Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

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A Cristo sólo lo entienden los alejados

por Una iglesia provocativa

La semana pasada tuve dos experiencias de lo más refrescantes de evangelización con jóvenes las cuales procedo a relatar porque, por lo menos para mí, resultan una excepción a la regla de la media de edad con la que suelo trabajar.

La primera fue acudir a hablar a un grupo de catequesis de confirmación formado en un colegio laico de Madrid y que lleva un amigo seglar con mucha experiencia en el trabajo pastoral en los colegios.

Este grupo de chicos y chicas de 17 años tiene algo difícil de encontrar en una parroquia o colegio católico al uso: están ahí porque quieren y no saben prácticamente nada de la fe. Y bendita ignorancia porque gracias a ella se están empapando de todo lo que les cuenta su catequista, han ido al camino de Santiago  para “fliparlo” y acaban de regresar de pasar un fin de semana con una orden religiosa que acoge los enfermos que nadie quiere.

La segunda, cómo no, fue empezar un Curso Alpha para universitarios y recién licenciados en un pueblo de la diócesis de Getafe con un equipo de gente veiteañera dispuestos a invitar a sus amigos a una cena cristiana un viernes por la noche.  Desde luego conseguir una veintena de invitados que no son de la Iglesia es todo un mérito para el equipo que lo organizó.

En ambos casos lo que mejor funciona es que los propios jóvenes inviten a otros jóvenes, haciendo bueno lo que siempre dice don Andrea Brugnoli, que los iguales han de hablar a los iguales.

Seguro que por eso cuando trabajé en Londres en HTB, una parroquia de 7.000 personas donde la media de edad es de 27 años, no me dejaban trabajar en los grupos de Youth Alpha y Student Alpha por el hecho objetivo de tener más de treinta años cumplidos.

Pero volviendo a España, confieso que ambas experiencias me dieron mucha envidia - yo sólo era el invitado a hablar que al día siguiente no viene- sazonada con esa melancolía por la juventud perdida que te recuerda tus tiempos de colegio y universidad que ya empiezan a estar un tanto lejos.

Desde luego para quien trabaja todos los días en un colegio o se mueve en el ámbito universitario, lo que viví la semana pasada no debe ser noticia. Pero para alguien que se pasa la vida por media España entre presentaciones, conferencias y formaciones para gente ya madura desde luego que es algo señalado.

Cierto es que en el último año me han invitado a varios encuentros de pastoral de juventud  -Valencia el más señalado- en los que sí se veía mucha gente joven. Pero por lo general estas experiencias no se corresponden con lo que luego se encuentra uno en el día a día de las parroquias y diócesis donde tienen lugar.

Tampoco se corresponde con lo que suelo ver cuando voy a Misa, y mucho menos con el público que suele acudir a conferencias y congresos sobre evangelización.

En general los jóvenes entre 17 y 35 años brillan por su ausencia en la Iglesia española, aunque por supuesto haya notorias excepciones. Precisamente ese rango de edad es la gente a la que todo el mundo quiere llegar y no sabe cómo.

La buena noticia es que hay un camino posible, y lo he visto suceder en parroquias donde comenzando por los parroquianos de siempre se ha llegado, en un proceso que no es de la noche a la mañana, a generar una corriente de invitados jóvenes que reciben el Primer Anuncio y comienzan a repoblar las comunidades cristianas.

Viendo estas experiencias con Alpha y asomándome a la ventana de otras ajenas como las de la semana pasada, hay algo que me parece de una notoria obviedad: el Primer Anuncio funciona para los alejados y los jóvenes a las mil maravillas.

Dicho en otras palabras: presentar a Jesucristo de una manera adecuada  a quien no lo conoce sin ir más allá del primer y fundamental paso que es el Kerigma funciona.

Lo que no funciona es presentar a la Iglesia antes que a Jesucristo. Tampoco funciona la catequesis para los alejados, ni explicar las verdades de fe por muy razonadas que estén. Tampoco sirve de mucho introducir a la gente en lo sagrado ni en la experiencia de la oración cuando previamente no han creído en Jesucristo (Romanos 10,1416 lo dice muy claro)

Lo que funciona es la persona de Jesucristo, y en el orden adecuado de la experiencia de fe es lo primero que hay que mostrar a la gente…y eso es lo que el Papa nos está repitiendo hasta la saciedad.

Primero Jesucristo, después el Credo. El Credo sin Jesucristo no se entiende. Para los alejados y los jóvenes comprender a la Iglesia sin haber experimentado a  Jesucristo antes es un salto copernicano con triple mortal y tirabuzón en el aire.

Ni siquiera nuestro testimonio se puede entender sin que el Espíritu Santo dé testimonio acerca de quién es Jesucristo en los corazones, y eso sólo pasa donde se da el Kerigma como en Pentecostés.

Y lo mejor de todo es que si seguimos este orden lógico de cosas los alejados lo entienden y con el tiempo y la maduración necesaria llegan a ese después del Primer Anuncio que es la catequesis la cual comporta hacer un catecumenado para llegar a la pertenencia plena  a la Iglesia.

Estar con jóvenes y alejados obliga, noblesse obligue, a replantearse muchas perspectivas pastorales.

También invita a la autocrítica pues no podemos contentarnos con una pastoral para los cuatro gatos de dentro que llevan décadas apalancados en nuestras comunidades sin dejar que el agua corra.

Por supuesto el vino viejo hay que cuidarlo, atenderlo y preservarlo.

Pero sería absurdo invertir en hacerlo el 99% de nuestras fuerzas y luego quejarnos de que no hay jóvenes en la iglesia.

Y lo mejor es lo siguiente: a Jesucristo lo entienden muy bien los alejados, porque precisamente ha venido por ellos.

Los que no lo entendemos somos nosotros cuando lo queremos encasillar en las cuatro paredes de nuestra religiosidad, que es lo que luego acabamos presentando a la gente en vez de al verdadero Jesús…

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