres de alquiler: la experiencia mundial muestra que la mejor regulación es la total prohibición

Gestantes de alquiler en la India, concentradas en un local durante meses, controladas, con contratos draconianos... el niño, un producto, puede desecharse
Gestantes de alquiler en la India, concentradas en un local durante meses, controladas, con contratos draconianos... el niño, un producto, puede desecharse

Pablo J. Ginés / ReL

Los vientres de alquiler son un negocio de empresas internacionales que mueven mucho dinero y no carecen de ideología. Una de estas empresas, Subrogalia ("en Barcelona, Madrid, Kalinigrado, Kiev, Tesalónica, Ciudad de México", anuncian en su web) especifica en su publicidad que tiene "una especial preocupación por el colectivo LGTB, que en los últimos dos años ha visto como se han ido cerrando puertas a la gestación subrogada, principalmente a los homosexuales masculinos, en Rusia, India, Tailandia, Georgia, Ucrania y Kazajstán".

"Disponemos de programas específicos para parejas homosexuales y mujeres solteras, creados especialmente para este tipo de familias. Damos un plus especial a estos colectivos, dado que gran parte del personal de la compañía pertenece a los mismos", añade. 

¿Y por qué esos países tan peculiares? Porque en ellos abundan las mujeres pobres, dispuestas a ser usadas como incubadoras de pago por una cantidad de dinero moderada, lo que da un buen margen a la empresa.

Sin embargo, con los años, la conciencia social cada vez más crítica ha hecho que incluso países como India, Nepal o Tailandia pusiesen más y más límites a este negocio



Prohibidísima en Francia, Suecia y Alemania, criticada por el Europarlamento
Los vientres de alquiler son una práctica ilegal en España y en casi toda Europa. Países poco o nada religiosos como Francia, Suecia y Alemania la prohíben al cien por cien, explícitamente. En otros lugares es meramente "alegal".

El pasado mes de julio el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, vetó la reciente ley del parlamento portugués que permitía los vientres de alquiler porque "no están salvaguardados los derechos del niño al nacer y de la mujer gestante, ni se realiza el marco adecuado del contrato de gestación".

Las instituciones de la Unión Europea critican esta industria como explotación de la mujer, con contundencia. 

El Informe Anual de Derechos Humanos y Democracia en el Mundo 2014 (véalo aquí), aprobado en diciembre de 2015 en el Parlamento Europeo "condena la práctica de la gestación por sustitución, que es contraria a la dignidad humana de la mujer, ya que su cuerpo y sus funciones reproductivas se utilizan como una materia prima; estima que debe prohibirse esta práctica, que implica la explotación de las funciones reproductivas y la utilización del cuerpo con fines financieros o de otro tipo, en particular en el caso de las mujeres en los países en desarrollo, y pide que se examine con carácter de urgencia en el marco de los instrumentos de derechos humanos".

En España los partidos políticos titubean. La izquierda no se acaba de decidir por apoyar a esta industria, porque un sector del feminismo lo condena. El Partido Popular también duda sobre el tema. Sólo se han mostrado entusiastas los partidos de "centro liberal", UPyD y Ciudadanos, que lo llevaban en sus programas electorales de 2014. Por supuesto, las empresas del sector presionan para que se legalice y buscan políticos dóciles a sus intereses.


  Mónica Barahona, a la izquierda, y Jenifer Lahl, a la derecha

Criterios desde la lógica bioética
Para iluminar el debate la Fundación Jerôme Lejeune (www.fundacionlejeune.es) organizó este jueves en Madrid la jornada “Alquiler de úteros: ¿es subrogable la maternidad?”, un acto celebrado en el auditorio de la Fundación Rafael del Pino con dos especialistas: Jeniffer Lahl, fundadora y presidenta del Center For Bioethics and Culture Network (CBC, www.cbc-network.org), y Mónica López Barahona, presidenta de la Fundación Jerôme Lejeune y doctora en Química especializada en biología molecular. 

La tesis compartida de ambas expertas es que la industria de los vientres de alquiler causa tantos problemas éticos, de salud, de dignidad de la mujer y del niño y de justicia económica, que la única regulación razonable es la que prohiba completamente esta práctica.

Entre los problemas apuntados: 

- esta práctica es peligrosa para la salud de los bebés y de las mujeres (por ejemplo: como los partos vaginales aumentan la ligazón emocional entre la gestante y el bebé, los clientes encargan cesáreas... una práctica arriesgada que los obstetras de todo el mundo intentan evitar más y más, pero que la gestante acepta para cobrar su dinero). 

- el ser humano en su fase de embrión se presenta como un producto, una cosa: se le encarga, se le somete a controles de calidad, se le elimina si no cumple con las disposiciones (presionando a la gestante para que aborte), se presentan demandas si el "producto" entregado no era el convenido... 

- impulsa el neocolonialismo y la explotación reproductiva: las "granjas" de gestantes baratas en países pobres, el negocio de la venta de óvulos hiperestimulando mujeres pobres para que produzcan muchos...

- mercantiliza la filiación: no es "hijo" quien es gestado y dado a luz, sino quien es encargado, registrado, pagado, etc... Pero no siempre los encargados llegan a ser registrados o aceptados (ni pagados).

- los derechos del hijo a conocer a su origen biológico: saber de dónde vienen sus genes, sus tendencias genéticas y hereditarias... Este mismo mes de octubre un tribunal de Hanover ha dictaminado que el derecho de un niño a conocer su linaje es más importante que el derecho de un donante de esperma a mantener protegida su identidad 



Asimetría: una poderosa empresa frente a una chica pobre
Jeniffer Lahl ha insistido en que la industria del vientre de alquiler se construye, aunque sea con contratos "legales" (por ejemplo, en EEUU), sobre una brutal asimetría: por un lado, una gran empresa, rica, especializada, erizada de abogados; por el otro lado, una mujer pobre, a menudo poco educada, muy necesitada... que si se arrepiente o intenta quedarse el niño que ha gestado (o defenderlo si le encargan abortar) se enfrenta a presiones insoportables de todo tipo.

En la India, donde esta industria tenía leyes muy permisivas y mueve entre mil y dos mil trescientos millones de dólares al año "en función del tipo de contrato de subrogación que haya firmado, la mujer puede ser trasladada desde su lugar de residencia a una clínica que no podrá abandonar hasta que finalice el período gestacional”, ha destacado Lahl.

Las condiciones pueden ser infinitas, según contraten los clientes que pueden tener todo tipo de manías que consideran importantes para que el producto-bebé salga perfecto: que la gestante sólo como vegetales, que la gestante no se tiña el pelo (los tintes son tóxicos), que haga mucho ejercicio (o guarde total reposo), que esté callada para que el bebé no oiga su voz, etc...

La conclusión de Jeniffer Lahl, que también es enfermera pediátrica, es que hay que aprender de la historia, especialmente de cómo el mundo acabó prohibiendo la esclavitud. 

“Del mismo modo que a lo largo de la historia no hemos permitido que la esclavitud o el tráfico de órganos fueran legales, no debemos hacerlo tampoco con la maternidad subrogada. No podemos plantearnos regular algo que provoca daño en tantas mujeres en el mundo”, ha comentado la especialista estadounidense.



Derecho del Niño a conocer su linaje
En cuanto a los derechos de las personas engendradas y gestadas con estas técnicas (que hoy son bebés o niños, pero cuando sean adultos podrán presentar denuncias y protestar) hay que recordar que en los artículos 7 y 8 de la Convención sobre los Derechos del Niño se decreta el derecho de los niños a conocer a su familia biológica y a ser reconocidos por ella. Esto, que en el mundo de la adopción es algo claro y bien asumido, en los vientres de alquiler se tiende a ocultar sistemáticamente, porque es lo que piden los clientes a la industria. 

La presidenta de la Fundación Jerôme Lejeune España, Mónica Barahona, ha hecho hincapié sobre el vacío legal que implica para el niño la maternidad subrogada con respecto a la filiación, ya que hasta seis adultos pueden reclamar su paternidad: 

- la madre genética o biológica (aportó los óvulos),
- la madre gestante (el vientre de alquiler, realizó la gestación),
- la mujer que ha encargado el bebé (la clienta de la industria)
- el padre biológico (el donante de esperma)
- la pareja de la madre gestante (que tiene la presunción de paternidad)
- y la pareja de la mujer que ha encargado el bebé

Cualquiera de ellos podría intentar convencer al juez de que los otros son "inadecuados" para el niño y que sólo él cuidará correctamente del bebé.

Cuando presionan a la gestante para abortar
Por último, la crueldad de la industria del vientre de alquiler queda especialmente patente cuando a la gestante se le presiona para abortar, a menudo mostrando que se comprometió a ello en el contrato si el producto tenía taras (si el niño tenía alguna enfermedad, o una mera peculiaridad no deseada por el cliente).

“Esta violación de los derechos de los niños no nacidos se produce sobre todo en los casos de vientre de alquiler en los que se detecta en el feto algún tipo de discapacidad intelectual como el Síndrome de Down. Por este motivo, reclamamos la necesidad de protección para todas aquellas personas que por el hecho de ser diferentes son despojadas de su derecho a la vida antes incluso de llegar a nacer”, ha concluido Mónica López Barahona. 
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